jueves, 23 de febrero de 2012

Y eso que a mí me la trae flojísima


He conseguido ver otra de las nominadas a Mejor Película este año. En teoría, una de las menos interesantes, y de las que está claro que no van a ganar (junto con Midnight in Paris, que sinceramente no sé qué hace ahí, siendo una de las películas más tontas e intrascendentes de ese genio inconmensurable que es Woody Allen... aunque lógicamente sigue siendo mejor que Vicky Cristina Barcelona). Si no fuera por el nombre de uno de los guionistas, ni me habría molestado en buscarla por Internet a ver si había alguna manera cómoda de descargarla. Y es que Aaron Sorkin, en lo poco que ha durado mi relación con él, nunca me ha defraudado. 
   Muchos han comparado Moneyball (omito el, vergonzoso como siempre, subtítulo típicamente español) con La red social, la magnífica película que tuvo que haber ganado el año pasado el Oscar en lugar de... no sé, la que fuera que ganara. Yo pecaré de poco original y también lo haré: Aaron Sorkin es guionista de ambas, y se nota desde la temática misma, una que en un principio pudiera parecer poco dada a ganar al público y a la crítica. 
   Porque antes estaba con Facebook, que es un tema que más o menos tiene su interés, pero ahora se arriesga con el béisbol, un deporte que, fuera de Estados Unidos, no interesa a nadie. Y es más, tú te lees la sinopsis y es algo así como "Un ex-jugador de traumático pasado idea junto a un economista de Yale un método revolucionario para seleccionar jugadores en función de estadísticas y probabilidades y así cosechar grandes victorias, un método que hará temblar los cimientos mismos del béisbol. Basado en una historia real"... Si aún seguís despiertos, coincidiréis que la historia promete más bien poco, y que casi es preferible que te vayas a ver una película española. Casi.
   Ni la magnética presencia de Brad Pitt podría salvar, de por sí, un bodrio semejante. Por suerte allí está Sorkin, capaz de hacer parecer apasionante la historia reseñada, que a poco que lo pienses sabes que tiene un mérito tremebundo. Insertar frase hecha: No es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Perfila de un modo correcto a los protagonistas, pone en su boca largos y rápidos diálogos que poco a poco los definan, y hace progresar la historia a un ritmo perfecto, que apenas se hacen largas las dos horas y pico que dura. Incluso se permite cedernos algún momento emotivo, de éstos de sonreír y recordar con cariño, que tan bien les salen a los americanos. Y no lo hace en las típicas escenas de partidos ganados a última hora gracias a una jugada arriesgada e impresionante (que por suerte hay pocas, y casi por cumplir), sino en las más íntimas y pequeñas.
   Dejando claro con rotundidad que lo mejor de la película es el guión, firmado por Sorkin y Steve Zaillan (responsable este último de la ya reseñada American Gangster), vayamos con otras cosas. Brad Pitt ha recibido multitud de elogios por su interpretación, y mayormente estoy de acuerdo. Se le ve bastante natural y muy cómodo en sus andares, en sus gestos, en la energía con la que dispara sus diálogos. Luego Jonah Hill, el economista del que hablaba antes (cuya presencia no me he inventado para hacer parecer aún más aburrida la sinopsis), a su lado queda bastante deslucido, y la nominación a Mejor Actor Secundario le queda enorme, teniendo en cuenta que sólo se limita a poner cara de asustado y a balbucear. Phillip Seymour Hoffman muy contenido y sin apenas cancha para lucirse como sólo él sabe hacer. Y, aquí quería llegar yo, el personaje de la hija de Brad Pitt. Ignoro cómo se llamará esa actriz, pero a mí realmente me ha enamorado. Sus gestos, su rostro, en especial, su voz. La escena en la que toca la guitarra y canta delante de su padre es una de las más conmovedoras que he visto últimamente, desprendiendo una ternura casi insoportable.
   En otro ámbito, la música muy correcta, y el director muy correcto también. Está claro que Bennett Miller no es David Fincher (más quisiera), y se limita a poco más que escenografiar respetuosamente, como quien enmarca, los diálogos de Sorkin y del otro. Tiene algún acierto que lo eleva de la media artesanal, sin embargo, como en el partido cerca del final de la película, narrado con emoción y muy buen pulso. Que el orondo Johan Hill tenga una nominación y él no supongo que obedecerá a la más simple arbitrariedad.
   Así que bueno, supongo que recomendaría esta película a prácticamente todo el mundo, pues aunque sea más predecible que un capítulo de Phineas y Ferb (gran serie, por cierto), no es por ello menos emocionante y entretenida. Y te deja un buen sabor de boca. Como ya digo, hacía mucho tiempo que no acababa de ver una película con una sonrisa complacida en los labios. 
   Qué diantre. Que le den el Oscar. A ésta o a El árbol de la vida... aunque a esta última lo hagan sólo para tocar las narices.


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