domingo, 27 de mayo de 2012

"Ha elegido el comodín del viaje en el tiempo"


Hay ocasiones en las que uno se siente muy solo amando ciertas películas, cuando mira alrededor y descubre que la sociedad al completo las desprecia, que ni siquiera tienen el diminuto grupo de fans que, eventualmente, pueda hacer que se conviertan en "películas de culto". Es lo que me sucede con la saga de Men in Black. La primera película tuvo una muy buena recepción, tanto crítica como económica, y no era para menos, con unos diálogos brillantes y unos efectos especiales que, para la época, no estaban nada mal (qué viejo me siento al decir esto). La inevitable secuela se estrenó poco tiempo después, y el varapalo que se llevó fue impresionante y, vamos a quedarnos solísimos, totalmente inmerecido. Podré admitir que el argumento era una basura, que el perrito con el traje sobraba, y que Johnny Knoxville es insoportable tanto con una cabeza como con dos, pero, ¿voy a ser yo el único que se ríe con las tontunitas de Will Smith y los gestos (o ausencia de ellos) de Tommy Lee Jones? ¿Tan atrofiado tengo el sentido del humor? ¿Seré insensible al humor inteligente? ¿Debería darle, a fin de cuentas, otra oportunidad a Lost in Translation?
   Qué diantres. Con Men in Black II me reí más que con la primera. Bastante más. Muchos dijeron en su momento que la fórmula ya estaba agotada, que todas eran gracias recicladas muy torpemente expuestas (pues vale), y que más secuelas serían no ya innecesarias, sino abiertamente molestas. Por suerte Hollywood lleva acusando una gran sequía creativa de un tiempo a esta parte y, como milagro capitalista de turno, aquí tenemos Men in Black III. Y yo he ido a verla sin dudarlo un segundo, a pasármelo bien, y lo he conseguido.
   Con un par de sustos por el camino, he de decir. La primera media hora de película es bastante triste, en el sentido de que los chistes que al inicio te disparan a la cara son un doloroso querer y no poder, y ya empiezas a pensar que no se tenían que haber molestado en exprimir el esqueleto de la gallina. Cuando Emma Thompson protagoniza aquel gag nefasto en el funeral fue cuando lo pasé peor, perfilándose nitídamente la idea de estar sufriendo un nuevo Indiana Jones 4 (pero, mierda, para qué la menciono, esa película nunca llegó a estrenarse, se quedó en trilogía, no, he de olvidarlo...).
   Sin embargo, una vez que Will Smith realiza el "salto en el tiempo", y protagoniza una vertiginosa secuencia de acción que, por mucho que me digan, no habría disfrutado más alegremente en 3D, a partir de ahí, la secuela "innecesaria" es una delicia. Porque no hay nada que quede tan bien en el ámbito cinematográfico como los viajes en el tiempo y las paradojas resultantes, y si no, ahí tenemos el honorable caso de las dos primeras de Regreso al futuro, que deben ser, estimo sin empacho, como dos de las cinco mejores películas de la historia. El tema, por supuesto, está ya muy manido, y se nota que los guionistas no estaban plenos de ideas a la hora de plantear el argumento, pero da igual. Siempre nos van a sorprender, siempre nos van a emocionar, siempre nos vamos a sentir inteligentes atando cabos y tejiendo diversas realidades temporales. Porque no hay nada tan gratificante como encontrarse con un personaje como el interpretado por Michael Stuhlbarg y entender todo lo que dice. Porque, amigos, esto sí que es cine para todos los públicos. 
   Tenemos entonces todo el rollo superguay de los viajes temporales, que pareciera incluso que estamos ante el argumento más trabajado de la trilogía (y muy probablemente), y a unos actores en su línea. Will Smith ya no sorprende tanto como en las dos primeras, y Tommy Lee Jones va a piloto automático sin mover, y lo digo totalmente en serio, me fijé, un solo músculo de la cara en toda la película; pero por suerte ahí tenemos a Josh Brolin, un acierto increíble, no ya por su físico sino por su habilidad para imitar a la perfección a Jones (sí, con eso de que es el personaje del Agente K en el pasado y tal). Emma Thompson no aterriza con buen pie por lo dicho previamente, y el villano, pues ni fu ni fa. Repite mucho sus "frases de malo", que son todas estupidísimas y asilvestradas (por Sylvester Stallone), y acaba por quedar bastante en ridículo. 

Qué feo que es el hijoputa

   Aparte de estas cosillas, la película es un eficaz entretenimiento que incluso se permite ser emotivo en un momento dado (algo inaudito para la saga), y quedar la mar de bien. ¿El mayor problema? El humor. Con Men in Black III no te vas a reír a carcajadas, en todo caso alguna risotada suelta (la escena en la que sale Andy Warhol es cojonuda), pero eso es taaaan subjetivo, ¿no? Igual campa por ahí un homólogo mío que se despolla él solo y se siente incomprendido. Bien por él.
   En resumen, una buena película. Muy bien hecha, muy bien pensada, bastante bien actuada, y con un final muy bonito, que da por finalizada, en cierto modo, la saga para siempre (¿no era eso lo que queríais, bastardos?). La proyección concluirá, se encenderán las luces y tú estarás contento, tanto que incluso te gustará la canción de Pitbull que suena en los créditos, un respetuoso y elaborado homenaje electrónico a la música de los años 60.
   PD: La práctica totalidad de la última frase va en coña, no os asustéis. Yo también deseo acabar con la existencia de ese malnacido.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Desmontando a Almodóvar


Rectificar es de sabios, qué duda puede caber, pero también es aburrido. E irritante. Heme aquí, que a lo largo de mi andadura bloggera he demostrado un par de veces un desprecio sano, cuando no jocoso, hacia la figura de nuestro Pedro Almodóvar; teniendo que contradecirme y admitir que este tío, si se toma tan en serio a sí mismo, y si se cree un genio, pues no anda tan desencaminado. Y, de hecho, no hay que ser un genio para saber que él debió llevarse la mayoría de los galardones en la pasada edición de los Goya, en lugar de No habrá paz para los malvados, que... creo que al final llegué a ver... ¿verdad? ¿Algo de unos yogures? 
   Prosigo con las preguntas retóricas. ¿Qué mal puede haber en que un artista se crea el ombligo del mundo, y que su ego necesite de una plaza extra en los viajes de gala en gala, de tostón en tostón, y de declaración estúpida en declaración estúpida? Estamos ahora con lo del Festival de Cannes, y yo no dejo de echar de menos en éste la chispeante presencia de Lars Von Trier, quien se hallará muy ocupado ahora con su película porno de tres horas de duración titulada, muy elocuentemente, Nymphomaniac. Como si no hubiéramos visto ya a Charlotte Gainsbourg hacer suficientes guarradas... pero el caso, el danés es el mejor director del mundo, él lo sabe, yo lo sé, y tú deberías saberlo. ¿Para qué vamos a negarlo y a criticar su exceso de petulancia? Un afectuoso saludo, ya que estoy, para Arturo Pérez-Reverte, quien seguro me está leyendo, porque cojones como los suyos ningún pobre españolito puede alcanzar a soñar con poseer.
   Creo recordar que estaba hablando de Almodóvar. Comenté hace tiempo su último trabajo, La piel que habito, y desde entonces he visto dos películas suyas más, con las que progresivamente me lo he ido pasando mejor. ¿Cuáles? Un aborigen curioso que se pregunta qué diantre pueden ver de interés los americanos en una película española, cuando ni siquiera él alcanza a vislumbrarlo, siempre va a empezar por la que ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera. Así, inevitablemente, porque todos somos de un mainstream que da asco.
   Todo sobre mi madre. Pues el argumento de ésta es aún más disparatado que el de La piel que habito, y con eso ya digo un poco todo. Lo que pasa que aquí, quizá por ser a juicio internacional el mejor trabajo de Pedrete, todos nos lo tomamos como más en serio, como con más empatía, y sufrimos más por unos personajes que, nuevamente, no hay por dónde cogerlos. Por aquí danza un transexual que deja preñado a todo hijo de vecino, por allá se acerca una monjita ligera de cascos interpretada por Pé, acullá nos chocamos de bruces con una prostituta andaluza con más silicona que cerebro... y yo que me quejaba del tigriño, colegas. Pero oye, que da igual, que toda esta flora y fauna va a conseguir emocionarnos, nos va a hacer llorar, nos va a hacer disfrutar con sus diálogos. Habrá como veinte surrealistas personajes repartidos a lo largo de la película, y el manchego hace que simpaticemos con todos y cada uno de ellos. Yo, por mi parte, me quedo con el interpretado por Fernando Fernán Gómez, quien logra, junto con Cecilia Roth (grandísima actriz), los mejores momentos, de ésos de ojos húmedos, y todo.
   Como digo, la película me agradó bastante, me sedujo todo este delirante juego de idear las tramas más enrevesadas y los personajes más pasados de rosca, y no tardé en volver a caer en las redes de este hombre. Y así llegué a Mujeres al borde de un ataque de nervios, a mi juicio la mejor película de las comentadas. Una comedia negra que, sencillamente, es una delicia, con unos diálogos impecables y unas situaciones esperpénticas que van aumentando el absurdo hasta niveles estratosféricos; como La piel que habito, pero consciente de que es cómica. En el reparto tenemos a Carmen Maura, muy solvente y creíble en los susodichos ataques de nervios, y a Antonio Banderas, con un personaje que en un principio creí alleniano pero que luego me di cuenta de que era simplemente subnormal. También salen Rossy De Palma (pero no mucho, tranquilos), y María Barranco, que hace de una chiquilla andaluza más tonta que las piedras. Que por cierto, yo no sé qué tendrá Pedro Almodóvar en contra de los andaluces, pero parece que quiere exportar este lamentable estereotipo a las universidades de sus amigos los gringos.
   Pues eso, que nos guste o no, aquí tenemos a Pedro Almodóvar, el mejor director español de la historia (ni Amenábar ni hostias), haciendo creer al mundo civilizado que aquí en España no hay más que monjas con tendencias luminarias, prostitutas transexuales, meretrices de acento divertido, y putas a secas. Con dos cojones. Mientras todo esto lo haga bien, ¿qué importa? 
   Porque que una película en la que una de las actrices diga en tono solemne "Joder, el tiempo que hace que no me como una buena polla" gane un Oscar, sencillamente, no tiene precio. 

lunes, 14 de mayo de 2012

Cuando el cinismo no vale de nada


Estrenan en cines Dark Shadows, lo nuevo de ese director tan intocable, tan imaginativo y tan personal, o eso dicen, que es Tim Burton. En mi humilde opinión, que, ya sabéis, no lo es tanto, y sin desmerecer en nada la obra audiovisual del tipo, muy imaginativo no será si últimamente no para de dirigir remakes y adaptaciones. A las pruebas me remito: El planeta de los simios, que, salvo por el final, no creo que fuera lo peor de lo peor; Charlie y la fábrica de chocolate, que es una delicia en el sentido más amplio del término; Alicia en el país de las maravillas, que no he visto y por tanto no sé si es una cosa tan infumable como la gente dice... y la misma Dark Shadows, que está causando cierta indiferencia según mis noticias, por lo visto es una adaptación de un serial súper famoso de finales de los 60. Pues bueno, muchas ganas de verla no es que tenga. Ni siquiera porque salga la adorable Chloë Moretz (tampoco fue óbice para que no acabara de ver La invención de Hugo).
   Habida la cuenta de mi desinterés por el nuevo trabajo de Tim Burton y Johnny Depp, pareja artística que vendría a suponer la versión emo de Martin Scorsese y Robert De Niro, volveré la vista a la primera vez que trabajaron juntos, esto es, a Eduardo Manostijeras. Y así, de una manera tan justificada y cómoda, ya tengo artículo para esta semana. 
   Tim Burton se muestra aquí en plena forma, saboreando la época en la que cada cosa que hacía, o en la que metía las narices (ey, ¿sabíais que Pesadilla antes de Navidad no es suya?), era contemplada con fervor religioso por una legión de fans poco a poco consolidada. En esto, recuerdo, dirigió Bitelchús (que para mí sería su mejor película de no haber dirigido posteriormente Mars attacks! o Big fish) y las dos primeras películas de Batman, que no es que sean especialmente buenas pero que si las comparas con las que luego dirigió Joel Schumacher salen muy bien paradas. Aunque sólo sea porque, en las de Burton, Batman no tiene pezones en el traje.
   Centrándonos en Eduardo Manostijeras, destacan, por un lado, la labor de su director (desplegando su imaginería gótica, rara, malrollera o como se le quiera llamar, en todo su esplendor), y por otro, y especialmente, la de Johnny Depp. El actor (quien, como le sucede a cualquier individuo sobre la faz de la tierra, me cae muy bien) compone aquí un personaje tan sumamente friki y entrañable que sólo con ver su cara cosida a cicatrices a uno le dan ganas de achucharlo bien fuerte, con sangriento resultado y todo. A su lado están Winona Ryder, muy mona, y Dianne Wiest, muy actriz, amén de un tío súper antipático que siempre está molestando al pobre Edward, y de Vincent Price, que protagoniza el ataque al corazón menos creíble de la Historia del Cine.
   Pero, aparte del cariño que le coges al personaje, la película tendría, en principio, muy pocas opciones para llegar a convertirse en un trabajo tan memorable, y, ni siquiera, en un remedo icónico de Pesadilla antes de Navidad (que, ya va siendo hora de que alguien lo diga, tampoco era para tanto, y ya que estoy, la mayoría de sus canciones eran horribles). Sin embargo, componiendo uno de esos extraños milagros cinéfilos, la película tiene algo. Y ese algo impide que puedas mirar a su endeble historia con dañina objetividad (vamos a ver, se trata de un robot cutre al que su creador, que es un cachondo, le ha puesto tijeras en vez de manos porque le daba la gana), y que apenas nada te resulte ridículo (aunque, cuando todas las vecinas lucen esos cortes de pelo made in Edward y una de ellas, incluso, se atreve a intentar seducirle, quede bastante cerca). Ese algo, lo llamaremos encanto, consigue que el invento te entretenga , te emocione, y te haga amar al bueno de Tim.
   En conclusión, supongo que ése es el sino de los clásicos, ser entretenidos y disfrutados generación tras generación, sin que ningún desalmado se atreva a cuestionar su originalidad ni a dejar al descubierto su estupidez. Ni siquiera yo voy a negar su condición de película excelente, pero tampoco añadiré que lo es.  

martes, 8 de mayo de 2012

De reggaetoneros, indies y otras bestias

Lo que son las cosas. Hube de necesitar el impulso de un profesor argentino yonki y amante del jazz y de demás parafernalia súper vanguardista de cagarse, para que me diera por estudiar el consumo musical que hay en España actualmente. La desazón fue mayúscula, no sólo por saber desde un principio cómo en el mejor de los casos mi trabajo no serviría más que para constituir la tesis de este señor para la Universidad de Oklahoma, sino por las conclusiones extraídas. Y antes de que alguien lo pregunte (pero nadie lo hará, porque nadie comenta una mierda y os odio mazo), no, no tengo otra cosa mejor de la que hablar. El último capítulo de Juego de Tronos fue la caña; estoy leyendo una novela estupenda de Gonzalo Torrente Ballester; y a medida que pasan los días fortalezco mi convicción de que Los Vengadores es una de las mejores películas de arte y ensayo que nos ha regalado jamás el celuloide; pero es difícil hablar de temas tan halagüeños conservando mi encantadora actitud de desencanto extremo. Así pues, disfrutad de mí como yo disfruto de mí mismo, si alcanzáis a poder. 
   Acabé hasta las pelotas de poner el nombre de "Cali y el Dandee" en el trabajo de marras. El Yo te esperaré, una delicia reggaetonera con un piano grandilocuente de fondo, unos épicos coros sobre el final,  e incluso una parte con cuerdas sintetizadas (que casi parece Arcade Fire, queridos), estaba al comienzo de la mayoría de las listas, aun cuando yo mismo ya la había estado escuchando y sufriendo desde principios del verano pasado. Pero qué nos está pasando, señores. Con una canción así ni siquiera puedes perrear, ni siquiera te lo pide el cuerpo. Por lo menos a mí, pero es que yo soy un intolerante de cojones, y me da mucha rabia que en EEUU la canción más escuchada sea Lonely boy, de los Black Keys (a la cual pertenece, por cierto, el mejor videoclip de la historia musical), y que aquí tengamos petadas las listas con Juan Magán, LMFAO Y EL INCREÍBLE ROBOT CON MUCHO MÁS CARISMA QUE ESOS DOS CAPULLOS JUNTOS, y con Pitbull Feat. SuPutaMadre. 
   Excusaría el tono diciendo que todo esto permanece en el ámbito exclusivo de la opinión, pero ya que estoy desatado voy a seguir con lo mío. Yo entiendo hasta cierto punto cómo se ha de producir música bailable para que, en las noches de discoteca, ésta te golpee en la nuca y se haga con tu capacidad motora, pero lo que no asimilo es que la gente escuche cosas así en su propia casa, se aprenda las letras (en caso de que éstas existan, y no, Pitbull no cuenta) y las escuche en su reproductor mientras va por la calle. Vamos, que no tiene mucho sentido, pero ahí tenemos a David Guetta, el hombre que mató el rock según la revista Rolling Stone (que últimamente está que no levanta cabeza la pobre), vendiendo discos, y encima dobles, como churros. 
   Pero igual no todo está tan mal. Y en este punto, siguiendo en la estela de lo que a mí me gusta es lo mejor/lo demás es caca, en muchas listas aparece, o aparecerá, Gotye, un chaval que canta igualito que Sting y que está teniendo tal éxito que acabará por resultar cargante, con Somebody that I used to know. Motivo de celebración no sólo porque es bastante audible, sino por su propuesta musical en sí, un pop minimalista, de sonido peculiar, y de una melodía muy efectiva. Es bueno ver que un género tan clásico como el pop, por tanto, sigue vendiendo, aunque cada vez coquetee más con la electrónica y los músicos pasen cada vez más tiempo jugando al buscaminas. 
   Ah, y también tenemos a Adele. Para que quede constancia de que no soy un modernillo de pacotilla, y de que no me gustan ni Joe Crepúsculo ni la música funeraria de Los Punsetes (aunque la "vocalista" de estos últimos es adorable), voy a seguir la corriente más mainstream en este punto, y a proclamar que esta señora debería ser Patrimonio de la Humanidad. Porque Someone like you (que, por cierto, a efectos matemáticos acabó siendo la canción más escuchada en España en la conclusión de mi trabajo) es una obra maestra, y porque a esta chiquilla me la tiraría antes que a Lady Gaga, sin dudarlo. 

Estos tipos son nuestra última esperanza

   En conclusión, parece que aquí en España de vez en cuando escuchamos buena música, y sólo faltaría, ya, que esa buena música fuera de origen español. Pero claro, llegado este momento, Vetusta Morla, Love of Lesbian, Russian Red y tantos otros dejarían de molar (si no lo han hecho ya, que están últimamente de un comercial que asustan, y encima Lourdes Hernández es de derechas), y se ganarían el desprecio de la comunidad indie que, lo juro, a veces es casi igual de deprimente que el resto de la sociedad. Porque hay mucha tontería, mucho individuo que escucha Manos de Topo, y porque la gente está muy loca, Johnny.
   Con esto creo que acabaría. Pero si alguien pensara que este artículo es muestra de un egocentrismo galopante, o que mi narcisismo es inabarcable, o que soy un gilipollas, que recuerde que, hoy en día, casi todos tenemos un perfil en Twitter.