lunes, 23 de diciembre de 2013

La crítica más friki jamás vomitada. Parte II

Los que en su día leyeran la kilométrica crítica que hice de El Hobbit. Un Viaje Inesperado, la primera parte de la que ya llevamos largo tiempo considerando la trilogía más innecesaria de la Historia del Cine, quizá recuerden la opinión que me mereció, o muy probablemente, no. Esto es porque a la hora de valorarla en todo momento confundí el criterio, más o menos bueno (o eso quiero creer, y creo), que he ido forjando a lo largo de mi experiencia cinematográfica, con el frikismo más militante y apasionado, el que me merece la obra literaria que Peter Jackson, más conocido como el cineasta que perdió cualquier mínima dote artística paralelamente a sus kilitos de más, adapta. Por tanto, ¿me gustó la primera? En una palabra, sí. ¿Es una buena película? No. La he visto siete veces más desde entonces, y cada vez me ha parecido peor. Y, aún así, la veré muchas veces más, porque, antes que crítico y escritor frustrado, soy un freak, un geek, un nerd, y demás adjetivos anglopollófilos que se os puedan ocurrir. Con todo lo que esto conlleva. Creo.
   Como ya hice en su día, para la siguiente crítica (referida, como seguro que no habéis adivinado, a El Hobbit: La desolación de Smaug), voy a dejarme llevar y a hacerla tan larga como me salga de mis frikérrimas napias, que para eso me he leído un huevo de veces El Hobbit y visto como tres huevos más de veces la trilogía original. Examinaré en adelante la película paso a paso y detalle aleatorio a detalle aleatorio, así que, sí, voy a spoilear como un descosido, porque estoy en mi derecho, y porque no tengo nada mejor que hacer. 

O estoy loco o en este cartel hay demasiada peña con arcos y flechas. ¿Posicionamiento?

   La desolación de Smaug empieza, primera sorpresa (y habrá muchas sorpresas, y casi ninguna positiva), bastante bien, con un prólogo en Bree no por innecesario menos eficaz, en el que aparece hasta Peter Jackson haciendo un cameo burlón, como diciendo "Sí, esta trilogía es el gran proyecto masturbatorio de mi vida, y me han dado un cojón de dinero para ponerlo en marcha. Que lo disfrutéis, y si no, os jodéis, ya disfrutaré yo por vosotros". El diálogo está incluso bien escrito, y enlaza con el final de la primera parte de un modo genuinamente emocionante. Muy simple, pero emocionante al fin y al cabo. El público contiene el aliento, la historia ha sido introducida de modo inmejorable, y ya en un par de segundos aparecen los orcos, y se desarrolla la primera carrera de muchas, muchísimas. Aparece Beorn, y efectúo el primer fruncido de ceño de muchos, muchísimos fruncidos de ceño (esta última puede haber sido la frase más rara que he escrito nunca no alcoholizado). Aparece Beorn, como digo, pasando de ser el enigmático y magnético personaje que Tolkien configuró con unas pocas líneas en el original literario, a un tipo alto y muy feo al que le pasa lo mismo que a la madre de Brave, con la diferencia de que el oso en el que se transforma está mucho peor diseñado y es bastante más estúpido (igual Jackson pensó que sería divertido que se quisiera merendar a los protas y éstos tuvieran que impedirle entrar en SU PROPIA CASA para salvarse, pero yo sólo lo vi de muy mala educación). Un breve diálogo intrascendente cuando ya el osito se ha portado bien y le han dejado entrar en SU PROPIA CASA (muy, muy descortés), y de nuevo en marcha. 
   Llegan a los umbrales del Bosque Negro, y Gandalf de repente, así porque sí, escucha la voz de Galadriel en su cabeza que le insta a pirarse por enésima vez, y, yo qué sé, siempre he pensado que entre estos dos hay algo muy sórdido, recuérdese cómo la elfa le acariciaba el cabello en la peli anterior, así que tampoco le culpo. Viva el amor interracial. De momento. Pues eso, que Gandalf se da el piro, y yo sólo deseando, aunque a sabiendas efímeramente, que no haya ido al encuentro de Radagast El Pelma, mientras que la compañía de Bilbo, Thorin, Balin, el enano horny y los demás, se interna en el Bosque Negro, que antes por lo visto se llamaba el Bosque Verde y eso me hace mucha gracia (por Caterpie, Metapod, Butterfree, esas cosas, Pokémon, joder, dejadme en paz). Los miembros de la compañía empiezan a flipar, probablemente por las mismas setas que se tomaba Radagast El Pelma, no se topan con Sebastian el erizo, porque ya chupó mucho plano en la primera, y aparecen las arañas gigantes. Peter Jackson elabora entonces una set piece que quiere ser como la lucha contra Ella-Laraña mejorada (esto es, metiendo un cojón de arañas más), pero que causa bastante indiferencia, y, entonces, ay, alegres compañeros, empieza la juerga. El festín de los rellenos.
   Ya comenté hace tiempo, y no recuerdo a cuento de qué, lo que me parecía la inclusión de Legolas en la nueva película de El Hobbit, y desde ya os aseguro que mis malas vibraciones no erraban en absoluto. No sólo es que Orlando Bloom esté horroroso, con esas lentillas gays que le han puesto y su nulo talento interpretativo, sino que su trama es lo peor de La desolación de Smaug, y, sopesando toda la inmundicia que sólo he empezado a describir, es mucho decir. Legolas es el pomposo hijo del rey Thraundil, un elfo, si cabe, aún más irritante que él, y está enamoriscado de una elfa, Tauriel, que no sólo no sale en la novela de El Hobbit; tampoco lo hace en ninguna otra. Tauriel, la insensata, pasa de él, y para empeorar la situación (porque sí, puede ser peor), le hace ojitos a su vez a, redobles funerarios, por favor, ¡el enano horny! Os juro que según se presentaba la subtrama me podía imaginar a Tolkien revolviéndose en su tumba, y a miles de fans de su obra echando la pota alrededor del mundo. Yo no sé cómo me las apañé para no hacerlo. Probablemente, porque el despropósito era tal que comenzaba a ser divertido, y según vi la pedazo mierda de diálogo que el enano horny y Tauriel se marcaban en los calabozos del Reino de los Bosques, acabé optando por relajarme, y disfrutar en la medida que pudiera. 

"I`m sexy and I know it"... jo-der. ¿LMFAO? ¿En serio? Estoy perdiendo facultades

   Peter Jackson entonces opta por hacérmelo más fácil, y a continuación orquesta una escena de acción totalmente delirante pero enormemente disfrutable, metiendo a los enanos y a Bilbo en unos barriles y lanzando en su persecución a través de un río con rápidos, cataratas y demás cosas molonas, tanto a elfos cabreados como a orcos. Incluso echa el resto con probablemente el plano secuencia más chorra de la Historia del Cine, y con las primeras mutilaciones creativas de los orcos. Bilbo y los enanos conocen poco después (poquísimo después) a Bardo el Arquero, y ya, por fin, vislumbramos algo parecido a un logro en una película, como veis, que estaba resultando bastante calamitosa hasta el momento. Por mucho que más o menos por entonces aparezca Radagast El Pelma, sin molestar mucho eso sí, y el triángulo de amor bizarro entre Legolas, Tauriel y el enano horny sufra un giro inevitablemente chusco (porque esto no podría salir bien, y Jackson lo sabía, y se la sudaba en épicas proporciones, imagino). 
   El caso. El metraje desarrollado en la Ciudad del Lago acaba pasando por el más interesante, al conocer a fondo a Bardo El Arquero y a su simpática familia (algo que el manuscrito original sólo esbozaba), y los tejemanejes corruptos que allí se cuecen, con un Gobernador que quiere ser como un Théoden malvado pero que me recuerda demasiado al Rey Trasgo de la primera como para imponer un mínimo de respeto, y un Gríma Lengua de Serpiente que igual no es él, pero que desde luego nunca dice que no lo sea y estoy seguro de que lo es, en fin, una meada fuera del tiesto más. Bardo, por lo menos, insisto en que mola, e incluso sus hijas están buenas (puedo decir, legalmente, que al menos una de ellas). Y nada, la compañía intenta pasar desapercibida en la Ciudad del Lago y no lo consigue, pero tampoco pasa nada, porque todos en el lugar están contentísimos de verlos. Vuelven a partir, y comienza el tercer acto. Supongo. 

Más quisieran ser estos cantamañanas Bernard Hill y Brad Douriff. Sí, no he tenido ni que mirar los nombres de los intérpretes de Théoden y Lengua de Serpiente en FilmAffinity.  La verdad, no sé cómo es que follo tan poco.

   Hasta ahora, dos cosas están claras: el relleno que se han obstinado en meter es, en su mayor parte, una enorme y olorosa basura, y el ritmo que lleva es considerablemente mejor que en Un viaje inesperado, pues no han dejado de pasar cosas desde que empezó. Que no sean en su mayoría buenas, no impide que tenga que admitirlo. El caso. Smaug El Magnífico se dispone, por fin, a aparecer. Entretanto, Gandalf se ha pegado un paseo muy largo y absurdo por unas escaleras súper mal diseñadas en lo que a ergonomía y seguridad se refiere, ha presumido de polla delante de Radagast, y se ha metido él solito en la boca del lobo, para enfrentarse con, ATENCIÓN, el mismísimo Sauron. Sísí. Como lo leéis. Y como el dire no tiene miedo en absoluto de que comparen en todo momento su nueva trilogía con El Señor de los Anillos, ha pensado que es una idea estupenda planificar dicha batalla de un modo EXACTAMENTE IGUAL a la lucha con el Balrog de La Comunidad del Anillo. Vamos, que hasta coloca a los contendientes en UN JODIDO PUENTE. Peter Jackson, esto ya es un hecho sobradamente demostrado, se está riendo de nosotros. En la puta cara.
   En fin, que al menos Smaug mola mucho, como cabría esperarse, aunque tampoco tanto como oiréis decir por ahí. La voz es bestial, su diseño está guay, sin más, pero, nuevamente en pos de rellenar, Peter Jackson la ha vuelto a liar parda, como con Radagast. El diálogo con Bilbo está muy bien llevado, el dragón se hace respetar, pero es que luego, sin venir a cuento, y como no podemos acabar la película sin un clímax enormemente impactante, dicho dragón se vuelve idiota del culo. Sólo así se explica que en una hora de persecución no sea capaz de merendarse a nueve enanos (sí, se me olvidó mencionarlo, cuatro de ellos se han quedado en la Ciudad del Lago tomándose unas cañas con Bardo y sus hijas buenorras) y un hobbit. Una hora de persecución, como digo, absurdísima, rematada con un plan que no tiene ni pies ni cabeza que sólo consigue que el dragón se cabree aún más, pero en lugar de acabar vaporizándolos a todos, al final coge y se pira. Por la cara. Y Bilbo mira cómo se aleja volando y se pregunta, "¿Qué hemos hecho?". Eso digo yo, Peter Jackson y compañía, panda de cabrones. ¿Qué habéis hecho?

En otro orden de cosas, si vosotros también creéis que el bicho de Corazón de Dragón (Rob Cohen, 1996, doblado por Paco Rabal) molaba más, no dudéis en, no sé, seguirme por Twitter: @AlCorona92

   Como estaréis comprobando, La desolación de Smaug no me ha gustado especialmente, y eso que no he comentado la acción paralela que a las correrías de Bilbo y los demás huyendo del dragón se sucede en la Ciudad del Lago, otra chufa únicamente motivada por meter una vez más a Legolas y Tauriel matando orcos que da gloria verlos. De hecho, Legolas no hace otra cosa en la película que matar orcos. Y lo digo totalmente en serio. Pero como iba diciendo, La desolación de Smaug podría ser, y es, un bodrio, y ahora tocaría discernir si lo es sólo porque yo, como me he leído el original literario, lo veo así, o porque realmente es una boñiga de película. 
   Dejaré eso a vuestro juicio tras examinar unas nociones más. Los actores, salvo Orlando Bloom, el polloperas de su padre, Radagast El Pelma, el Rey Trasgo y Gríma 2.0., están en su mayoría resultones. Richard Armitage consigue exactamente lo que se requería de él, que un tipo tan varonil y honorable como Thorin nos fuera cayendo progresivamente peor; Ian McKellen es Dios en la Tierra Media; Martin Freeman el hobbit más encantador que imaginarse pueda, y el resto, el tío que hace de Bardo, el enano horny, el bueno de Balin, etcétera, están muy bien también. La música de Howard Shore, en esta ocasión, brilla por su ausencia (ni el leitmotiv de los enanos se nos deja escuchar), y, lo que puede ser lo peor de todo, la emoción también. Esto es, en resumen, de lo que más adolece La desolación de Smaug. No hay emoción por ninguna parte. Sólo muchos fuegos artificiales, persecuciones a mansalva y CGI. 

Pues diréis lo que queráis, pero Mario Casas al menos es un buen humorista, y vocaliza bastante mejor

   Y esto es lo que sí que no le puedo perdonar a Peter Jackson. Que una película ambientada en la Tierra Media no consiga emocionarme lo más mínimo, que no me provea de ninguna escena épica y solemne en el que el diálogo y la música se fundan para conseguir una reacción en mí que se rebele superior al espanto y sorna que he ido experimentando hasta ahora. Eso sí que es pura y dura desolación. 
   El filme que nos ocupa no es sólo notablemente inferior a Un viaje inesperado por suponer una adaptación mucho peor, sino por carecer, esta vez no ha colado, de alma. Así que, sí, nos encontramos ante la peor película ambientada en la Tierra Media de Peter Jackson, y por muchas veces que en el futuro la revisite, y me empalme como suelo hacer con las escenas más molonas (notoriamente escasas en esta ocasión, como habréis podido averiguar), esto lo tendré siempre muy claro. Lamentablemente, Partida y regreso promete ser aún más excesiva (quedan bastantes pocas páginas por adaptar, y mucho relleno más que meter), y sólo hay una pequeña probabilidad de que la auténtica épica, por tratarse del final, vuelva a hacer acto de presencia. 
   Hasta entonces, me limitaré a esperar. Sin ansiedad, sin tensión, y sin esperar, en fin, realmente nada. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

La vida secreta de los amargados


Hace un par de días comentaba el modo en que trataba la nueva peli súper oscarizable del año, 12 años de esclavitud, de conmocionar al espectador, de hacerle doloroso partícipe de la terrible historia que contaba, de remover sus emociones y sensibilidades a golpe de látigo y de plano fijo, amén de una banda sonora repetitiva y efectista. Comentaba, también, cómo fracasaba míseramente en su empeño, creando en un servidor una mezcla de agotamiento, exasperación, y germinante deseo de que acabara de una vez. 
   Es por ello que ahora he de escribir estas líneas con, al menos, un ligero sonrojo, o al menos debería, porque me la trae bastante floja, el caso es que La vida secreta de Walter Mitty no ha podido gustarme más. En serio. He vuelto a casa preguntándome cómo podría haberme gustado más, y no hallaba respuesta. La película ha generado tantísimas emociones en mí, me ha conmovido tanto, que he llegado a sentirme un poco paleto al recordar cómo asistí con abierto estoicismo a la enésima visión de negros recibiendo la del pulpo. Osea. ¿Me aburro viendo la película definitiva sobre uno de los pasajes más tristes y vergonzosos de la Historia, y luego mojo las bragas viendo a Ben Stiller viviendo aventuras, enamorándose, y haciendo cosas maravillosas al ritmo de David Bowie? Al final resultará que soy un tipo bastante simple, por mucho Lars von Trier al que bese el culo (¿pagaré finalmente por ver Nymphomaniac?, ¿cruzaré esa barrera?, ¿conseguiré empalmarme con Charlotte Gainsbourg?, muy probablemente, no a todo). 

Soy súper fan de Shia LaBeouf, ¿eh? Sólo quería que lo supierais

   En fin. Como ya hice con 12 años de esclavitud, lo único que puedo hacer es defender y justificar mi postura desde la más engañosa de las humildades. Para empezar, creo que La vida secreta de Walter Mitty es una obra destinada a gustar y emocionar absolutamente a todo el mundo, y no sólo porque me haya emocionado y gustado a mí (ya sabéis, el que pasa mazo del Holocausto judío), sino porque hay tal cantidad de buen rollo, tanta simpatía, tanto positivismo, que sólo un sujeto enormemente amargado podría reaccionar con insensibilidad ante ella (y que conste que, para gente amargada, yo mismo). Poniéndonos cinéfilos, la película de Ben Stiller rebosa del mismo espíritu que aquél que hacía grandes las películas de Frank Capra, hará como un millón de años, un espíritu de auténtica esperanza en el ser humano, de kamikaze idealización del amor, de ferviente deseo por vivir, y vivir feliz e intensamente. No importa lo pringada o fea que sea una persona, lo miserable que sea su jefe, la vida de mierda que tenga; gracias a películas tan irreales como ésta, podemos ver cómo triunfa en sus propósitos, cómo encuentra a alguien que le quiera sólo por el interior, cómo le canta las cuarenta a su jefe y se marcha al paro con la cabeza bien alta, y con dos cojones. Esto es cine, y todo puede suceder dentro de él.
   Tal sensiblona diatriba, que he optado por dejar que fluyera virgen sólo para que veáis lo muy tocado emocionalmente que sigo estando horas después de haberla visto, puede no servir como crítica seria (nada de lo que hago sirve, realmente), así que concreto. Ben Stiller como protagonista está entrañable en su justa medida, con sus titubeos y sus ojos azules en perpetua sorpresa, y como director se las apaña realmente bien, con planos enormes muy a lo Peter Jackson y escenas de acción delirantes con tanto CGI por medio que tampoco es que parezca que le haya costado mucho. La chica, Kristen Wiig, es un bellezón, y no uno de esos bellezones que te tirarías sin piedad, sino uno de los que te enamorarías en la distancia, mirarías a los ojos en todo momento, recitarías poesías estúpidas, y luego, ya si eso, te tirarías sin piedad. Osea, que muy bien. Luego están la también deliciosa Shirley McClaine como la madre del susodicho Walter Mitty, un tío de aspecto muy raro y repelente que hace de malo y se hace odiar convenientemente, y Sean Penn haciendo un cameo con, sin embargo, bastante más diálogo y tiempo que en El árbol de la vida

Ben Stiller haciéndose la típica foto post-postureo para demostrar que de vez en cuando dirige

   El guión es un compendio de idas de olla que, mal ensambladas, podrían haber causado auténtica vergüenza ajena, pero que no es el caso, y tales idas de olla se contemplan con el mismo encanto y relajación, o incluso más, que, así a bote pronto, Amélie. Asimismo, no acaba siendo más que la típica historia del héroe haciendo un viaje de autodescubrimiento, bañado en una épica forzada pero eficaz y un lirismo que tampoco molesta, combinando con un sentido del humor, digamos, bastante extraño, con el que igualmente se sintoniza muy bien (y de qué manera, tendríais que ver lo escandalosamente que se reían los palurdos de la sala... ¿por qué la gente en el cine se ríe por todo? Ven a un perro mutilado pegando brincos y se desorinan. Es acojonante). 
   Pese a que pueda haber llevado a esa conclusión con mi lúbrico piropo, La vida secreta de Walter Mitty dista bastante de ser perfecta, y mi excitación con respecto a ella se debe, simplemente, a que me ha llegado. Y me ha llegado tanto que voy a enumerar los fallos que tiene sólo por deporte, aunque ya mismo podría acabar y deciros a todos que corrieseis a verla, insensatos. Básicamente, lo que tiene la película es que es enormemente manipuladora, y parece orgullosa de serlo. Todo en ella apunta al corazón del espectador, a apabullarle e impactarle como sea, y, en vez de recurrir a negros azotados, se limita a poner a Ben Stiller tomando alguna decisión importante mientras suena alguna canción épica (extraordinariamente épica en el caso de Arcade Fire y de David Bowie, siendo la escena con el Space Oddity de este último como fondo probablemente la mejor de la función), para luego manufacturar un tercer acto no por largo menos impecable, en el que cada escena deja al público al borde de las lágrimas (yo lloré como una magdalena con el vídeo del niño en el monopatín, confieso sin la menor vergüenza... bueno, con a lo mejor un poco sí). La vida secreta de Walter Mitty es descaradamente manipuladora, y puede que su parte central esté demasiado hinchada (aunque no podría decir que se hace aburrida en algún momento), o se dejen caer momentos no demasiado inspirados, o se hayan enseñado demasiadas cosas en su trailer, pero es, indudablemente, una gran película. De ésas que trascienden la vida y hacen pensar que ojalá toda ésta se desarrollara dentro de una pantalla de cine.

Esta escena NO sale en la película

   Por cierto, fui a verla en su preestreno, y a la salida me preguntaron y me pusieron un micrófono en la mano. Yo, pues qué os voy a contar, estaba tan conmovido, y aún con las mejillas lagrimeantes, que más que hablar, balbuceé, y en definitiva quedé como algo parecido a un chimpancé retrasado, con perdón para los retrasados (no así para los chimpancés). Comparto esto únicamente porque me sale de las pelotas y para que sepáis que voy a preestrenos, pero sobre todo para ilustrar de manera definitiva cómo me hizo sentir La vida secreta de Walter Mitty
   Recomendada para todo el mundo, exceptuando quizá a aquéllos con menos sensibilidad que yo.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Roll, Chigüetel, Roll


No sé si alguna vez habré dejado caer por éste mi diario de bitácora el hecho de que La Lista de Schindler, la obra maestra de su director, una de las películas más emocionantes, comprometidas y lacrimógenas de la Historia, sea considerada por mi humilde juicio, que no es humilde en absoluto, como un drama flojo, hinchado y, lo peor de todo, aburrido. Lo haya dicho por aquí antes o no, el caso es que tal opinión ya me ha granjeado agrias discusiones, toparme con gente que me ha dicho que estaba loco o era simplemente imbécil, incluso un camarada una vez me amenazó con, si no recuerdo mal, reventarme los testículos si no cambiaba de idea. Esto viene a cuento porque no he dejado de notar bastantes parecidos entre la obra maestra de Steven Spielberg y 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, que, por cierto, es negro y no lo sabía y fue muy embarazoso cuando lo descubrí. Además, al igual que ocurrió cuando formé mi opinión sobre el drama judío, puede que la siguiente crítica suscite reacciones igualmente violentas. Yo qué sé, soy progre como el que más (el espectro de mis manías raciales se reduce a los chinos que venden cerveza, a los sudamericanos que cuelgan tutoriales en YouTube, y a los canarios), y antes de nada, aseguro que no tengo nada en contra ni de los judíos ni de los negros. El hecho de que me la traigan un poco floja, en términos cinematográficos, lo mal que lo pasaron en épocas pretéritas, no debería influirme a la hora de valorar objetivamente una película.
   12 años de esclavitud es, en resumidas cuentas, una obra fallida, y fallida en un modo que no supone ni dolor por expectativas desilusionadas, ni furia por haber visionado un truñete. Simplemente, falla a la hora de lo más básico que tenía que lograr un drama tan trascendental y tan bigger than life como el que presenta la historia real de Solomon Northup: lo que viene siendo el aspecto emocional, y no porque sus responsables no lo intenten. El problema es que intentan conseguir la emoción en base a dos cosas tremendamente simples y, sobre el papel, indudablemente efectivas, como son el sufrimiento físico y la banda sonora. ¿Y qué ocurre? Que para el que suscribe esto no basta. Como no bastó en La Lista de Schindler, y eso que ahí contaban con la espléndida banda sonora de John Williams, que deja a la altura del betún la aquí compuesta por Hans Zimmer (consistente prácticamente en un único y simplón tema que se repite, y se repite, y se repite, y se repite, sin lograr nunca nada). En cuanto al otro recurso, el sufrimiento físico, es de rigor decir que el director no se recrea más de lo necesario en la violencia, filmándola incluso con frialdad. Lo que pasa que son demasiados latigazos en dos horas de película, y demasiados planos de carne despellejada. Y, cuando el primer latigazo no ha conseguido conmover lo más mínimo, difícilmente lo harán los ochenta restantes. Exacto, lo mismo que pasaba con los tiros a la cabeza en La Lista de Schindler.

Este tío lleva años componiendo la misma banda sonora, y lo sabe

   El grave déficit emocional de la narración no debería ser tan llamativo si al menos se extrajera de un guión potente, o de una historia entretenida, con ritmo. Desgraciadamente, el libreto parte de una biografía que se reduce a eso, a 12 años de un tío pasándolas canutas, y poco se puede sacar de donde no hay. El ritmo es inexistente, y el conflicto dramático no pasa más que por el deseo de libertad del protagonista (como se obstina en dejar claro más o menos cada diez minutos de metraje), y por una pequeña subtrama del malo maloso con una de las esclavas, directamente sacada de La Lista de Schindler. Los únicos alicientes los acaba suponiendo el desfile de caras conocidas a lo largo de las dos horas largas que dura la película: Michael K. Williams (absolutamente desaprovechado), Paul Giamatti, Benedict Cumberbatch (que sale lo suficiente como para que nos dé tiempo a extasiarnos con su maravillosa voz), Paul Dano (haciendo de un tío tan pringao y miserable que acaba haciendo gracia), el que hacía de mariquilla en Mad Men y, cómo se me iba a olvidar, Brad Pitt, que con eso de que es productor se ha reservado el mejor papel: un tío súper enrollado que aparece sobre el final y que no puede decir cosas más bonitas y progres en más poco tiempo (soltándole, como ya hiciera en la comedia negra El Consejero, anteriormente reseñada, un rollo inmenso a Michael Fassbender). Todos estos actores están muy chupi en apariciones que más bien son cameos, porque, de eso no hay duda, la película pertenece a Michael Fassbender y a Chiwetel Ejifoor (no me lo puedo creer, lo he escrito bien a la primera... ah no, Ejiofor. Bah, a quién coño le importa, es un negro).

"Por última vez, maldita sea...YO-LA-TENGO-MÁS-GRANDE-QUE-TÚ"

  Sobre el primero poco que decir; como ya aseveré en mi crítica de El Consejero, es un portento de la madre naturaleza, y no sólo por el rabo que gasta. El magnetismo que desprende su personaje, que no deja de ser triste y patético, oséase, creíble, combinado con la inquietud que logra despertar, es algo casi por lo que merece la pena pagar. El otro, el Chigüetel, también es un actorazo, y es sólo gracias a él por lo que la película llega a emocionar mínimamente (hablo, por cierto, de la escena en la que canta Roll, Jordan, Roll), sin caer en hieratismos ni exageraciones, simple naturalidad. No le daba el Oscar, pero al menos sí le pagaba un agente que le recomendara cambiarse el nombre artístico. 
   Dejo lo mejor para el final, porque, como estaréis comprobando, 12 años de esclavitud, dentro de lo poco que me ha gustado, tiene bastantes cosas buenas. Y esto viene a ser el trabajo de Steve McQueen, quien, como ya demostrara en Shame (película inmensamente superior a la que nos ocupa, y no sólo porque Fassbender salga en pelotas), es un cineasta como la copa de un pino, de éstos que sí, que hacen planos larguísimos e incómodos como director alternativo que es, pero en los que puedes saborear, casi sin proponértelo, la magia del cine. De hecho, lo más probable es que el plano insoportablemente fijo que encuadra el semi-ahorcamiento (mierda, esto puede ser un spoiler, olvidad lo de semi) pase a la Historia del Cine. Si no, por lo menos debería. Qué cosa más original y más bien hecha. 

Si llegasteis a pensar que no haría ninguna coña estúpida con el nombre del director, me habéis ofendido gravemente

   Estoy seguro de que la película va a ganar muchos premios, y progresivamente tendré que irme mordiéndome la lengua cada vez que oiga o lea a alguien poniéndola por las nubes (como ya está sucediendo), así que ahora mismo aprovecharé y echaré el resto: 12 años de esclavitud ha llegado a aburrirme, sobra metraje, sobran personajes, sobran escenas de gente azotada, maltratada y violada, y no acaba llevando a ninguna parte. La esclavitud es horrible, vale. ¿Y?  Viendo Ego desencadenado, al menos, me lo pasé mejor. 
   Recomendada para todos aquéllos con más sensibilidad que yo. 

jueves, 5 de diciembre de 2013

MASTURBACIÓN

El siguiente artículo podría comenzarlo con un afectado, "¿Qué diantre le está pasando a Ridley Scott últimamente?, ¿por qué es tan espantosamente malo todo lo que hace ahora?", si no fuera porque, será mejor que os sorprendáis de mi independencia de criterios, a mí el señor este nunca me ha parecido nada del otro mundo. Blade Runner me resultó pedante y espantosamente aburrida, Alien me dio asco, recuerdo que vi Legend pero no es un recuerdo bonito, Hannibal es, en una palabra, horrible, y American Gangster entretenidilla sin más. En el otro lado tenemos a Gladiator y a El reino de los cielos, una que es un auténtico clásico por méritos propios y otra que, de tan infravalorada como fue, me gusta decir que es la peli que más me gusta de Ridley Scott. Ah, y casi se me olvidaba; por último están Prometheus y El consejero, sus dos últimos trabajos que son, hablando simple y llanamente, un completo despolle.
   Actualmente, lo más provechoso para Ridley sería encogerse de hombros y decir que ya no se toma la profesión tan en serio como antes, y que simplemente quiere divertirse tomándonos el pelo. Se le murió el hermano, ¿alguien tendría algo en contra? Seguramente sí, y serían los mismos incapaces de disfrutar con el que yo llamaré, porque sí, "el nuevo Ridley". El Ridley que sabe de sobra dónde colocar la cámara pero que ya se la repampinfla todo, y disfruta haciéndolo sobre guiones que no hay por donde cogerlos. Así, Prometheus, a menos que pagues por verla, puede que sea una de los filmes más involuntariamente divertidos de la historia (el que no se ría con la escena de la serpiente alienígena esa es que no tiene ni corazón, ni criterio cinematográfico, ni ha leído a Tarkovski ni nada), y El consejero, la obra que fui a ver ayer al cine porque estoy loquísimo, una con la que, dentro del despropósito que es todo, te lo vas a pasar hasta bien. O eso creo. Yo me lo pasé bien. 

Javier Bardem y Fassbender, hablando

   Si antes fue Damon Lindelof quien se hizo la paja mental y la transcribió, esta vez el turno es de Cormac McCarthy, un señor que, para qué nos vamos a engañar, más respeto que el otro cagabandurrias impone. Ha escrito No es país para viejos y La carretera, y ahora vuelve a las andadas con su típica fábula moral sobre la corrupción, el capitalismo y la intrínseca maldad del ser humano. Y su guión está tan recargado de diálogos que asfixia la dirección de Ridley Scott y no le deja mucho por hacer, salvo encuadrar con muy buen gusto un cunilingus por debajo de las sábanas y rodar una muerte muy bestia deleitándose con ello. A lo que voy, leeréis por ahí que El consejero es una peli de Cormac McCarthy más que una de Ridley Scott, y no iréis desencaminados. Pero de ahí a decir que el nuevo Ridley no hace nada bueno, es como pasarse un poco con él.

Penélope Cruz y Fassbender, aquí hablando también

   Lo que sí que es cierto es que El consejero es una peli "de guión", totalmente subordinada al diálogo. Y el guión que ha escrito Cormac McCarthy es, curiosamente, una completa basura. Atención, maticemos, es una completa basura en cuanto a desarrollo y construcción de personajes, en cuanto a argumento y desarrollo de éste, y en cuanto a su intento de conseguir enganchar a alguien. Pero, en cuanto a diálogos, es una maravilla. No me extasiaba tanto viendo a gente hablar en un cine desde Malditos bastardos. Diálogos mordaces, intensos, para enmarcar, repletos de dobles sentidos y frases sentenciosas, inmersos en una sorprendente aura literaria (puede que ésta se la única película en la que alguien se pueda reír al escuchar la palabra "cicuta"), y abocados a transmitir el conflicto interior de unos personajes que, desgraciadamente, son una cagarruta. Y lo más cachondo es que tanta palabra escrita no ayuda lo más mínimo a que la trama se entienda. No sé, en serio, esta peli es rara de cojones.

Brad Pitt y Fassbender, de nuevo hablando. En esta película la gente habla mucho. Sobre todo con Fassbender

   Los actores están todos muy bien. Michael Fassbender es un portento de la madre naturaleza, tanto en habilidades interpretativas como en cuestión de genética (aquí no se le ve el rabo, pero sí lo usa, y según dicen muy bien, claro que sí); Javier Bardem se ha vuelto a cortar el pelo de manera horrible para entregarnos otra gran interpretación (en el que pueda ser su personaje más simpático en años); Penélope Cruz un día de éstos conseguirá hablar inglés, como mínimo, con la misma fluidez que Ana Botella, pero hasta entonces seguirá convenciendo medianamente (incluso en este típico rol de tía que no se entera de nada de lo que pasa pero lo pasa fatal); Brad Pitt es el puto amo y bebe cervezas Heineken como nadie; y Cameron Díaz... pues bueno, voy a tener que hacerle una mención especial. Yo no tengo ni idea de qué iba su personaje, de si era bueno o malo, o si era mi impresión o tenía las tetas más grandes que cuando Algo pasa con Mary pero más pequeñas que en La Máscara: el caso es que esta señora (la voy a llamar señora porque creo que ya tiene una edad, pero sólo creo) protagoniza la mejor escena de la película, y justo es mencionarlo. No porque lo haga genial (es Bardem el que lo borda en dicha escena), sino porque mola mucho lo que hace. Y dicha escena no sabes absolutamente a qué carajo viene, como todo, pero, igualmente, mola mucho.
   Lo demás no hay por dónde cogerlo, sin embargo. Las escenas sin apenas diálogo, o en las que no sale ninguno de los protagonistas, parecen cortinillas de estrella muy largas y pesadas (una se compone hasta de un tiroteo en el que no conoces a nadie ni te importa nadie lo más mínimo) y se limitan a reforzar el mensaje subyacente a toda la película: "huuuy, verás cuando venga el cártel, qué malo es el cártel, cuando venga el cártel te vas a cagar". También hay otro subconjunto distinto de escenas: aquéllas en las que sale un actor famosillo haciendo NADA, sólo para que alguien diga, "Anda, si es el de Breaking Bad", "Anda, si es la de Juego de Tronos", "Mira al de El hundimiento, no cambia la cara el tío ¿eh?", "Y por ahí va... ¿John Leguizamo?".

"¡Mi buena racha comenzará un día de éstos, lo sé! ¡LO SÉ!"

   Por si fuera poco, para aumentar la vergüenza ajena, llega un punto, cuando todo se ha desmadrado (y ya era hora, porque la peli ha tardado en "arrancar" como cincuenta minutos), en el que lo absurdo de la historia se mezcla indisolublemente con los diálogos shakesperianos y nos plantamos con una de las escenas más bochornosas pero, por qué no, más divertidas, que he visto en el cine últimamente. Hablo de cuando Fassbender está fatal, súper desesperado, y llama a un tío mexicano para que le ayude, y ese tío mexicano resulta ser Paulo Coelho. En serio, ni la visión anterior del trailer de Ismael (con el gran Mario Casas, qué puto genio de la comedia), consiguió que me riera tanto.
   En resumidas cuentas, la última peli del nuevo Ridley no hay por donde cogerla. Tiene varias cosas buenas, concentradas en los diálogos, en Cameron Diaz haciendo guarradas y en una escena sobre el final que sí que logra inquietar levemente (el disco que le llega a Fassbender a su piso), pero el resto es un cúmulo de absurdeces y sinsentidos que puede, o bien molestar al respetable (como ha pasado normalmente), o divertir a gente como yo. Como digo, me lo he pasado muy bien en el cine. Ha sido un guilti plesur de ésos. 
   Para ver en sesión continua con Prometheus y luego ya, si eso, tirarte por un puente.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cine con eñe de ñordo (hala, cómo me he pasado, la peli tampoco es tan mala, leed la crítica)

Una vez vista ¿Quién mató a Bambi?, únicamente cabe preguntarme si, de no haber costado 3. 50 la entrada, de no haber pensado "ey, aprovechemos para ver cine español, y ya es haber pagado por dos pelis españolas seguidas que no sean de Torrente, tras Las brujas de Zugarramurdi", y de no haberme pillado en un momento que necesito hacer cualquier cosa para postergar mi llegada a casa y encarar la tonelada de trabajos de la universidad que tengo que hacer, etcétera, habría ido a ver dicha película. Realmente no lo sé. El tráiler era tan cachondo y tan conseguido que en cuanto lo vi decidí que vería esa peli, si tenía oportunidad. Visto lo visto, igual podría haber optado por la vía ilegal y así llevarme un chasco de menores proporciones. Igual.


   ¿Quién mató a Bambi? es una película fallida desde su propio título, justificado tan sólo, y ni eso, por dos momentos de la película bastante grotescos. Se trata, según dicen (y figura honestamente en los créditos) del remake de un film mexicano llamada Matando cabos, quizá un título más acertado, quizá una película mejor. El caso es que, teniéndolo todo a su favor, la última película de Santi Amoedo (jej, digo su nombre como si tuviera maldita idea de quién es), una flamante comedia negra de enredo, acaba fracasando en lo más básico, en lo único de lo que se tendría que preocupar, que es en hacer reír. 
   Da un poco igual que los protagonistas de la función, Quim Gutiérrez y Ernesto Alterio, estén ambos impecables en sus respectivos papeles, uno haciendo gala de un inédito magnetismo que le hará llegar lejos (ver el modo en el que se relaciona con Úrsula Corberó, la chica florero que está buenísima y que no aporta una mierda a nada), y otro, simplemente, siendo el actor formidable que es, imprimiendo tanto patetismo como credibilidad en la maltrecha figura de su personaje (ver su interacción con Clara Lago, la otra chica florero, y con Enrique Vecchio tras producirse el secuestro que desencadena la intriga). Da un poco igual, como digo. La película se estructura en función a equívocos, a cada cual más inverosímil, sin que se sienta el necesario crescendo, esto es, sin que las risas aumenten. De hecho, ni siquiera los golpes de humor más negro y visceral funcionan, llegando a ser la película, en un par de ocasiones, abiertamente desagradable (la mutilación que en cierto momento sufre uno de los personajes... pareciera que el hecho de cortar falanges es ya garantía de despolle, pero no). 

Antes de que se me olvide, sí, el cameo de Iniesta es una enorme y sosa caca

   Y eso que sí, la totalidad de los personajes que pueblan ¿Quién mató a Bambi? no juntan ni media neurona, y que de esa coyuntura deberíamos extraer una gran cantidad de gags disparatados y memorables. Pero en su lugar nos encontramos con que las mejores gracias estaban en el trailer (sobre todo la que tiene como protagonista a Carmina Barrios, una escena que habré visto ochenta veces pero que sigue contribuyendo a la partición de mi ojete), y con que estos tíos tan imbéciles acaban dando bastante pena (salvo el abogado ése, que protagoniza una escena muy acertada, en la que explica los fundamentos del derecho, y otras cuantas que no tienen ni pies ni cabeza y dan auténtica vergüenza ajena... ah, y el italiano, vaya colleja le daba a ese tío). 
   Por sacar algo bueno de este desbarajuste, tenemos las dos acertadas interpretaciones protagonistas, un ritmo que está bastante bien llevado (es lo más curioso de esta película, lindando en lo paranormal: que pese a no hacer ni puta gracia la mayor parte del tiempo, es muy entretenida), una banda sonora muy destacable, una dirección competente, y, sobre todo, la aparición decisiva de una llama sobre el final de la película. No sé si esto contará como spoiler, pero ya me sirve de excusa para poner una foto que ya amo más que a algunas personas y con la que me despido diciendo que, pese a todo, esto es una comedia, y al igual que a mí me ha sacado bien pocas carcajadas, a cualquier otra persona le puede sacar más. Pero vamos, que no creo. Deleitaos con esta foto, saboread todos sus matices y sus enseñanzas sobre cómo debería ser la vida, y ahorraos el precio de la entrada. 

lunes, 18 de noviembre de 2013

Un tranvía llamado Blanchett


A mí la verdad es que Woody Allen me mola. Me mola mucho. Mazo. Pero eso no quita que sea absolutamente escéptico y crítico con la serie de obras que últimamente ha tenido a bien presentarnos, ya sabéis, desde que decidió irse de vacaciones por Europa y presentar lo que grabó por ahí para enseñárselo a la familia y decir luego que eran películas. Y sí, en este Mis Viajes Autocomplacientes también incluyo Midnight in Paris, por mucho Oscar a Mejor Guión Original que tenga (no está de más recordar que Django desencadenado tiene el mismo premio, y de reiterar que el guión de Django desencadenado es, en su mayor parte, caca). Soy de los que siempre se lamenta a quien tenga la paciencia de escucharme de que el genio neoyorquino (y utilizo la palabra "genio" con la mayor objetividad y distanciamiento científico) tenga esa manía de presentar películas cada año, sin interrupción, como churros parlanchines que, según salgan del horno, a los críticos les dé por decir "es el mejor Allen en años", "la mejor película desde Match Point" o "en ésta tampoco sale Scarlett Johansson, así que guay". Si el bueno de Woody se tomara más tiempo quizá pudiera maravillarnos ocasionalmente con un Annie Hall, o un Delitos y faltas, o un Desmontando a Harry, o un Toma el dinero y corre (bueno, este último seguramente no, desde que es un auteur no se puede permitir algo así).  
   ¿Cómo nos ha salido el churro hoy?, me pregunto cada mañana al despertarme, y también me preguntaba según iba al cine, que hoy había una Fiesta del Cine también pero a nadie le importaba. Los críticos profesionales (¿puede ser realmente profesional un crítico?, yo espero que sí) la ponían por las nubes, y luego Boyero decía no sé, lo de siempre. Así que yo me dirigía a la sala bastante motivado, con un nivel medio de expectativas, ya que el hecho de ser el único al que no le guste Midnight in Paris pesa. Al menos, estaba seguro, vería una gran actuación por parte de Cate Blanchett. Eso lo tenía claro desde el principio.

Y esto es en lo que hubiera quedado Galadriel de haber aceptado el Anillo Único. Toma pie de foto friki.

  Así que comenzaré diciendo que Cate Blanchett es, simple y llanamente, lo mejor de Blue Jasmine. Ella sola saca la película adelante, con sus bien medidos histrionismos, la sensación continua de estar a punto de estallar y las incómodas (y pocas) risas que despiertan sus reacciones. Y, aunque lleve ella el peso del argumento, y focalice toda la acción (el guión es, ante todo, el estudio psicológico de un personaje extremo), se encuentra acompañada de un puñado de secundarios estupendo. Sally Hawkins es encantadora, y Bobby Cannavale (más conocido como Gyp Rosetti de Boardwalk Empire, más conocido como el puto amo) un tipo tierno y patético al que se le llegará a coger cariño. De Boardwalk Empire también aparece Michael Stuhlbarg en un personaje abiertamente desagradable pero también hilarante, y también otro tío de Boardwalk Empire que no sé cómo se llama, y que como sólo sale en un plano, estoy haciendo un poco el idiota al mencionarle, sólo por eso, porque sepáis que veo Boardwalk Empire y que esa serie es la crema. Luego sale Alec Baldwin, que está muy bien. Y Louis C.K., en un papel cachondo pero que no se sabe muy bien por qué está ahí. Y el que hace del ex marido de Sally Hawkins. En fin, que bastante bien todo el plantel actoral, como siempre. Estamos hablando del tío que consiguió sacarle una interpretación medianamente decente a Scarlett Johansson, y del que se tiró a una chica treinta y cinco años menor que previamente había adoptado. Esto último ha sido un poco gratuito, pero yo amo a Woody, así que se me perdona. 
   Dando por hecho que la Blanchett va a estar nominada a los Oscar, y amenazando con desatar mi ira inofensiva de lo contrario, sigamos. La dirección es típicamente alleniana, destacando unos primerísimos planos de Cate Blanchett que serían hasta incómodos de no ser la actriz tan hermosamente bella, y tan grácil, y tan elegante y tan todo. La música también es alleniana a más no poder, aunque destacaría, simplemente porque es muy bonito, el tema de Blue Moon, que además es súper significativo para la historia.
   Una historia, un guión que, al fin y al cabo, es lo que acaba decidiendo si lo nuevo de Allen es tan bueno, y tan igualando a Match Point. Y qué queréis que os diga. A lo mejor un Oscar a Mejor Guión Original se lleva, por qué no, aun cuando su argumento y desarrollo se parezca escandalosamente a Un tranvía llamado Deseo (incluso más de lo que me atreví a augurar en un principio), pero el libreto que Allen escribió según volvió de Roma para ponerse a rodar en un par de semanas el próximo churro, es simplemente correcto. Los diálogos están en la línea del genio del clarinete (el clarinete que tanto le gustaba a su hija adoptiva treinta y cinco años menor :) :), con un par de perlas sublimes que confirman año tras año el grandísimo guionista que es y el grandísimo y corrosivo sentido del humor que tiene (destacar el diálogo en torno a los ahorcamientos).

"Quiero dejar esto bien claro: yo creía que el poli era como una prostituta"

   Además, en esta ocasión le ha dado por jugar con los saltos temporales, encadenando flashbacks a la narración un poco a su bola, pero con un resultado eficaz mayormente. Y aún así creo, un par de horas después de haberlo visto y reflexionado, que la película no me ha convencido del todo. Quizá sea la sobreabundancia de subtramas innecesarias y que no llevan a nada (lo de Louis C.K., sobre todo), quizá una sucesión de acontecimientos que unas veces parece torpe y extraña (el monólogo que le suelta Jasmine a sus sobrinos, que no se sabe si es dramático, o cómico, o sólo incómodo), y otras veces guionizada por un Damon Lindelof cualquiera (la forma en la que el ex cuñado de Jasmine da paso al tercer acto puede ser fácilmente lo peor que haya escrito Woody Allen en toda su carrera, incluso peor que Viky Cristina Barcelona). Quizá, sobre todo, sea que la película no me ha llegado. Llega el final, uno que no es precisamente bonito (si es esperanzador o deprimente quedará al juicio del espectador), pero que debería parecer definitivo, concluso, y yo sólo soy capaz de encogerme de hombros y decir, "Pues nada, se acabó". 
   Esto último es una apreciación puramente personal, y por ello no quiero desmerecer el trabajo de Allen. Blue Jasmine tiene muchas cosas buenas y algunas malas, y por si acaso cuenta con Cate Blanchett para justificar el precio de la entrada, pero no. No es el mejor Allen desde Match Point. Y yo ya me estoy deprimiendo, porque parece que nunca lo será. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Lo que la Fiesta del Cine nos dejó


Ya estoy aquí otra vez. Algo agotado, sin el ingenio, quizá, en el mismo grado de ebullición exhibido el otro día, pero con el firme propósito de criticar, como pueda, la última película que he visto. Dos días después de disfrutar y olvidar Gravity a la velocidad de la luz (jijiji, chiste del espacio otra vez), volví al cine gracias a esos gloriosos 2, 90 que esta vez no hubieron de ser más. Con esto concluyó la Fiesta del Cine, y la sensación de que a la gente le gusta pagar por ver películas de vez en cuando. Volvemos ahora a la realidad, a esa sala de un cine de Fuenlabrada que exhibía El Gran Gatsbyel día del espectador, totalmente vacía, y que me hizo llorar desconsolado. El río vuelve a su cauce, y yo me llevo de recuerdo los nachos, las gafitas de los cojones y, sobre todo, la visión de Prisioneros, de un tal Denis Villeneuve. 
   Qué gran película acabo de ver, camaradas. Podría resumirlo todo en esa frase, o intentar sentirme útil con esta otra, Corred a verla. Rápido. Aunque tengáis que pagar 9 euros, o los que sean. Sin embargo, por cumplir y justificar el poner algún pie de foto chorra (os hago mucha gracia a todos, si ya lo sé yo), voy a desentrañar todos los detalles que me han llevado a cascarle un 10 como una casa en FilmAffinity. Ah, y hablando de FilmAffinity, el otro día me confundí y dije que Gravity había sido escrita por los hermanos Cuarón, cuando en realidad los responsables fueron Alfonso Cuarón, padre, y Jonás Cuarón, hijo. Craso error de documentación. Seguro que os la suda, pero soy un tipo serio que se documenta siempre que puede y que sabe lo que significa la palabra "craso", así que me veía en la obligación de mencionarlo. Transmito desde aquí mi más sincero agradecimiento a la persona que me corrigió, una a la que, por cierto, sí que le hizo gracia George Clooney en Gravity

"¿Cómo se llama el país que cuando ríe explota? Ja- ¡PÓN!"

   Prisioneros tiene muchas cosas buenas y muy pocas malas. Para empezar, cuenta con un reparto estupendo. Creo que ya es hora de comentar lo buen actor que es Hugh Jackman cuando tiene oportunidad, entre Lobeznos y gorgoritos en Los Miserables, ya que aquí el tío está que se sale. Osea. No está de Oscar, y su personaje es bastante antipático, pero le sabe dotar de una espontaneidad maravillosa. En otras palabras, uno ve el trailer y se piensa que se va a tirar viendo al australiano pegando gritos cabreados durante algo menos de tres horas, y muy desencaminado no va, pero el modo en que incurre en esa citada ira es impecable. Ver si no la escena del martillo, o la que se deja ver en el trailer, cuando está en el coche con Jake Gyllenhaal y también grita mucho y muy bien. 
   Hablemos de Jake Gyllenhaal, un actor que tampoco me había parecido nada del otro mundo hasta este momento, gracias sobre todo a Prince of Persia (que recuerdo que fui a ver al cine no estoy muy seguro de por qué, seguramente por gilipollas) y a Donnie Darko, de la que lo mejor que podríamos decir de ella es que es "especial" (suavizando el hecho de que es una gran basura pretenciosa e intelectualoide). Gyllenhaal gana a Jackman en este duelo interpretativo que me acabo de inventar, no sé si porque su personaje nos es bastante más simpático que el otro, o porque es más elegante y, sobre todo, enigmático. ¿Por qué ese nombre tan raro, Loki? ¿Por qué ese peinado? ¿Por qué esos anillos y tatuajes? ¿Por qué le sientan tan jodidamente mal las camisas?

¿Pudo ser que Loki fuera, en el pasado, el Chico de la Burbuja? Eso explicaría muchas cosas

   Y luego está Paul Dano, que lo hace genial, como suele, y al que además se le permite lucirse en el papel de enfermo mental que supongo que todo actor con ínfulas querrá pillar en algún momento de su carrera. El resto de personajes tampoco tiene demasiada hondura, y los actores simplemente cumplen. Terrence Howard está bien pero su personaje es un marica (y no lo digo en sentido peyorativo, creo), a Maria Bello también le ha tocado uno bastante insufrible (en lo que puede ser el aspecto más flojo del guión), y echamos de menos un mayor número de apariciones para Viola Davis. Esta última, de hecho, protagoniza una de las mejores escenas, que no me dignaré en describir porque Prisioneros es una de esas pelis que se deberían ver sin saber nada de nada (aunque en eso no ayude, en absoluto, el trailer), pero que adelanto que lo pasé bastante mal.
   De hecho, uno no disfruta de Prisioneros. Más bien la sufre. No en plan Michael Haneke o Robert Rodriguez, sino en plan adrenalítico, de genuino suspense. A esto no ayuda únicamente el guión, que está muy bien ensamblado y que, partiendo de un gran parecido con Mystic River, consigue distanciarse muy honrosamente de ella (más que nada porque lo único malo de Mystic River era el final, y el final de ésta es... joder, qué finalaco, qué cosa más genial), sino a, por un lado, la banda sonora, y por otro y en especial, la dirección del tal Denis Villeneuve, al que deberíamos seguir la pista a partir de ahora. Encuadres impecables, movimientos de cámara precisos, transmisión instantánea de la angustia (esa escena de las cajitas, en la que tuve que taparme los ojos sin poder más), dirección de actores sobrecogedora... Y destacaría en esto la escena que nos muestra a Jake Gyllenhal conduciendo a toda velocidad bajo la lluvia. No podría estar mejor rodada, y con un suspense mayor.

Éste es Denis Villeneuve. Na, porque lo sepáis y eso

   Prisioneros deja tan buen sabor de boca (es un decir, se trata de un muy deprimente retrato de la naturaleza humana), que los pocos fallitos de los que pueda aquejar se quedan en nada. Sí, los personajes de Terrence Howard y Maria Bello son calamitosos, en ocasiones la película se parece demasiado a Zodiac (película inmensa de la que hasta se calcan planos, y en la que también salía, ahora que me acuerdo, Jake Gyllenhaal, cuando aún no me caía bien), y hay una molesta sensación de que se está jugando con el espectador en cuanto a decisiones de montaje (ese allanamiento de morada por la cara), pero bueno, se trata de un thriller ante todo. Que es, por otra parte, lo más acertado de Prisioneros en mi opinión: cómo juega tanto a ser el típico filme de intriga con revelaciones al final, como a examinar cuestiones morales no muy halagüeñas. 
   Por último, resaltar lo mucho que me ha gustado la escena final, e insistir en que esta película la debería ver todo el mundo, sin excepción, porque a todo el mundo le gustará, o le impactará cuanto menos. Un thriller puro y duro, muy siniestro, que no es en 3D, y que encima te hace pensar. ¿Alguien da más?

lunes, 21 de octubre de 2013

Diatriba sobre la incognoscibilidad del cosmos vista a través de unas gafas de mierda

Previamente a conseguir ver la nueva gran película que pasará a la Historia del Cine, yo también viví mi propia historia de superación personal, digna de ser filmada en plano secuencia y todo. Tuve que saltarme una clase de la universidad, imprimir una acreditación en color (no sabía si tenía que ser en color y, sí, puede que haya hecho el capullo) con el consiguiente precio hiperbólico, y perder a compañeros por el camino antes de encontrarme con una inesperada marabunta de gente. En la cola de un cine. Acongojante cuanto menos.
   Claro que esto no se debía a que de repente el grueso de la humanidad hubiera decidido sumirse en el arriesgado placer de pagar por ver una película, sino a un invento muy curioso llamado Fiesta del Cine, que te dejaba la entrada a unos 3 eurillos, lo cual está bastante bien si no tienes además que pagar bastante más porque te obligan a ver la peli de turno en 3D y a comprar las gafas de los cojones. Pero a eso llegaré luego. El caso es que mis bravos compañeros y yo nos abrimos paso entre esa masa indómita de peña, que cual proyectiles rusos esporádicos nos obstaculizaban el alcance de nuestro destino, mientras el tiempo se iba agotando y veíamos cada vez más difícil llegar a la taquilla y salir disparados hacia la sala. Sin embargo, conseguimos llegar, tres minutos sobrantes incluso, para comprar las entradas, y las susodichas gafitas de los cojones, y unos nachos para mí que estaban bastante malos y que a la postre hubieron de provocarme gases. En fin, que creo que aquí venía a hablar de Gravity y no de la mierda de mi día a día que ahora mismo solo interesará a los dos camaradas que me acompañaron, y que fijo que luego serán de los pocos que me lean. Un besito para ellos, que fijo que están súper contentos de salir en mi blog.

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No es que la foto se vea como el ojete, es que está en 3D

  ¿Iba toda aquella gente a ver La gran familia española? Aunque parezca mentira, no. La nueva película de Alfonso Cuarón (más conocido como aquel cineasta que consiguió meterle un poco de personalidad a una peli de Harry Potter sin conseguir necesariamente que fuera la mejor) viene precedida de tanto hype que mi escepticismo, poco a poco, y según esperaba para verla pacientemente, iba aumentando. ¿Me iba a encontrar con un nuevo Truño de Acero? ¿No me iba a parecer tan arrebatadoramente brillante la interpretación de Sandra Bullock? ¿Iba a conseguir librarme de verla en 3D?
   La respuesta a estas tres preguntas es un no. La peli está chupi, Sandra Bullock me causa indiferencia, y he tenido que verla en 3D. Y bueno, visualmente es una gozada. Una experiencia. Pero, ¿sabéis?, Avatar también fue una gran experiencia, y el que aquí suscribe se durmió en el cine viéndola. Así que no nos vamos a quedar empachados sólo con decir que Gravity es visualmente apabullante, y seamos rigurosos.
   El guión de Gravity es una caca. No creo que le sorprenda a nadie, pero lo peor que leí de él en Internet es que era "funcional, totalmente supeditado a la imagen", así que me despacharé a gusto con ese aspecto. Es una caca porque los dos personajes que salen en la peli lo son. Sandra Bullock compone uno que nos la trae bastante floja desde el principio, pues no transmite nada, y los intentos de los guionistas (los hermanos Cuarón, descubro por FilmAffinity) por darle una entidad propia, y que nos importe un poquito su suerte, no pasan de otorgarle un pasado traumático (tan típico y tópico que llega a sorprender) y de meterle en cuantos más apuros mejor. Y luego George Clooney. Madre mía. Pocas veces he visto un personaje de carácter tan increíble, en el mal sentido. Y que encima quieren hacer pasar por gracioso. Auténtica vergüenza ajena he llegado a sentir.

"Esto va un niño y le dice a su padre: Papá, papá, ¿que está más lejos, Córdoba o la luna? Y el padre le contesta: ¿Pero tú ves Córdoba desde aquí, gilipollas?"

   Si los personajes son caca, sus diálogos no van a ser mucho mejores (alguna línea acertada en plan Armageddon se salva por ahí). Contra eso iba un poco curado de espanto, pero tampoco me esperaba un desarrollo tan plomizo. Que vale que sea la típica película de supervivencia, pero es que el esquema no pasa de faena gorda-lugar más o menos seguro-faena gorda-lugar más o menos seguro. Y llega un punto que, por mucha maravilla visual que estés viendo, te llegas a cansar. Y eso, en una peli que dura menos de 90 minutos, es bastante jodido.
   Otro fallo que he encontrado es el tono de la historia. Cuando vi el trailer me cagué la pata bajo, pensé que iba a ser el no va más de la angustia y el suspense, como Buried o 127 horas (ambas obras maestras de las que Gravity se encuentra a años luz en cuanto a calidad... jijiji, chiste del espacio), y cuando la he visto he pasado angustia exactamente en la misma escena que vi en el trailer, casi íntegra. Al principio de todo, en el accidente. Durante el resto de la peli no he hecho más que maravillarme de las imágenes que nos ofrecía Cuarón e intentar no lanzar pedorretas cada vez que Clooney soltaba un chiste. Angustia poca, la verdad. No es propiamente un fallo, pero sí una expectativa fallida y un trailer engañoso, así que yo lo pongo y a correr.
   Voy ya con las cosas buenas, que las tiene. James Cameron dijo que era la mejor película del espacio que se había hecho jamás, y aunque no comparta su opinión para nada (teniendo el precedente de Star Wars o 2001. Una odisea en el espacio... esto último es bromi, no me peguéis), sí que dudo que se vuelva a mostrar en alguna película el espacio con un grado de belleza semejante. Y rodado de un modo tan sobresaliente.

Esta escena no la anima ni Homer Simpson comiendo patatas fritas. Ni aunque sean onduladas

   Lo mejor que tiene Gravity es la dirección de Alfonso Cuarón. El tío me ha dejado con la boca abierta más veces de las que me gustaría admitir, ya fuera por sus planos secuencia interminables y prodigiosos (destacando el primero, y seguramente el que acabe sentando cátedra), o por la planificación de los momentos en los que la emoción que no conseguirían los diálogos tuviera que recaer en sus manos. Y es en momentos como la despedida de Clooney o, sobre todo, el razonablemente épico clímax final, cuando la dirección y la banda sonora (tan efectiva como efectista), destacan de un modo más genuino, perfilando a Cuarón como el cineasta de gran talento que, a falta de ver Hijos de los Hombres o alguna otra cosa que haya dirigido, he de pensar que es.
   Por lo demás, Gravity es una peli para ver una sola vez, y supongo que en 3D. Hay un par de escenas que gracias a éste quedan guapísimas (no precisamente las más espectaculares), y el resultado final es satisfactorio, de haber pasado un buen rato. Pero no sé. A mí la peli me ha dejado a medias, y Sandra Bullock me sigue pareciendo un tostón de mujer.
   De todos modos os recomiendo verla. Si sois amantes de lo visual, o si os gustaban esos simuladores que a veces ponían en la feria del pueblo, Gravity es vuestra película. Si no... pues yo que sé. Es la Fiesta del Cine, si os dais prisa y la veis antes del jueves de esta semana igual os compensa. Con gafitas y todo.

miércoles, 2 de octubre de 2013

El día en que me enamoré de Mario Casas

Yo voy a ver la última película de Álex de la Iglesia a un cine de Madrid, en el día del espectador, y me encuentro la sala casi totalmente vacía, y la verdad que me frustro. A lo mejor sin mucho derecho, últimamente voy al cine de uvas a peras y hace como cuatro lustros que no voy a ver nada español (ni siquiera vi Lo imposible, pero sí vi... esto... Torrente 4, y era una gran película, ¿eh?, infravalorada total). Pero, yo qué sé. Las brujas de Zugarramurdi debería ser un trabajo que trajera en masa a los grupos de amiguetes, o a las chiquillas y chiquillos que quieran ver a Hugo Silva y a Mario Casas por primera vez juntos desde Los hombres de Paco (veis, para que luego digan que no apoyo las producciones patrias, esta serie me la tragué enterita, hasta cuando metieron el rollo ese de Satanás y de un superhéroe llamado Blackman... aagh, ¿en qué diantres estaba pensando?). Es tanto el entretenimiento y disfrute que nos ofrece la nueva propuesta del tío que hizo Balada triste de trompeta y sobrevivió para contarlo, que el hecho de que no la veáis os hará merecedores de mi más profundo desprecio. No tenéis por qué pagar por verla, pero vedla, ¿vale?

"Pies de foto chorras, pies de foto chorras everywhere"

   Y ya con esto podría acabar el artículo, supongo. Ya he dado una opinión y he recomendado la película de una u otra forma. La parte central del mismo, aquello por lo que será recordado (es un decir), al comienzo. ¡Mira, como en Las brujas de Zugarramurdi! Leeréis por todos lados que los primeros minutos de la peli son claramente los mejores, y yo no he de disentir, pero tampoco menospreciar el resto del metraje. La cosa es que a De la Iglesia se le ocurrió que sería dabuten firmar un atraco al Compro Oro de la Puerta del Sol efectuado por los andobas disfrazados que de vez en cuando se montan ahí guerras territoriales, y, bueno, puede que ésa se la mejor idea parida por el cine español desde que colocaron a dos payasos, uno triste y otro alegre, peleándose por una mujer encima de la cruz del Valle de los Caídos. Por si alguien se lo pregunta, sí, considero Balada triste de trompeta una obra maestra, y probablemente lo mejor que ha hecho Álex de la Iglesia en toda su carrera. 
   El caso. La set pièce que abre el filme no podría estar mejor dirigida y actuada, y no podría ser más divertida. Hugo Silva pegando esos gritos tan becerros y tan suyos (de los cuales llegué a estar hasta las pelotas en Los hombres de Paco), Mario Casas (del que también llegué a estar hasta las pelotas en Los hombres de Paco, pero así, a secas) empezando a dar muestras del prodigio de personaje cómico que le ha tocado interpretar, y el niño quedando muy currete entre el caos y la mala uva que lo baña todo. Ah, bueno, y Javi Ordóñez como el taxista. Qué grande es este tío. 
   ¿Va Las brujas de Zugarramurdi cuesta abajo después de esta secuencia? En absoluto. Es en la carretera cuando los personajes empiezan a sacar todo su potencial, y los gags se suceden a velocidad vertiginosa, mientras todo empieza a bañarse en el inevitable aura sobrenatural. Aparecen las brujas del título, pero no por ello las risas se resienten, aunque sí, aparezca Carolina Bang y veamos que hay algo que no cuadra (porque sí, esa tía sólo está ahí por tener los santos ovarios de tirarse al jefe). 

La foto lo dice todo

   Las brujas de Zugarramurdi es un glorioso entretenimiento de principio a, casi, el fin. Quedan veinte minutos de peli, te duele la mandíbula de carcajearte y te lagrimean los ojos de lo mismo, y de repente todo se convierte en una gran mierda. Simple y llanamente. Todo se desmadra, hay peleas a lo Dragon Ball, Carmen Maura se empeña en demostrar lo cutres que podemos ser los españoles en cuanto a efectos visuales a veces, y culmina en un epílogo que podría pasar por gilipollez de no ser simplemente horripilante. Vamos, que a Álex de la Iglesia se le ha ido la olla otra vez. Igual que le pasó en El día de la bestia, en 800 balas, en Crimen ferpecto y en Balada triste de trompeta (aunque en este último caso, y quitando al tontomonas del motorista, fuera una ida de olla sublime). 
   Si exceptuamos los últimos veinte minutos tendríamos una película intachable. Osea. Hay demasiadas subtramas, Carolina Bang da grima por muy buena que esté, y las intervenciones de Santiago Segura y Carlos Areces, sintiéndolo mucho, no tienen ni puta gracia, pero todo es tan frenético, tan rabiosamente entretenido, que el buscar fallos de guión se revela como un ejercicio de petulancia boyeresca (flípalo que la peli le ha gustado hasta al Boyero). 
   La dirección de Álex de la Iglesia es estupenda; por momentos, sencillamente maravillosa (no sólo el atraco del principio, la persecución dentro de la casa de las brujas es brillante también). El guión, si lo entendemos como amasijo de chistes, es otra maravilla igual (aunque uno no acabe de sentirse cómodo por la cierta misoginia que desprende, supongo que justificada por el humor gamberro del director). Y los actores, veamos... Para empezar está Mario Casas. Sí, no creí que lo dijera nunca, pero si tuviera que ser recordado por un solo papel en toda su descamisetada vida, qué menos que recurrir a su personificación de Toni, el bonachón relaciones públicas del pub Esperma. Lo que me he reído con este personaje es que no se lo puede creer nadie. Puede que el chaval haya hecho cosas como A tres metros sobre el cielo y su continuación, pero es innegable que en Las brujas de Zugarramurdi está que se sale. A continuación inserto una foto suya al lado de otra de Marlon Brando, sólo porque me resulta divertido.


   Luego tenemos a Hugo Silva, que yo que sé, nunca me ha transmitido nada, y aquí lo mejor que podemos decir es que no desentona y le da el contrapunto perfecto a un pletórico Mario Casas (dios, es que no me puedo creer que escriba estas líneas, ¿eh?). A Jaime Ordóñez, que está perfecto en su papel del taxista ninguneado por las mujeres; a Pepón Nieto y Secun de la Rosa ajustadísimos en sus papeles de policías inútiles; a Macarena Gómez, que ni fu ni fa; a Carmen Maura, que le saca un jugo tremendo a un personaje planísimo (ver la secuencia en que le enseña la casa al taxista); a Terele Pávez haciendo de Doña Pura (oye, y yo que no tenía ni idea de que Doña Pura se llamaba Terele Pávez); al chavalín ese que sale demasiado en calzoncillos; y a Carolina Bang, que hace cosas guarras con una escoba. Un reparto, en resumen, muy aceptable, y en cualquier caso eficaz. 
   Así que, hablando en claro, Las brujas de Zugarramurdi es la caña, y su indudable grado de excelencia sólo cabe establecerlo en función a cuánto nos importe que sus últimos veinte minutos sean tan infumables. A mí personalmente me resulta algo agridulce, pero como lo he pasado tan inmensamente bien en la hora y media anterior, me veo obligado a proclamar que Las brujas de Zugarramurdi es una gran película. Y que viva el cine español. 
   Jo, qué falso me ha quedado eso último. A ver si sacan ya Torrente 5.

martes, 3 de septiembre de 2013

El renacer de Jeff Wadlow (tiene gracia porque nadie sabe quién es Jeff Wadlow)

Hola de nuevo, bitches. ¿Os habéis aburrido este agosto? ¿Deseabais ya una nueva entrada de nuestro blog de cabecera? ¿Me echabais de menos? ¿Con quién estoy hablando? El caso es que he vuelto tras un mes sabático debido a que mis experiencias audiovisuales hasta hace bien poco no suponían materia aprovechable para escribir, o, lo que viene a ser lo mismo, a que todo lo que había en las carteleras era basura (sí, otras veces he encabezado un artículo de modo similar, pero es que... ¿Lobezno inmortal? ¿Pacific Rim? ¿Guerra Mundial Z? ¿Elysium?; a lo mejor alguna de éstas no era del todo mala pero, ¿a quién coño le importa?). Y he vuelto para hablaros de Kick-Ass 2, la nueva secuela teóricamente innecesaria en la que han cambiado al director y que, por eso, ha de ser mucho peor que la primera.
   A la hora de hablar de esta película, que ya voy adelantando que no es mala en absoluto (bien al contrario) sí que son necesarias ciertas consideraciones que justificarían el mal presentimiento que la nueva película de Jeff Wadlow (dios mío, yo vi Cry Wolf, su opera prima, EN UN CINE, y nunca olvidaré... bueno, a Bon Jovi haciendo como que actuaba, y a una pelirroja que estaba bastante buena y, bueno, esto no viene a cuento) desencadena inevitablemente. Para empezar, sí, el cambio de director ha de influir. Matthew Vaughn, aunque todos pasaron de su culo cuando hizo Kick-Ass, tuvo posteriormente la suerte de hacerse cargo de X-Men: Primera Generación, y en un abrir y cerrar de ojos consiguió un cierto status que hiciera lamentarse a los fans de Kick-Ass de su marcha en la dirección. Sobre todo, claro, si ponían en su lugar a un perfecto desconocido (para mí no, como ya he dicho) llamado Jeff Wadlow. 

Yo pagué por ver esto, tetes. Superadlo

   Aún más alarmante es el hecho de que Kick-Ass 2: Balls to the Wall, la novela gráfica en la que se inspira la peli, sea no sólo netamente inferior a su precedente comiquero, sino mediocre por propios méritos. El cómic original, que por cierto presté hace siglos a un pequeño cabroncete que no me lo quiere devolver (espero que esté leyendo esto, y que si es así, sepa que le odio), es una amalgama tremendamente ingeniosa de humor negro, violencia por un tubo y parodia desde el respeto y el amor al género superheroico (cuyos días de gloria, al menos cinematográficamente hablando, han quedado relegados en el pasado sin remisión, y sí, me refiero a El Truño de Acero). La segunda parte, sin embargo, es de un predecible que asusta, y toda su transgresión se limita a lo más fácil: la violencia. La mala leche en el planteamiento y el desarrollo que se entreveía en la primera parte dejan paso aquí a una historia de superhéroes al uso, con toda la moralina y retahíla de frases vacías que esto ha de conllevar.
   La mayoría de los defectos del guión de la nueva película producida por Matthew Vaughn, siendo justos, se deben a esta mediocre fuente literaria. También se les ha ido la olla con algún que otro añadido extrañísimo (como la inclusión del tío mafioso de la cárcel, o algunas partes de la subtrama de Hit-Girl, que proviene de otra novela gráfica distinta a Kick-Ass 2 y joder si se nota). Pero en general el resultado es correcto, brillante me atrevería a decir yo. El repertorio de chistes y humor grueso que atesora Kick-Ass 2: Con un par (para qué meternos con el chusco subtítulo español, si total, está en perfecta sintonía con el tono de la peli) es inmenso, y eficaz en la práctica totalidad de las veces. Vamos, que te vas a reír, y te vas a reír mucho. A lo mejor te sientes un poco mal cuando caes en la cuenta de que esas risas vienen dadas por la trágica muerte de algún inocente, o por un calculado juego de caca-culo-pedo-vómito falso (gloriosa secuencia, por cierto), pero qué le vamos a hacer. Somos unos animales, y unos animales bastante gilipollas además, como la saga de Kick-Ass nos viene enseñando de un tiempo a esta parte. 

Como dicen en mi pueblo, "si tiene la docena, me juego la condena"

   En cuanto a los actores, el prota ahora se ha puesto cachas, y eso definitivamente le resta cachondeo a la figura de Kick-Ass (eso y que apenas reciba hostias en toda la película, lo cual podría considerarse casi una estafa). Chloe Moretz, por otra parte, ha crecido y se ha puesto que da gusto verla, quiero decir, aún más, que yo llevo queriendo tirármela desde la primera parte. Y, además de eso, sigue siendo la que más mola, la que tiene más carisma, y la que casi que mejor actúa (al menos, es la que consigue hacer más creíbles unos diálogos plagados de tacos y de frases idiotas y deliciosas). El que hace del Motherfucker, anteriormente Red Mist, es un fiera también siendo la dupla que establece con John Leguizamo, con un divertido personaje inexistente en la novela gráfica, una completa genialidad. Ah, y sale Jim Carrey, casi se me olvida. ¿Y por qué casi se me olvida? Porque para lo que hace casi se podrían haber ahorrado contratarle (librándose de estúpidos e hipócritas problemas de promoción, además), y hubieran puesto en su lugar a, yo qué sé, Nicolas Cage de nuevo, con un antifaz y un perrito. Habría tenido más gracia, fijo.
   Las escenas de acción son brutales y ultraviolentas y ultradivertidas, como en la primera película, aunque quizás menos impactantes (salvando las escenas de acción con Madre Rusia como protagonista, que como personaje es una mierda pero que como reparte la jodía). La banda sonora se mantiene pegadiza, dinámica, y absurda (vuelven a sonar Joan Jett y las Heartbreakers, pero yo sobre todo me quería detener en aquel tema del Tetris con arreglos heavymetaleros... al tío que se le ocurrió ambientar mediante éste una violentísima escena de acción con, sí, Madre Rusia de protagonista, pues bien... es un puto genio).

"Sí, tíos, en esta peli no pinto nada, pero soy el JODIDO JIM CARREY. ¿Alguien tiene algún problema?"

   Resumiendo, la secuela de Kick-Ass no es una gran película pero, desde luego, cumple lo que promete, en cuanto a ofrecer más cantidad, y más a lo bruto, que su precedente. Yo, como tampoco creo que la primera de Kick-Ass fuera una obra maestra, me arriesgo a decir que la segunda parte está, si no a su altura, un poco más allá. Me he despollado en el cine con chistes que si mi madre me viera me daría de collejas, he sentido hasta pena por cierta tragedia que se sucede a mitad del metraje, lo he vuelto a flipar con Hit-Girl, he aplaudido como una morsa con esas escenas de acción tan sangrientas y tan cutres... En resumen, me lo he pasado genial. Y decir eso de una comedia de acción desmadrada como ésta, aunque no la dirija Matthew Vaughn, creo que es lo máximo a lo que dicha comedia puede aspirar.

miércoles, 10 de julio de 2013

La nueva entrega de la saga de moda :) :)


Si bien la espléndida circunstancia de que fueran a sacar más entregas de Star Wars tuvo cierto eco en este blog, en cuanto a reiterados insultos a George Lucas y devaneos varios en torno a lo que significaba dicha saga para mí, no fue así respecto a la elección del hombre que habría de tomar las riendas de la space opera (y qué mariconada será eso de la space opera, siempre me lo he preguntado). Y debería haberlo hecho, porque para una buena noticia que recibíamos del tema... 
   El caso. J. J. Abrams es un tío guay. Listo. Preparado. Hizo Misión Imposible 3 y le salió guay, hizo Súper 8 y no le salió tan guay (únicamente a causa de una última media hora bochornosa), e hizo Star Trek y le salió MUY guay. Osea. No es que la peli del 2009 sea un antes y después en la historia del cine, o que haya arrebatado a George Lucas el control del monopolio friki (para esto último, me temo, Abrams no tenía suficiente pasta), sino que, yo qué sé. La película está guay. Predecible a más no poder, olvidable sin remisión, entretenimiento absoluto. Pero, aparte, es un trabajo muy meritorio, no sé en qué medida por parte de Abrams o de los guionistas, porque la franquicia Star Trek, hasta hace bien poco, a la mayoría nos la traía bastante floja. Y la película protagonizada por Chris Pine (que se cree Harrison Ford, pero no) y Zachary Quinto, consiguió cambiar esto. 
   La undécima película de la saga trekkie fue un éxito rotundo, y obviamente generaría secuelas, y más dinero. Es de alegrarse que esta segunda parte, subtitulada En la oscuridad, haya tardado unos cuatro años en gestarse, en pos de no saturar a la peña (a la cual se la sigue trayendo bastante floja Star Trek, pero se lo pasa estupendamente con las pelis y series de Abrams), y de, aventuro, plantear un guión con suficiente entidad. Si había algo que achacarle a la anterior era su extrema simpleza, y lo chusco de muchas de sus soluciones argumentales (me sigue pareciendo delicioso que un personaje sea desterrado a un planeta desértico y tarde dos minutos contados en encontrarse con otro personaje vital para el desarrollo de la trama, y que ambos más tarde se encuentren en ese mismo planeta con otro amiguete más), y es probable que J. J. Abrams haya querido ponerse las pilas esta vez, y buscar un guión, digamos, hasta complejo.

El cameo más pesado de la historia

   Y digamos desde ya que este guión, tan trabajado, tan apañado y tan todo, es lo peor de la última película de Star Trek. No porque sea malo, porque para blockbuster de guión nefasto ya tenemos a, sí, El Truño de Acero, sino porque es demasiado complicado, y sin necesidad. La historia, que a la larga no viene a ser más que la de siempre (buenos, malos, alivios cómicos, relaciones amorosas que no aportan absolutamente nada), tiene tantos datos, tantos giros y tantos recovecos que llegado un momento el espectador, que no se esperaba en absoluto que fuera necesario pensar para disfrutar de una peli así, se pierde. Insisto en que J. J. Abrams, aún así, es un tío muy listo, y se esfuerza en imprimirle a la historia un ritmo endiablado (esto es, con una escena de acción cada cuarto de hora, aproximadamente), que no deje pasar al aburrimiento. Claro, es algo parecido a lo que pasaba con Matrix Reloaded (palos-blablabla-palos-blablabla-palos-el arquitecto ése de los cojones al que no se le entiende ni papa-palos) pero en este caso mucho mejor resuelto, ya que al menos se focaliza con tino las partes del argumento que más interesan al público: las que tienen como protagonistas, exclusivamente, al Sr. Spock y al capitán Kirk, cuya historia de amistad, amor o lo que sea deviene en el auténtico alma de la película. Sí, también está Simon Pegg haciendo el indio, y Karl Urban deprimiendo al personal, y una tía buenorra que se despelota sin razón alguna, pero viene dando un poco igual. Ya de paso, no merece ni el esfuerzo hablar del noviazgo imposible entre Spock y Uhura, que si bien mejora bastante con respecto a la anterior película (de la que suponía la subtrama más floja con diferencia), sigue sin colar, lo siento.
   Toca hablar del villano de la función, presumiblemente, según nos han dicho, lo mejor de ésta. Un tal John Harrison, que no es un malo al uso, tiene su trasfondo, su tragedia personal, sus secretos, y encima está interpretado por el actor de moda, Benedict Cumberbatch. Pues vale. La verdad es que para mí ha acabado siendo una decepción, por muy bien definido que esté (lo cual, después del Nero de Eric Bana, que qué habrá sido de Eric Bana, tampoco era muy difícil de lograr). El personaje, cuya identidad secreta será recibida por el grueso de la población con un encogimiento de hombros, está bien, sin más, y de hecho el tan laureado Cumberbatch sobreactúa bastante.

"Entonces yo soy como el Joker trekkie, ¿no? Algo así"

   ¿Estos fallos implican que la nueva de Star Trek sea una mala película? Ni por asomo. Tan minucioso y tocapelotas análisis del guión y de los personajes no son más que tecnicismos: me lo he pasado como un enano en el cine. Por muy embrollado que sea el argumento, por muy reguleras que sea el malo de turno (que si tan reguleras parece, simplemente, se debe a expectativas frustradas). En la Oscuridad transmite un espíritu aventurero sencillamente irresistible, y una diversión en cantidades ingentes, aún mayor que la también muy disfrutable primera Star Trek (quiero decir, la primera desde que nos importa Star Trek). Desde el prólogo, que a mí me recordó enormemente a Indiana Jones, hasta el genial clímax en el San Francisco futurista, En la Oscuridad ofrece entretenimiento a raudales e, incluso, bastante emoción. Los personajes nos importan, nos interesan, y por momentos la película logra ser bastante emotiva (gracias, repito, a Kirk y al Sr. Spock). Los efectos digitales y demás parafernalia están chulis, también, y la dirección es correctísima, aunque de vez en cuando a Abrams le dé por hacer un zoom brusco y me tenga que acordar, para mi desgracia, de El Truño de Acero
   Tonterías aparte, una buena película, y un ejemplar blockbuster de ésos. Recomendada a todo el mundo, tanto a trekkies como a warsies como a gente del montón. También para aquéllos que vieron el vídeo en el que el Capitán Kirk de los años 60 salía peleando con un lagarto humanoide. Jo, ¿os acordáis de ese vídeo? Qué cosa más penosa, por Dios. Jiji.

Épico, sencillamente épico