lunes, 24 de marzo de 2014

Wild Wild Wes

Tras reflexionar durante un rato bastante breve, con más de segundo que de rato, llegué a la conclusión de que sí es posible clasificar el cine de Wes Anderson, por más que los entendidos, ahí cómodamente sentados sobre su cátedra, digan que es algo diferente, especial, inclasificable. Creo, pues, que "simpática gilipollez" es la expresión que más atinadamente describe toda su obra. Con un matiz, claro está. Lo de simpática puede variar de un criterio a otro. Lo de gilipollez, bueno, creo que en ese punto he de ser tajante. 
   Como gilipollez que es, sería una gilipollez homónima tratar en lo más mínimo de tomarse en serio alguna de sus peliculillas. Wes Anderson no tiene una visión revolucionaria de la vida, ni tiene grandes historias que contar, ni siquiera es un friki irredento con ganas de compartir con el mundo todos los spaghetti-westerns malos que se tragó en su juventud. Wes Anderson es sólo un tipo con un estilazo que te cagas, y, según como le pilles, un pavo que incluso tiene su gracia.
   El cine de Wes Anderson es todo estilo, todo envoltorio, todo pompa y circunstancia. Cada plano que compone su obra viene firmado por él, cada personaje de papel infinitesimal está interpretado por un gran actor sin mucha idea de lo que está haciendo, cada línea de diálogo rebosa de una pretenciosidad tan vacía como vacuamente encantadora. En la experiencia de un servidor, únicamente ha sabido salir de este laberinto de egos y planos psicóticamente encuadrados en una ocasión, y la idea original ni siquiera era suya. Ni, según dicen las malas lenguas, la responsabilidad completa de la realización. Hablo de esa pequeña joya propensa a erigirse clásico que es Fantástico Mr Fox.

"¡Rayos y retrúecanos, una cámara! Todos a ponerse en posición simétrica, ¡YA!"

   Pero claro. Todo esta sarta de poco halagüeñas máximas no impide que Wes Anderson caiga simpático, y de ahí lo de "simpática gilipollez" que decía antes. Yo lo flipé viendo el prólogo de Los Tenenbaum (cierto, nunca había visto nada parecido, y ahí radica la mayor virtud del tipo), y, además, y sorprendiendo a propios y extraños, disfruté furiosamente de Life Aquatic, para el que esto suscribe su mejor película 100% Anderson, con la que me reí y todo. Moonrise Kingdom... pché. La niña me pareció peligrosa e ilegalmente follable. Y ya.
   Llega a nuestras carteleras El gran hotel Budapest, llamando poderosamente la atención por el alucinante reparto del que hace gala, en el que se ha colado, hablando con estricta propiedad, todo Cristo. Todos actores blancos, de carácter, carismáticos, todos con algo menos de dos minutos de enseñar la jeta. Exacto, igual que en 12 años de esclavitud, pero con un poco menos de violencia racista. 
   Así las cosas, los únicos actores que consiguen cierta entidad en sus personajes son Tony Revoltori (un botones hindú que en su versión anciana es interpretado por F. Murray Abraham, vaya usted a saber por qué) y, especialmente, y en el que es el mayor hallazgo de la película, Ralph Fiennes. Este señor no podría estar más encantador ni más divertido en el papel de Monsieur Gustave H, y nadie consigue hacerle sombra en este empeño (por falta de tiempo, supongo).

Hay tanta peña que ni siquiera le dejan a Lea Seydoux salir en bolas. Ni salir, casi. Una tragedia

   En cuanto a otras cosillas, el argumento es una completa chorrada con demasiados "porquesís" en su engranaje. Está dividido en partes porque sí, articulado como un flashback dentro de un flashback dentro de un flashback (si no me fallan las cuentas) porque sí, ambientado al comienzo de la Segunda Guerra Mundial porque sí... y en ese plan. Tampoco es que moleste, porque sólo es una excusa para que Ralph Fiennes diga muchas cosas chulas y tenga oportunidad de ir correteando de un lado a otro con su amigo el hindú. 
   Como sorprendente virtud, nos topamos con el ritmo trepidante que Wes Anderson le imprime a toda la (absurda) acción, logrando que El gran hotel Budapest sea la película más accesible de toda su filmografía únicamente gracias a eso. Ya que, por lo demás, su estilazo sigue muy presente, traducido no sólo en cada uno de los planos, sino también en esos diálogos tan estrafalarios y en ese humor que funciona de modo tan particular (de todos los gags que pueblan los ajustadísimos 99 minutos de metraje sólo hay tres verdaderamente buenos, el resto es puro onanismo). Igualmente, la música es una delicia y la dirección un dechado de marcianas virtudes. 

Cada vez que aparecía este plano me acordaba de Ana y los 7. Sí, yo también pienso que necesito ayuda

   Vaya, que no tengo ni idea de si El gran hotel Budapest es una buena película o no. Me lo he pasado moderadamente bien durante su visionado, sonriendo y soltando alguna carcajada tras la cual me sentía embargado por una vergüenza muy extraña, como sucia, como una "mis actividades pseudohipster están llegando demasiado lejos". A la hora de criticarla, sólo puedo remitiros al primer párrafo de esta crítica tan chuscamente pergeñada (se acaba de morir Suárez, y aunque tuve bastante tiempo para asimilarlo no me he recuperado del todo, y por eso hago estas mierdas), y lavarme las manos.
   Una simpática gilipollez. Recomendada para los que soportan a Wes Anderson. Pero sólo a ellos. Los demás será mejor que os sigáis manteniéndoos alejados de esta clase de chorradas. Ahora que podéis.