miércoles, 23 de octubre de 2013

Lo que la Fiesta del Cine nos dejó


Ya estoy aquí otra vez. Algo agotado, sin el ingenio, quizá, en el mismo grado de ebullición exhibido el otro día, pero con el firme propósito de criticar, como pueda, la última película que he visto. Dos días después de disfrutar y olvidar Gravity a la velocidad de la luz (jijiji, chiste del espacio otra vez), volví al cine gracias a esos gloriosos 2, 90 que esta vez no hubieron de ser más. Con esto concluyó la Fiesta del Cine, y la sensación de que a la gente le gusta pagar por ver películas de vez en cuando. Volvemos ahora a la realidad, a esa sala de un cine de Fuenlabrada que exhibía El Gran Gatsbyel día del espectador, totalmente vacía, y que me hizo llorar desconsolado. El río vuelve a su cauce, y yo me llevo de recuerdo los nachos, las gafitas de los cojones y, sobre todo, la visión de Prisioneros, de un tal Denis Villeneuve. 
   Qué gran película acabo de ver, camaradas. Podría resumirlo todo en esa frase, o intentar sentirme útil con esta otra, Corred a verla. Rápido. Aunque tengáis que pagar 9 euros, o los que sean. Sin embargo, por cumplir y justificar el poner algún pie de foto chorra (os hago mucha gracia a todos, si ya lo sé yo), voy a desentrañar todos los detalles que me han llevado a cascarle un 10 como una casa en FilmAffinity. Ah, y hablando de FilmAffinity, el otro día me confundí y dije que Gravity había sido escrita por los hermanos Cuarón, cuando en realidad los responsables fueron Alfonso Cuarón, padre, y Jonás Cuarón, hijo. Craso error de documentación. Seguro que os la suda, pero soy un tipo serio que se documenta siempre que puede y que sabe lo que significa la palabra "craso", así que me veía en la obligación de mencionarlo. Transmito desde aquí mi más sincero agradecimiento a la persona que me corrigió, una a la que, por cierto, sí que le hizo gracia George Clooney en Gravity

"¿Cómo se llama el país que cuando ríe explota? Ja- ¡PÓN!"

   Prisioneros tiene muchas cosas buenas y muy pocas malas. Para empezar, cuenta con un reparto estupendo. Creo que ya es hora de comentar lo buen actor que es Hugh Jackman cuando tiene oportunidad, entre Lobeznos y gorgoritos en Los Miserables, ya que aquí el tío está que se sale. Osea. No está de Oscar, y su personaje es bastante antipático, pero le sabe dotar de una espontaneidad maravillosa. En otras palabras, uno ve el trailer y se piensa que se va a tirar viendo al australiano pegando gritos cabreados durante algo menos de tres horas, y muy desencaminado no va, pero el modo en que incurre en esa citada ira es impecable. Ver si no la escena del martillo, o la que se deja ver en el trailer, cuando está en el coche con Jake Gyllenhaal y también grita mucho y muy bien. 
   Hablemos de Jake Gyllenhaal, un actor que tampoco me había parecido nada del otro mundo hasta este momento, gracias sobre todo a Prince of Persia (que recuerdo que fui a ver al cine no estoy muy seguro de por qué, seguramente por gilipollas) y a Donnie Darko, de la que lo mejor que podríamos decir de ella es que es "especial" (suavizando el hecho de que es una gran basura pretenciosa e intelectualoide). Gyllenhaal gana a Jackman en este duelo interpretativo que me acabo de inventar, no sé si porque su personaje nos es bastante más simpático que el otro, o porque es más elegante y, sobre todo, enigmático. ¿Por qué ese nombre tan raro, Loki? ¿Por qué ese peinado? ¿Por qué esos anillos y tatuajes? ¿Por qué le sientan tan jodidamente mal las camisas?

¿Pudo ser que Loki fuera, en el pasado, el Chico de la Burbuja? Eso explicaría muchas cosas

   Y luego está Paul Dano, que lo hace genial, como suele, y al que además se le permite lucirse en el papel de enfermo mental que supongo que todo actor con ínfulas querrá pillar en algún momento de su carrera. El resto de personajes tampoco tiene demasiada hondura, y los actores simplemente cumplen. Terrence Howard está bien pero su personaje es un marica (y no lo digo en sentido peyorativo, creo), a Maria Bello también le ha tocado uno bastante insufrible (en lo que puede ser el aspecto más flojo del guión), y echamos de menos un mayor número de apariciones para Viola Davis. Esta última, de hecho, protagoniza una de las mejores escenas, que no me dignaré en describir porque Prisioneros es una de esas pelis que se deberían ver sin saber nada de nada (aunque en eso no ayude, en absoluto, el trailer), pero que adelanto que lo pasé bastante mal.
   De hecho, uno no disfruta de Prisioneros. Más bien la sufre. No en plan Michael Haneke o Robert Rodriguez, sino en plan adrenalítico, de genuino suspense. A esto no ayuda únicamente el guión, que está muy bien ensamblado y que, partiendo de un gran parecido con Mystic River, consigue distanciarse muy honrosamente de ella (más que nada porque lo único malo de Mystic River era el final, y el final de ésta es... joder, qué finalaco, qué cosa más genial), sino a, por un lado, la banda sonora, y por otro y en especial, la dirección del tal Denis Villeneuve, al que deberíamos seguir la pista a partir de ahora. Encuadres impecables, movimientos de cámara precisos, transmisión instantánea de la angustia (esa escena de las cajitas, en la que tuve que taparme los ojos sin poder más), dirección de actores sobrecogedora... Y destacaría en esto la escena que nos muestra a Jake Gyllenhal conduciendo a toda velocidad bajo la lluvia. No podría estar mejor rodada, y con un suspense mayor.

Éste es Denis Villeneuve. Na, porque lo sepáis y eso

   Prisioneros deja tan buen sabor de boca (es un decir, se trata de un muy deprimente retrato de la naturaleza humana), que los pocos fallitos de los que pueda aquejar se quedan en nada. Sí, los personajes de Terrence Howard y Maria Bello son calamitosos, en ocasiones la película se parece demasiado a Zodiac (película inmensa de la que hasta se calcan planos, y en la que también salía, ahora que me acuerdo, Jake Gyllenhaal, cuando aún no me caía bien), y hay una molesta sensación de que se está jugando con el espectador en cuanto a decisiones de montaje (ese allanamiento de morada por la cara), pero bueno, se trata de un thriller ante todo. Que es, por otra parte, lo más acertado de Prisioneros en mi opinión: cómo juega tanto a ser el típico filme de intriga con revelaciones al final, como a examinar cuestiones morales no muy halagüeñas. 
   Por último, resaltar lo mucho que me ha gustado la escena final, e insistir en que esta película la debería ver todo el mundo, sin excepción, porque a todo el mundo le gustará, o le impactará cuanto menos. Un thriller puro y duro, muy siniestro, que no es en 3D, y que encima te hace pensar. ¿Alguien da más?

lunes, 21 de octubre de 2013

Diatriba sobre la incognoscibilidad del cosmos vista a través de unas gafas de mierda

Previamente a conseguir ver la nueva gran película que pasará a la Historia del Cine, yo también viví mi propia historia de superación personal, digna de ser filmada en plano secuencia y todo. Tuve que saltarme una clase de la universidad, imprimir una acreditación en color (no sabía si tenía que ser en color y, sí, puede que haya hecho el capullo) con el consiguiente precio hiperbólico, y perder a compañeros por el camino antes de encontrarme con una inesperada marabunta de gente. En la cola de un cine. Acongojante cuanto menos.
   Claro que esto no se debía a que de repente el grueso de la humanidad hubiera decidido sumirse en el arriesgado placer de pagar por ver una película, sino a un invento muy curioso llamado Fiesta del Cine, que te dejaba la entrada a unos 3 eurillos, lo cual está bastante bien si no tienes además que pagar bastante más porque te obligan a ver la peli de turno en 3D y a comprar las gafas de los cojones. Pero a eso llegaré luego. El caso es que mis bravos compañeros y yo nos abrimos paso entre esa masa indómita de peña, que cual proyectiles rusos esporádicos nos obstaculizaban el alcance de nuestro destino, mientras el tiempo se iba agotando y veíamos cada vez más difícil llegar a la taquilla y salir disparados hacia la sala. Sin embargo, conseguimos llegar, tres minutos sobrantes incluso, para comprar las entradas, y las susodichas gafitas de los cojones, y unos nachos para mí que estaban bastante malos y que a la postre hubieron de provocarme gases. En fin, que creo que aquí venía a hablar de Gravity y no de la mierda de mi día a día que ahora mismo solo interesará a los dos camaradas que me acompañaron, y que fijo que luego serán de los pocos que me lean. Un besito para ellos, que fijo que están súper contentos de salir en mi blog.

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No es que la foto se vea como el ojete, es que está en 3D

  ¿Iba toda aquella gente a ver La gran familia española? Aunque parezca mentira, no. La nueva película de Alfonso Cuarón (más conocido como aquel cineasta que consiguió meterle un poco de personalidad a una peli de Harry Potter sin conseguir necesariamente que fuera la mejor) viene precedida de tanto hype que mi escepticismo, poco a poco, y según esperaba para verla pacientemente, iba aumentando. ¿Me iba a encontrar con un nuevo Truño de Acero? ¿No me iba a parecer tan arrebatadoramente brillante la interpretación de Sandra Bullock? ¿Iba a conseguir librarme de verla en 3D?
   La respuesta a estas tres preguntas es un no. La peli está chupi, Sandra Bullock me causa indiferencia, y he tenido que verla en 3D. Y bueno, visualmente es una gozada. Una experiencia. Pero, ¿sabéis?, Avatar también fue una gran experiencia, y el que aquí suscribe se durmió en el cine viéndola. Así que no nos vamos a quedar empachados sólo con decir que Gravity es visualmente apabullante, y seamos rigurosos.
   El guión de Gravity es una caca. No creo que le sorprenda a nadie, pero lo peor que leí de él en Internet es que era "funcional, totalmente supeditado a la imagen", así que me despacharé a gusto con ese aspecto. Es una caca porque los dos personajes que salen en la peli lo son. Sandra Bullock compone uno que nos la trae bastante floja desde el principio, pues no transmite nada, y los intentos de los guionistas (los hermanos Cuarón, descubro por FilmAffinity) por darle una entidad propia, y que nos importe un poquito su suerte, no pasan de otorgarle un pasado traumático (tan típico y tópico que llega a sorprender) y de meterle en cuantos más apuros mejor. Y luego George Clooney. Madre mía. Pocas veces he visto un personaje de carácter tan increíble, en el mal sentido. Y que encima quieren hacer pasar por gracioso. Auténtica vergüenza ajena he llegado a sentir.

"Esto va un niño y le dice a su padre: Papá, papá, ¿que está más lejos, Córdoba o la luna? Y el padre le contesta: ¿Pero tú ves Córdoba desde aquí, gilipollas?"

   Si los personajes son caca, sus diálogos no van a ser mucho mejores (alguna línea acertada en plan Armageddon se salva por ahí). Contra eso iba un poco curado de espanto, pero tampoco me esperaba un desarrollo tan plomizo. Que vale que sea la típica película de supervivencia, pero es que el esquema no pasa de faena gorda-lugar más o menos seguro-faena gorda-lugar más o menos seguro. Y llega un punto que, por mucha maravilla visual que estés viendo, te llegas a cansar. Y eso, en una peli que dura menos de 90 minutos, es bastante jodido.
   Otro fallo que he encontrado es el tono de la historia. Cuando vi el trailer me cagué la pata bajo, pensé que iba a ser el no va más de la angustia y el suspense, como Buried o 127 horas (ambas obras maestras de las que Gravity se encuentra a años luz en cuanto a calidad... jijiji, chiste del espacio), y cuando la he visto he pasado angustia exactamente en la misma escena que vi en el trailer, casi íntegra. Al principio de todo, en el accidente. Durante el resto de la peli no he hecho más que maravillarme de las imágenes que nos ofrecía Cuarón e intentar no lanzar pedorretas cada vez que Clooney soltaba un chiste. Angustia poca, la verdad. No es propiamente un fallo, pero sí una expectativa fallida y un trailer engañoso, así que yo lo pongo y a correr.
   Voy ya con las cosas buenas, que las tiene. James Cameron dijo que era la mejor película del espacio que se había hecho jamás, y aunque no comparta su opinión para nada (teniendo el precedente de Star Wars o 2001. Una odisea en el espacio... esto último es bromi, no me peguéis), sí que dudo que se vuelva a mostrar en alguna película el espacio con un grado de belleza semejante. Y rodado de un modo tan sobresaliente.

Esta escena no la anima ni Homer Simpson comiendo patatas fritas. Ni aunque sean onduladas

   Lo mejor que tiene Gravity es la dirección de Alfonso Cuarón. El tío me ha dejado con la boca abierta más veces de las que me gustaría admitir, ya fuera por sus planos secuencia interminables y prodigiosos (destacando el primero, y seguramente el que acabe sentando cátedra), o por la planificación de los momentos en los que la emoción que no conseguirían los diálogos tuviera que recaer en sus manos. Y es en momentos como la despedida de Clooney o, sobre todo, el razonablemente épico clímax final, cuando la dirección y la banda sonora (tan efectiva como efectista), destacan de un modo más genuino, perfilando a Cuarón como el cineasta de gran talento que, a falta de ver Hijos de los Hombres o alguna otra cosa que haya dirigido, he de pensar que es.
   Por lo demás, Gravity es una peli para ver una sola vez, y supongo que en 3D. Hay un par de escenas que gracias a éste quedan guapísimas (no precisamente las más espectaculares), y el resultado final es satisfactorio, de haber pasado un buen rato. Pero no sé. A mí la peli me ha dejado a medias, y Sandra Bullock me sigue pareciendo un tostón de mujer.
   De todos modos os recomiendo verla. Si sois amantes de lo visual, o si os gustaban esos simuladores que a veces ponían en la feria del pueblo, Gravity es vuestra película. Si no... pues yo que sé. Es la Fiesta del Cine, si os dais prisa y la veis antes del jueves de esta semana igual os compensa. Con gafitas y todo.

miércoles, 2 de octubre de 2013

El día en que me enamoré de Mario Casas

Yo voy a ver la última película de Álex de la Iglesia a un cine de Madrid, en el día del espectador, y me encuentro la sala casi totalmente vacía, y la verdad que me frustro. A lo mejor sin mucho derecho, últimamente voy al cine de uvas a peras y hace como cuatro lustros que no voy a ver nada español (ni siquiera vi Lo imposible, pero sí vi... esto... Torrente 4, y era una gran película, ¿eh?, infravalorada total). Pero, yo qué sé. Las brujas de Zugarramurdi debería ser un trabajo que trajera en masa a los grupos de amiguetes, o a las chiquillas y chiquillos que quieran ver a Hugo Silva y a Mario Casas por primera vez juntos desde Los hombres de Paco (veis, para que luego digan que no apoyo las producciones patrias, esta serie me la tragué enterita, hasta cuando metieron el rollo ese de Satanás y de un superhéroe llamado Blackman... aagh, ¿en qué diantres estaba pensando?). Es tanto el entretenimiento y disfrute que nos ofrece la nueva propuesta del tío que hizo Balada triste de trompeta y sobrevivió para contarlo, que el hecho de que no la veáis os hará merecedores de mi más profundo desprecio. No tenéis por qué pagar por verla, pero vedla, ¿vale?

"Pies de foto chorras, pies de foto chorras everywhere"

   Y ya con esto podría acabar el artículo, supongo. Ya he dado una opinión y he recomendado la película de una u otra forma. La parte central del mismo, aquello por lo que será recordado (es un decir), al comienzo. ¡Mira, como en Las brujas de Zugarramurdi! Leeréis por todos lados que los primeros minutos de la peli son claramente los mejores, y yo no he de disentir, pero tampoco menospreciar el resto del metraje. La cosa es que a De la Iglesia se le ocurrió que sería dabuten firmar un atraco al Compro Oro de la Puerta del Sol efectuado por los andobas disfrazados que de vez en cuando se montan ahí guerras territoriales, y, bueno, puede que ésa se la mejor idea parida por el cine español desde que colocaron a dos payasos, uno triste y otro alegre, peleándose por una mujer encima de la cruz del Valle de los Caídos. Por si alguien se lo pregunta, sí, considero Balada triste de trompeta una obra maestra, y probablemente lo mejor que ha hecho Álex de la Iglesia en toda su carrera. 
   El caso. La set pièce que abre el filme no podría estar mejor dirigida y actuada, y no podría ser más divertida. Hugo Silva pegando esos gritos tan becerros y tan suyos (de los cuales llegué a estar hasta las pelotas en Los hombres de Paco), Mario Casas (del que también llegué a estar hasta las pelotas en Los hombres de Paco, pero así, a secas) empezando a dar muestras del prodigio de personaje cómico que le ha tocado interpretar, y el niño quedando muy currete entre el caos y la mala uva que lo baña todo. Ah, bueno, y Javi Ordóñez como el taxista. Qué grande es este tío. 
   ¿Va Las brujas de Zugarramurdi cuesta abajo después de esta secuencia? En absoluto. Es en la carretera cuando los personajes empiezan a sacar todo su potencial, y los gags se suceden a velocidad vertiginosa, mientras todo empieza a bañarse en el inevitable aura sobrenatural. Aparecen las brujas del título, pero no por ello las risas se resienten, aunque sí, aparezca Carolina Bang y veamos que hay algo que no cuadra (porque sí, esa tía sólo está ahí por tener los santos ovarios de tirarse al jefe). 

La foto lo dice todo

   Las brujas de Zugarramurdi es un glorioso entretenimiento de principio a, casi, el fin. Quedan veinte minutos de peli, te duele la mandíbula de carcajearte y te lagrimean los ojos de lo mismo, y de repente todo se convierte en una gran mierda. Simple y llanamente. Todo se desmadra, hay peleas a lo Dragon Ball, Carmen Maura se empeña en demostrar lo cutres que podemos ser los españoles en cuanto a efectos visuales a veces, y culmina en un epílogo que podría pasar por gilipollez de no ser simplemente horripilante. Vamos, que a Álex de la Iglesia se le ha ido la olla otra vez. Igual que le pasó en El día de la bestia, en 800 balas, en Crimen ferpecto y en Balada triste de trompeta (aunque en este último caso, y quitando al tontomonas del motorista, fuera una ida de olla sublime). 
   Si exceptuamos los últimos veinte minutos tendríamos una película intachable. Osea. Hay demasiadas subtramas, Carolina Bang da grima por muy buena que esté, y las intervenciones de Santiago Segura y Carlos Areces, sintiéndolo mucho, no tienen ni puta gracia, pero todo es tan frenético, tan rabiosamente entretenido, que el buscar fallos de guión se revela como un ejercicio de petulancia boyeresca (flípalo que la peli le ha gustado hasta al Boyero). 
   La dirección de Álex de la Iglesia es estupenda; por momentos, sencillamente maravillosa (no sólo el atraco del principio, la persecución dentro de la casa de las brujas es brillante también). El guión, si lo entendemos como amasijo de chistes, es otra maravilla igual (aunque uno no acabe de sentirse cómodo por la cierta misoginia que desprende, supongo que justificada por el humor gamberro del director). Y los actores, veamos... Para empezar está Mario Casas. Sí, no creí que lo dijera nunca, pero si tuviera que ser recordado por un solo papel en toda su descamisetada vida, qué menos que recurrir a su personificación de Toni, el bonachón relaciones públicas del pub Esperma. Lo que me he reído con este personaje es que no se lo puede creer nadie. Puede que el chaval haya hecho cosas como A tres metros sobre el cielo y su continuación, pero es innegable que en Las brujas de Zugarramurdi está que se sale. A continuación inserto una foto suya al lado de otra de Marlon Brando, sólo porque me resulta divertido.


   Luego tenemos a Hugo Silva, que yo que sé, nunca me ha transmitido nada, y aquí lo mejor que podemos decir es que no desentona y le da el contrapunto perfecto a un pletórico Mario Casas (dios, es que no me puedo creer que escriba estas líneas, ¿eh?). A Jaime Ordóñez, que está perfecto en su papel del taxista ninguneado por las mujeres; a Pepón Nieto y Secun de la Rosa ajustadísimos en sus papeles de policías inútiles; a Macarena Gómez, que ni fu ni fa; a Carmen Maura, que le saca un jugo tremendo a un personaje planísimo (ver la secuencia en que le enseña la casa al taxista); a Terele Pávez haciendo de Doña Pura (oye, y yo que no tenía ni idea de que Doña Pura se llamaba Terele Pávez); al chavalín ese que sale demasiado en calzoncillos; y a Carolina Bang, que hace cosas guarras con una escoba. Un reparto, en resumen, muy aceptable, y en cualquier caso eficaz. 
   Así que, hablando en claro, Las brujas de Zugarramurdi es la caña, y su indudable grado de excelencia sólo cabe establecerlo en función a cuánto nos importe que sus últimos veinte minutos sean tan infumables. A mí personalmente me resulta algo agridulce, pero como lo he pasado tan inmensamente bien en la hora y media anterior, me veo obligado a proclamar que Las brujas de Zugarramurdi es una gran película. Y que viva el cine español. 
   Jo, qué falso me ha quedado eso último. A ver si sacan ya Torrente 5.