domingo, 23 de diciembre de 2012

La crítica más friki jamás vomitada

El hecho de que Peter Jackson haya acabado dirigiendo la trilogía de El Hobbit tiene algo de poético, mucho de fanático y casi nada, creo yo, a lo mejor soy un poco ingenuo, de ambición descaradamente económica. Quiero decir, dividen el último libro de Harry Potter en dos partes y piensas "Sí, nos quieren sajar", hacen lo propio con Crepúsculo y piensas "Me la suda", pero nuestro amigo de Nueva Zelanda adapta un libro de menos de 300 páginas en tres películas de tres horas (hay muchos treses, en efecto), y no nos escandalizamos demasiado, apenas reflexionamos "Qué estafa, qué poca vergüenza, qué hollywoodiense". ¿Y por qué? Porque Peter Jackson es un friki. Un frikazo. Joder, ¿le visteis en la ceremonia de los Oscars cuando lo de El retorno del rey? No hay un director de cine más preparado para El Hobbit que Jackson. O que, quizás, Guillermo Del Toro.
   Con el estreno de la primera parte de la trilogía, Un viaje inesperado, que adapta unas 90 páginas del libro, hay mucha gilipollez fluyendo por ahí a su antojo. Sí, no es una gran novedad, pero, como siempre pasa con estos grandes estrenos geeks, las gilipolleces son del calibre de "Esos bellacos no han metido a Tom Bombadil", "El príncipe Imrahil no apareció en El retorno del rey", "¿Dónde recórcholis está la bufanda de Gandalf?". Con la trilogía de El Señor de los Anillos (que es, reconozcámoslo de una vez, la gran obra cinematográfica del Siglo XXI), la gente decía cosas así, se quejaba amargamente, sin caer en la cuenta de que Tom Bombadil es un petardo, de que nunca se llega a saber qué caray pinta el tío ese, el Imrahil, en la historia, y de que Gandalf, con o sin bufanda, sigue siendo la polla.


   Pero ahora a Jackson le ha dado por poner sus grasientas manos en El Hobbit, que resulta que es uno de mis libros favoritos de siempre. Lo leí antes que El Señor de los Anillos, ya sabéis, esa gran obra que respiraba épica, y de la que no puedo decir que estuviera mal escrita o que fuera un rollo por si me denuncian o algo (pero Las dos torres y sobre todo, El retorno del rey, son dos truños como dos descripciones tolkienianas de grandes). El Hobbit, por su parte, sí es una maldita obra maestra de la Literatura Universal, un libro mágico, un cuento clásico que deberían relatarle los abuelos a sus nietos antes de que éstos cerraran los ojos, la habitación se oscureciera y, en sus sueños, el viaje continuara. 
   Así que me vais a perdonar, queridos amigos, porque a continuación voy a hacer de El Hobbit la crítica más friki posible, mereciendo collejas en cantidades ingentes, spoileando como un poseso y ganándome el desdén de aquel razonable grupo de espectadores en el que yo me suelo incluir pero que hoy, no. 
   Por partes. Antes de llegar a los spoilers, que es cuando me voy a poner más húmedo, hablaré de cosicas técnicas de ambientación y fotografía para que los puristas podáis seguir leyendo. La cuestión es que Peter Jackson no podía haber escogido un mejor Bilbo, y eso se advierte muy pronto, sólo con que miréis alguna foto en la que sale fumando en pipa. Como nativo de La Comarca, uno de esos lugares en los mataría por vivir, Martin Freeman le da mil vueltas a Elijah Wood, y eso tiene un gran mérito contando con que, según su DNI, Elijah Wood es realmente un hobbit (no me estoy inventando nada). Luego Ian McKellen lo sigue clavando como Gandalf, en su línea (hay una parte de la película que grita "Insensatos"; en dicha parte me corrí). Richard Armitage también hace un Thorin Escudo de Roble inmejorable, con toda la dignidad, fanfarronería y nobleza que yo imaginaba leyendo el libro. El reparto, como vemos y con la excepción de Radagast (del que ya me ocuparé más tarde, en lo que voy afilando los cuchillos) no podría estar mejor escogido. Los trece enanos, además, se diferencian bastante bien, ya sea mediante una lectura detenida del libro (jo, es que han clavado a Balin), o mediante la imaginación de Peter Jackson y su amiga guionista (ese Nori que habla en euskera o ese Kili que se cree Legolas). Un sobresaliente, que los cameos de Christopher Lee y Cate Blanchett cuadran al 10 (y no porque sus diálogos estén muy inspirados precisamente).

Los hobbits existen. Suelen mostrarse raros y tímidos con la Gente Grande, como nos llaman, siempre ocupados en sus propios asuntos, y sin acostumbrar a vivir aventuras. Sin embargo, de vez en cuando uno sale de su cómodo agujero hobbit, acuciado por un coraje innato en esta peculiar raza, para así ver mundo y entonces... hacerse famoso

   La música. Yo proclamo sin rubor alguno que me tiraba las partituras de Howard Shore, si esto no fuera físicamente imposible. Qué buena que es la banda sonora de El Señor de los Anillos, maldita sea. Me puse un cacho de tono de llamada en el móvil. La grababa en cintas de cassette y la escuchaba antes de dormirme. Qué buena que es. Superior. Divina. Y la de El Hobbit es muy buena también, por suerte, y creo que tiene mucho que ver que las composiciones sean, básicamente, las mismas. Howard Shore ha hecho un poco el vago, en realidad, (únicamente destaca el leitmotiv de los enanos), pero con lo que consiguió para la primera trilogía ya se puede morir tranquilo, no pasa ni media.
   Veo un poco absurdo hablar de los efectos digitales, visuales, especiales o lo que sea. La vi en el modo normal, sin 3D ni 48 fotogramas por segundo (jo, y no veas lo que me fastidió no verla de ese modo, ¿eh?), y pese a todo declaro que son una completa maravilla, una que, de hecho, sí creo que supera en bastantes cosas lo alcanzado en El retorno del rey. Por ejemplo, la genial secuencia de los Gigantes de Piedra supone lo más espectacular que he visto en una pantalla de cine desde hace mucho, mucho tiempo. Los cinco minutejos que dura justifican totalmente el precio de la entrada, incluso aunque la veas en 3D. Bueno, eso último igual no (en serio, a ver si se pasa ya la moda esta de los cojones).
   Y ahora toca hablar del guión. Aviso de Spoilers (a lo mejor ya he hecho alguno previamente, pero qué sé yo, la gente se pone muy pesada). El trabajo de adaptación de Peter Jackson es esencialmente correcto (y en ocasiones no podría ser mejor). La película se hace entretenida, está muy bien realizada (con muchos planos aéreos para que Jackson nos muestre lo bonito que es su terruño), y adaptando, como digo, las páginas de El Hobbit se han portado, sí señor. El problema ha llegado cuando Jackson ha cogido El Silmarillion, los Apéndices o Egidio el granjero de Ham, y ha pensado que era buena idea meter cachos en esta película, así, totalmente gratis. Y el problema se ha agravado aún más cuando ha decidido inventarse cosas. Porque, con esto último, la ha cagado totalmente.
   Voy a empezar con Radagast El Pardo, personaje que sí aparece en El Señor de los Anillos pero no en El Hobbit, aunque ésta es la menor de mis pegas. El nuevo Jar Jar Binks, lo llaman por ahí, y digo yo, más quisiera el perroflauta este asqueroso. Jar Jar Binks, por el mero hecho de padecer síndrome de Down, era gracioso, pero Radagast ni eso. Él sólo es un drogadicto sin gracia que tiene un trineo ridículo tirado por conejos y que, mientras escucha a los Moody Blues, se ocupa de curar a los animalicos que habitan el bosque (como demuestra en la soporífera escena de Sebastian, el erizo enfermo... hasta me aprendí el nombre del bicho). El personaje no sólo es patético, sino que su irrupción en la historia no podría estar peor engarzada, asesinando el buen ritmo que traía el viaje de Bilbo hasta entonces. Aparece con su mierda de trineo y hay una persecución totalmente gratuita de wargos (Peter Jackson está obsesionado con inventarse ataques de wargos, el muy pervertido) que, no obstante, acaba bastante bien, enlazándose con la llegada de la compañía a Rivendel y con la desaparición por siempre de Radagast. Espero no volver a verle nunca, ni siquiera en las versiones extendidas que fijo que habrá, y que incluirán todo aquello del libro que, por falta de tiempo, no se pudo meter. 

Me niego a poner una foto del Radagast ese

   Seguimos con las incorporaciones locas, y nos encontramos con Azog, el orco pálido que monta un wargo pálido, tiene el brazo ortopédico más cutre de la historia, y que, oh sorpresa, es el gran villano de la función. En la novela lo mencionan de pasada, y aquí en la película parece querer quitarle importancia  a Smaug poniendo cara de maloso y cabreando a Thorin. Y, la verdad, va apañado si pretende igualarse a Smaug, y no sólo porque todas sus escenas sean penosas (por favor, si es que es decir Thorin "Azog murió" y el mismo Azog aparece al segundo siguiente). Una vergüenza. Y encima a ése fijo que lo volvemos a ver.
   Luego, el Concilio Blanco (me estoy pasando de longitud, pero eso nunca fue un problema para mí). La escena que comparten Galadriel, Saruman, Elrond y Gandalf se anunciaba como uno de los grandes momentos, y acaba siendo pasable, por no decir aburrido. No paran de hablar, encima en ese tono poético y como de castellano antiguo que a veces se gastan los de la Tierra Media, y mientras hablan, hablan y hablan a uno le dan ganas de gritarles: "¡Que sí, coño, que Sauron ha vuelto!". Al menos se salva al final, con la breve conversación entre Galadriel y Gandalf, que es muy emotiva.
   Siguiendo con lo que falla espantosamente llegamos al Rey Trasgo, que es un personaje aún más ridículo que Azog y Radagast juntos (vaya frases que le hacen decir al pobre), y a la secuencia de los tres trolls. Y aquí sí que me cabreo de veras. Peter Jackson se ha cargado uno de mis capítulos favoritos, queriendo darle un protagonismo a Bilbo que en esa escena no tenía en absoluto, y yendo éste en detrimento de Gandalf, que viene, clava su vara recordando al Balrog, tira un par de piedras y grita "¡Ya se ha hecho de día, pringaos!". Tal como os lo cuento. Una gran cagada.
   Pero bueno, voy a tranquilizarme y a acabar con las cosas buenas. Os parecerá que me he pasado criticando, pero Un viaje inesperado dura tres horas y ahí hay sitio para todo, hasta para que los frikis lloren de alegría. El prólogo que enlaza con La Comunidad del Anillo es una gozada, la secuencia de los enanos cenando no podría ser más fiel al libro (y el momento en que éstos cantan solemnemente tampoco podría ser más épico). Luego los Gigantes de Piedra, que cómo me gustan, la huida del Reino de los Trasgos, la llegada de las Águilas... Y me dejo lo mejor para el final. Gollum.
   El tiempo que comparten Gollum y Bilbo en escena, más o menos unos veinte minutos, aglutina los mejores momentos de la película, Gigantes de Piedra aparte, correspondiéndose con su original literario (Acertijos en las tinieblas está considerado como de lo mejor que Tolkien escribió en toda su vida). Y nos encontramos estos acertijos, la esquizofrenia de Gollum, la picardía de Bilbo. Está todo, desde el icónico "¡Bolsón, Bolsón, lo odiamosss!" hasta el momento en que Bilbo duda si matar a Gollum o no. De hecho, para el devenir de la historia posterior este momento es clave, y Peter Jackson sabe otorgarle la trascendencia y el dramatismo que merece. Jo, y Gollum es... es que Gollum es maravilloso. Hasta parece haber mejorado en su diseño y animación, y en esto me gustaría inaugurar algún tipo de plataforma para que a Andy Serkis le dieran el Oscar. Por lo menos, para que se lo dieran antes que a Ryan Gosling.

"¿Cómo esss posssible que al tío de Drive le paguen un sssueldo y a mí no?"

   Y creo que ya voy acabando. En un inédito alarde de humildad, no muy propio de mí, le pediría a aquel valeroso lector que ha conseguido llegar hasta estas líneas finales que no se tome esta crítica demasiado en serio, pues está muy influenciada por el libro y por esa creencia, cada vez más desfasada, de que una película de tres horas no tiene por qué ser una obra maestra.
   Ah, una cosa más, valeroso lector. Léete El Hobbit. Y sueña.