miércoles, 22 de julio de 2015

Lo que siempre nos queda


Me encuentro en un aprieto. Uno grave. Un aprieto del copón. Hace un calor con el que se te derriten hasta las ideas, vengo de ver la nueva de Pixar, y acabo de comprobar que con ésta ya son 100 entradas las que cumple el blog, que se dice pronto. 100 movidas escritas desde aquella vez que me puse frente al teclado con la gorra de cazador-para-cazar-personas de Holden Caulfield conteniendo mis verborreicas neuronas, y el ansia de opinar sin filtros ni cortapisas culebreando en mis dedos. Qué os voy a contar que no sepáis, o que no sepan los de HispaBloggers: esto del blog no me ha servido ni para salir de pobre, ni para que me retuitee la gente de la farándula a la que insulto, ni siquiera para echar un mínimo y cinefilíco frungido, pero aquí vuelvo a estar frente al teclado; la gorra a un lado por motivos de higiene, supervivencia y decoro; y las mismas ganas de expresarme, y de que se me comprenda la expresión. Unas ganas que hoy en concreto se revelan humildes y desesperadas; tal es la magnitud de lo que acabo de ver. 
   Pixar. Sostengamos en la boca cada una de sus letras, de sus fonemas, de sus equívocos recodos. Tecleémoslas y saboreémoslas, acaso proveyendo a cada una de ellas de un recuerdo imborrable, de una certera y siempre diferente respuesta al "por qué el cine es lo mejor de la existencia" que lleva atormentando y guiando a sus precursores desde que el mundo es mundo (antes del cine, no lo era). P: Una Puerta reconstruida por la amistad que se abre, deja entrar a la ternura y ésta es recibida por un sinfónico "Gatito". I: Mr. Íncreíble abrazando a su familia luego de haber derrotado al mal por enésima vez y girándose precavido al oír las presentaciones del Socavadorrrrrr y el susurro de la secuela más largamente esperada. X: No se me ocurre nada con la X, pero menudo festín se pegó el Anton Boll-ego con el ratatuí ese que sólo te comerías si estuviera hecho de bytes (ni de coña de ser verdadero, que el condumio parecía sano y todo). A: Qué buena era AntZ (HormigaZ), pero qué intrascendente comparada con el discurso de Hopper y la pura maravilla que rodeaba aquella aventura que de en miniatura sólo tenía a los protagonistas. R: R...Vale, tampoco se me ocurre nada con la R y lo mismo empezar esto no ha sido una buena idea, pero mejor que hable por aquí lo menos posible de la trilogía de Toy Story porque ya bastante bajo estoy cayendo. ¿Se coge la idea, no? ¿Se entiende por qué este estudio cinematográfico supone una parte vital de "lo mejor de la existencia" que mencionaba, verdad? ¿Os hacéis cargo de por qué asistí con una emoción ya conocida pero añorada a los trailers precedentes, por qué ya encaré predispuesto al llanto el imprescindible corto (de los peores y más tontos, pero y qué), por qué la respiración se revelaba esquiva y algo se encabritaba dentro de mí paralelamente a los rítmicos e interiorizados saltitos del flexo de PIXAR?

El que se me diera un aire a Ada Colau cuando fumaba porros me desconcentró bastante, ya digo

   Porque hay que joderse. No sólo llevo ya un centenar de veces sacándole infausto brillo a mi ego con la aquiescencia de los internautas, sino que encima para tan memorabilísima ocasión (memorabilísima exclusivamente para mí, claro), me ha tocado en gracia reseñar la que, además de ser la mejor película del año/lustro/periodo hiperbólico que se prefiera, ha resultado también ser la mejor que Pixar nos ha regalado. En toda su historia. Y no la ha regalado camuflada enmedio de otros regalos de similar hondura y exquisitez, sino dándole carpetazo a la que gente muy mala y adulta ha venido llamando "decadencia del estudio". Cars 2, Brave, Monstruos University. ¿No son las mejores (Monstruos University sí lo es)? Puede ser, pero lavaos la boca a la hora de hablar del flexo, maldición. Que a veces parece que se os olvida que en cinco minutos escogidos de cada una de esas películas hay más cine que en, por lo menos, la mitad de las nominadas al Oscar a Mejor Película del infame año de turno (éste en concreto ha sido bastante bueno, pero la máxima se ha cumplido igualmente). Y eso no puede ser. No se puede ser tan ingrato. Ahora, la película apodada Del revés en España muy sosa y estúpidamente, y rebautizada como Intensamente en el juego de palabras más jocoso y confusamente erótico jamás alumbrado en Latinoamérica, va a ajustarles las cuentas a todos ellos, va a arrasar, nos va a dejar patidifusos y arrodillados ante su grandeza, el rostro congestionado por las lágrimas y la felicidad, la felicidad y las lágrimas. Damas y caballeros, Inside Out.

"Holiii"

   Lo primero que sería menester destacar de Inside Out, sin rascarnos mucho la cabeza, es el portentoso guión. Es, más que el guión, esa idea. Una que alguien podría pensar que de lo buena que es ya tienes media película hecha, y acaso razón no le faltaría sino fuera porque ésta en concreto podría limitarse a la pregunta "qué pasaría si los sentimientos tuvieran sentimientos" y a quedarse en la fachada, como ocurría con esos cortos anteriores que algunos han enarbolado para quitarle mérito al director Peter Docter (uno de ellos filmado por el propio Walt Disney, datando de 1943 y usado en su momento como propaganda anti-nazi, party hard). Inside Out es más que eso. No se queda sólo en las emociones primarias (las consabidas Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco), sino que pica mucho más alto, pretendiendo alcanzar niveles amplísimos de profundidad humanista y psicológica. Los que no la habéis visto es que, simplemente, no os podéis ni imaginar hasta dónde llega dicha introspección. Para los que sí, mirad este corto y confirmad lo mucho que os la suda que Inside Out no sea tan "original" (además he comprobado las fechas y no es tan probable el plagio como la coincidencia; sacaría a colación el caso True Detective/La isla mínima, pero dada la película a criticar lo considero un poco de mal gusto). 


   Decía, digresiones desafortunadas aparte, que Inside Out es un prodigio de imaginación, planificación e ingenio, una auténtica Fábrica de Ideas que deja a los petardos de Marvel a la altura de un negrísimo betún. Todo latiendo, ahí concentradico, sin hacerse mucho de notar, sin darse demasiada importancia, en un metraje ajustado con sabor a clásico instantáneo e incluso labor pedagógica y/o catártica (gente de mi entorno ya ha reiterado que el invento ha cambiado su forma de ver la vida, y añado esto no tanto por cuantificar el impacto como para demostrar que no era el único tipo con barba que se sonaba los mocos ruidosamente en el cine... además que sí, que lo suscribo, que después de Inside Out nada volverá a ser lo mismo). Mencionar algunas de estas Ideas sería hacer el Spoiler más asesino e despreciable posible, así que me los guardo para mí y los comparto tácitamente con los bienaventurados que ya la hayan podido ver y aún así, bienaventurados sean por partida doble, me estén leyendo. Vamos, que la peliculita es también el paradigma total de cómo desarrollar una buena idea y convertirlo en algo grandioso. 

Os presento a Alegría y Tristeza, y para quien se lo pregunte; sí, son tan achuchables como la peli en su totalidad

   Como no sólo gracias al cerebro vive el ser humano, es imperdonable no mencionar, aunque tratándose de Pixar sea de Perogrullo, aspectos tales como la animación y la banda sonora. Siempre fue mi creencia solemne que los amiguetes alcanzaron la cima  infográfica con la nunca suficientemente valorada Ratatouille; que a partir de ahí lo único que podrían hacer sería perfeccionar lo perfecto, y en Inside Out pasa nada más y nada menos que eso, con el añadido de que hay tanta inventiva depositada, tantas buenas ideas visuales, que la película acaba siendo una delicia no sólo para la vista, sino para el resto de los sentidos. Admirar las infraestructuras y diversos niveles de la psique humana, escuchar la portentosa banda sonora de Michael Giacchino, saborear hipotéticamente los caramelos de Bing Bong (sí, a lo mejor no sabéis quién es, pero cuando lo sepáis... ay, cuando lo sepáis), olisquear esas pizzas de San Francisco tan hilarantemente vanguardistas, sentir que puedes tocar, que ojalá pudieras tocar, cada uno de esos recuerdos esféricos en cuya superficie no ves reflejado a otro que a ti mismo... Joder, ya vuelve. Ya estoy llorando otra vez.
   Por si todo esto fuera poco y no diera de por sí para una obra maestra de manual que aún así ya quisieran Baymax y los coños locos de Frozen, encima es que Inside Out es divertidísima. La peli tiene tantos chistes que a veces hasta se le olvida dejarlos de lado cuando sobreviene el drama (y decide no dejarlos, y entonces es simple y llanamente orgásmico), y todos funcionan excelentemente y, como la marca manda, a varios niveles de profundidad y entendimiento. Cumbres como la discusión familiar durante la cena que ya pudimos ver en el teaser (sí, ¿no os acordáis?, aquél por el cual decidimos automáticamente que Inside Out sería nuestro próximo e inevitable amor veraniego), la caracterización de los funcionarios que trabajan en la mente de la niña Riley, ciertos diálogos en los que la genialidad viaja a la velocidad de la luz, o la sucesión de gags del final. Osea, a ver. Yo es que me esperaba que Inside Out fuera a ser inteligentísima y emotivísima, pero lo que nunca me habría imaginado es que me iba a reír bastante más de lo que lloraría.

"¡Paso de Los cuatro fantásticos! ¡Paso de Batman v Superman! ¡Ant-Man la va a ver su señora madre! ¡NO ME GUSTÓ EL TRAILER DE SUICIDE SQUAD!"

   Aunque llorar sí que he llorado, como he dejado caer antes. Como para no. Inside Out es poderosamente emocional, y una vez que atrapa al espectador (más o menos a los dos minutos de empezar, con la explicación de cómo funciona todo y las primera sucesiones de recuerdos), le manipula a su antojo para que ría cuando quiere que ría, llore cuando así lo disponga, e incluso ni siquiera pueda advertir ciertos huecos de guión o soluciones argumentales tiradas de los pelos (las hay, pero me siento sucio por el mero hecho de mencionarlas). E Inside Out te llega a la patata, claro. ¿Alguien dudaba de que pasaría? Y dudo que mi aireada predisposición a que me manipulen y saquen fluidos sea muy determinante en estas circunstancias; ni siquiera es que, desde una perspectiva fría, pueda sentirme identificado con Riley. No sólo por gastar badajo, ni por el hecho de haber tenido (por desgracia) sentido del ridículo desde que tenía unos dos años. Es que no cuela. Me habláis de Andy y de cuando yo quise hacer mi propia colección o luego me fui a la universidad a no follar y sí, ahí hay un feeling, una conexión. Con Riley es forzar mucho la máquina, pero ahí reside parte de la grandeza de Inside Out (la hay para dar y tomar); lo que cuenta es tan asombrosamente universal y cercano que ni siquiera ese sentimiento tan sobreexplotado en nuestros tiempos como es la nostalgia (por aquí y por allá) acaba siendo el imperante. Claro, hay mogollón de flashbacks en color sepia y todo eso, pero no es en semejantes collages donde reside la auténtica emoción. En absoluto.
   La auténtica emoción la hallamos en esa relación desencantada pero encantadora entre un marido y una mujer; en ese amor violento, irredento, invencible, entre unos padres y su hijo/a; en la amistad, por definición siempre egoísta; en el primer amor que algunos todavía buscan consumar; en la inesperada virtud de hacer el payaso; en la tristeza que necesita envolvernos para que luego la alegría brille más. La auténtica emoción, al cabo, se halla en la expectación por lo que a Riley le queda por vivir. Por lo que nos queda por vivir a todos nosotros.
   Así que no, joder, se acabó la nostalgia. Miremos hacia adelante, respiremos hondo, calémonos la gorra. Y vayamos a por, mínimo, otras cien entradas más.


PS. Muchas gracias por estos años.

miércoles, 15 de julio de 2015

El efecto 2000


Resultan llamativos, en el año de retorno de Parque Jurásico (1993), Terminator (1984) y La Guerra de las Galaxias (1977), el desprecio o indolencia que a todos parece inspirarnos los 2000's; bien sea porque no ha habido tan buenas películas, bien sea porque nos hemos negado a verlas, es vicio común echar la vista atrás y recordar con un romanticismo que yo calificaría como cínico experiencias que nunca llegamos a tener, o que tampoco nos parecieron para tanto en su momento. Esto es, uno no vivió los 70, los 80 o los 90 sabiendo que vivía en la más chachi de las épocas, sino que los vivió a secas, vamos, como pudo, sin la vista puesta en ninguna década precedente porque no podía y tampoco le habría visto utilidad de poder. La gilipollez y cursilería del ser humano, en efecto, sobrevienen con la edad, y la única y verdadera virtud con la que cuenta la nostalgia es lo furibundamente que puedes disfrutar revisitando una película (Gremlins, Los Goonies, Tras el corazón verde, sí, casi cualquier film de los 80) que te horrorizaría de ser estrenada ahora. Sin contar, claro, con lo asquerosamente rico que te puede hacer. 
   Jurassic World ha batido todos los récords que se ha propuesto batir gracias exclusivamente a haber comprendido la naturaleza más íntima y profunda de la nostalgia, basando en ella la totalidad de su producción y sus posibilidades. Y yo que me alegro, eh, no pude pasármelo mejor en el cine, pero también sería interesante pensar hasta dónde llegan dichas posibilidades; ¿seguirá valiendo el ingrediente nostálgico para las secuelas que ya se vislumbran? Puede, claro, porque en Jurassic World hay dinosaurios. Lo que es Terminator, bueno... lo tiene algo más difícil. Y, de hecho, los críticos no han aguantado ni un asalto y no han perdido tiempo en poner a caer de un burro a la quinta parte, subtitulada con mucho cuajo Génesis. Una vez vista, la única razón que se me ocurre para tal inquina es que la primera de Terminator nunca fue de sus pelis favoritas de la infancia. Quizá era demasiado pesimista, oscura y violenta, y los mariconcetes preferían ver El Secreto de la Pirámide. Además, la peli de James Cameron no tenía dinosaurios. Así no había manera.

La totalidad de la década de los 80, y parte del cine de J. J. Abrams, resumidos en una sola imagen

   Ojo, que para quien esto escribe Terminator tampoco fue nunca una de sus favoritas, en favor de Terminator 2. El Juicio Final, que con eso sí que era para fliparlo fino, con el Chuache, el pelo de Edward Furlong, Guns N Roses, la acción, los efectos digitales (que, en efecto, hasta ahora sólo han podido ser igualados), y esa escena final en franca y celestial combinación de lo emotivo, lo épico y lo JODER ESTO FUNDE. Pero sí, quien esto escribe guarda por tanto un gran recuerdo de los cyborgs que viajan al pasado para complicarse (y justificarse) la existencia, y por tanto era un espectador potencialmente impresionable y poco exigente. En otras palabras, el target elemental de la nueva propuestaY sí, resulta que Terminator Génesis TAMBIÉN es la polla. Que no os engañen.
   Porque la película que ha dirigido Alan Taylor (primera y última vez que mencionaré su nombre) funciona a todos los niveles, y ni siquiera te exige, como hacía Jurassic World, que sus precedentes sean piezas clave de tu infancia cinematográfica: tan sólo has de haber visto las dos primeras y haberte percatado de lo buenas que son (la primera en concreto, vista en retrospectiva, es posiblemente el filme más inteligente y fascinante de la década de los 80). Sí, si quieres también puedes haber visto la tercera (que ya que pasamos por aquí, NO, no era tan infumable), y la cuarta (que ya que pasamos por aquí, SÍ, sí era tan infumable), pero como parece que ésas no las han visto ni los guionistas pues tampoco vamos a insistir más. Decía que es una peli correctísima, tan funcional como el T-1000 más moldeable que se nos antoje, divertidísima, entretenidísima, y tan desvergonzadamente calculada como, aún volveremos más veces a ella, Jurassic World. Los responsables adelantaban que Terminator Genisys sería a la vez una secuela, una precuela y un reboot, y aunque la idea pueda parecer una gilipollez (y, en efecto, serlo), el resultado cuenta con tantos guiños y referencias que sólo parece justificado por ellos, y es impecable. Dentro de que, claro, nada tenga demasiado sentido en él.

Venga en serio, si no os reísteis con esto necesitáis reparar urgentemente vuestro sentido del humor

   No me liaré aquí, como hizo el desastroso trailer, a hacer spoilers (no por arruinar la película, sino por dejar que os descojonéis vírgenes), pero los guionistas han seguido aquí un método de trabajo exclusivamente limitado al "a ver quién la suelta más gorda". En serio. Génesis es un completo y total despiporre, que casi pasaría por parodia (los chistes, esta vez, son demasiados), de no conservar la capacidad para emocionarnos prácticamente intacta. Sarah Connor, John Connor, Kyle Reese, Skynet y, pardiez, el Chuache, son todos una familia, que nos anima a unirnos a ella durante un par de horas que se pasan más a gusto que en brazos. Eso sí, le han cambiado la cara a la mayoría, y si bien Emilia Clarke se salva un poco, lo de Jai Courtney como Kyle Reese es bastante vergonzoso. Nos han cambiado al actor de la primera del cual paso de buscar el nombre en FilmAffinity (pero que lo hacía genial) por el chulopiscinas que decía ser el hijo de John McClane, sin que nadie se lo creyera, en esa bazofia inmunda que es La Jungla 5. Pero qué es esto por favor. ¿Acaso sigue habiendo gimnasios, esteroides y runners en el futuro distópico post-Juicio Final? Ya podían haberse esmerado más las máquinas en destruirnos, coño.
   El reparto no está especialmente acertado, como vemos, porque además han cambiado a Robert Patrick por un chino de obsolescencia programada y han puesto a J. K. Simmons haciendo de pringao, cosa que no tiene perdón de Dios, aunque a quién le importan estas chuminadas si está el Chuache. Ya no lo dobla Constantino Romero, está bastante perjudicado y no puede condenar a nadie a la silla eléctrica, pero sigue en forma. Incluso aunque hayan rebajado bastante su componente amenazador (en favor del emocional, siguiendo la estela de Terminator 2), y el carroza confunda a menudo el carisma con cachondearse de sí mismo continuamente, el Chuache sigue siendo el Chuache, y nadie lleva la recortada como él. Siguiendo con las analogías con Jurassic World, el T-800 es el Tiranosaurio Rex que, cómo no, siempre vuelve. Y siempre es magnífico.

Llegado un momento meten a un Chuache jovencito hecho por CGI. Aunque no os lo creáis, cuela

   En cuanto a otro componente vital como es la acción, la verdad es que la peli también cojea bastante. Hay muchísimos tiros, y hostias, y coches destrozados, pero ciertamente carece de una set pièce memorable como el tiroteo en la comisaría de la primera, la persecución en el canal de la segunda, o la escena con la grúa de la tercera, mientras que, sin embargo, su prólogo ambientado en el futuro chungo merece muchísimo más la pena que todo Terminator Salvation. Han escatimado también bastante con la violencia, no habiendo ni una sola gota de sangre en todo el metraje (éstos son los 2000's, amigos), y la traca final queda en verdad muy descafeinada, cuando la puesta en escena (mediocre a todas luces... exactamente igual que Jurassic World) demuestra definitivamente no dar más de sí. 
   Y con esto se acabaron los defectos. Porque a ver si lo entendéis, si lo entienden los críticos, que dan igual. Que esta peli es la bomba. Que lo único que os ha de importar es lo mucho que os vais a reír, lo mucho que os vais a marear intentando poner orden en todo el caos espaciotemporal que se montan (a raíz del cual diría que el guión es un churro si no fuera porque es muy posible que esté escrito así adrede), y lo mucho que lo vais a flipar con, sobre todo, la primera media hora de proyección, que es como el clímax de Regreso al Futuro 2 con más palos y robots pero hecha con el mismo sentido del humor, y por tanto modélica en todos los sentidos. Los arranques de la saga siempre suelen ser apoteósicos, y Génesis, tan autoconsciente, tan posmoderna, no iba a ser una excepción. 

"No... definitivamente éste no es mi jodido tiempo"

   Por otro lado, la propia mitología de la saga, al ser examinada y estudiada concienzudamente para agradar a todo el mundo sin contar con una sola idea original, logra momentos potentísimos, como Sarah Connor adoctrinando a cierto niño importante del futuro, Kyle Reese intercambiando pullas con el mismísimo Skynet (aquí incluso cabe un poco de filosofía de la de los veinte duros), el hilarante segmento en la comisaría, la utilización del Sheena is a Punk Rocker (sensacional dentro de su inherente WTF), o, sobre todo, la escena que sitúa a Jai Courtney y Emilia Clarke juntos, temblando y en pelota picada en medio de la autopista. Este momento en concreto está hasta bien dirigido y resulta sublime, íntimo y poético, y no sólo porque a Daenerys casi se le vean las glándulas.
   Así que ya estáis moviendo el culo para ir a verla, siempre y cuando al final salgáis de la sala reivindicando la primera y la segunda como grandísimas películas y repitiendo cansinamente (por cada vez que lo hagáis os saldrá una cana, pero eso os dará igual porque el Chuache tiene muchas), que nunca hubo ni habrá nada como los 80/90. Exactamente igual que haréis cuando veáis El despertar de la Fuerza, aunque en los 70 a lo mejor vuestro padre no hubiera pasado ni por la pubertad. La verdad es que está siendo un año cojonudo.