jueves, 21 de mayo de 2015

Rápido y furioso


Pues no sé. Mad Max. Fury Road es la caña. Lo leo en todas partes. La película de George Miller ridiculiza con soltura y sin piedad a todo el género de acción reciente. No sé yo. Reivindica un cine puro, directo, de impacto. Eh... ES FEMINISTA. Joder, ¿en serio?, fijo que es una película genial, apuntémonos al carro del progresismo y cantemos sus alabanzas.  
   Yo es que no entiendo nada. Bueno, algo entiendo, y lo poco que entiendo no me gusta. Me da hasta rabia. Pensaba que a estas alturas la humanidad había alcanzado un cierto consenso de que lo más importante en el séptimo arte era tener una historia que contar, si no espléndida, sí una que motivara emociones en nosotros. Del tipo que fueran. Claro, el género de acción es más parco en cosas así, ¿no?, siempre lo ha sido, no hay que pedirle peras al olmo. Lo acepto. Dentro de una bien medida frustración, puedo llegar a comprender que la gente considere "estúpidos" los diversos episodios de la saga Fast and Furious. Sí, hay cosas mucho mejores, hay GUIONES, hay argumentos extraordinarios, es lógico que los filmes anteriores sólo se encuentren con el descrédito especializado, mientras ganan pasta gansa y redundan en lo anterior. Ya me había acostumbrado a semejante (y snob) panorama. Pero en nombre de Odín, ¿por qué ahora de repente os gusta ésta de Mad Max, una película a cuyo lado cualquier gamberrada de Michael Bay parece escrita por Tennesee Williams?
   Ahora resulta que es que los guiones no eran lo importante. Lo importante era la ACCIÓN. La ACCIÓN bien dirigida, tradicional, sorprendente, y nada más y nada menos (bueno, sí, y el feminismo, pero a eso vamos luego). Se ve que el problema de la saga de Fast and Furious (que nunca he tenido tantas ganas de reivindicar como ahora, y de hecho creo que lo voy a hacer) era que no tenía suficiente ACCIÓN, una acción suficientemente bien dirigida, no lo bastante tradicional, no tan sorprendente como lo esperable. ¿Era ése el problema? ¿Ése el porqué de mirar tanto por encima del hombro? Bueno, de acuerdo, me obligáis a ello, comparemos Fast and Furious con ésta de Mad Max. Sólo con ésta, porque hace un par de semanas intenté ver la primera y me pareció tan atroz que la quité. Sí, y luego pagué por ver la cuarta. Un día de éstos voy a desintoxicarme de Internet. Por partes:

"¡No me puedo creer que sea la MISMA PUTA MÁSCARA!"

- ARGUMENTO: En ambos formatos es prácticamente inexistente pero, de bucear en su campo conceptual, sí extraeríamos que al menos, en Fast and Furious se habla más. El diálogo es bien, ¿no? El mundo sería mucho mejor si la gente dialogara más. Mad Max no es una peli muda, pero los personajes sólo hablan para decir gilipolleces. Y ojo, hablan, pero no dialogan. Cada uno va a su rollo, diciendo mierdas que estrictamente les definen a ellos (muy autista todo), o al menos en teoría. Por ejemplo, Charlize Theron, que oiréis decir que ha creado un personaje icónico y ejem, no es así para nada, dice que va en busca de REDENCIÓN. ¿Redención de qué, cagüentodo? ¿Sabes qué coño significa esa palabra, o sólo se la has soltado al bueno de Max para impresionarlo? Ah espera no. Que ésta es una peli feminista, el objetivo de las mujeres no ha de estar exclusivamente relacionado con el reconocimiento de los hombres. Oye, y bien por ahí eh. En mi vida había visto dos protagonistas con menor química y menor interés en tenerla. Luego sí que hay una historia de amor, secundaria, pero sin mucha comunicación tampoco, y que por supuesto tampoco tiene ni pies ni cabeza. Conseguida la igualdad absoluta con nota, en resumidas cuentas: conseguido que te den igual absolutamente todos los personajes. Con vagina o sin ella. 

- PERSONAJES:  En Fast and Furious están Dominic Toretto (Vin Diesel), Brian O`Conner (Paul Walker) y un tipo cachas que suda lo que no está escrito (The Rock). Bueno, y un montón de peña más. La familia. Letizia Ortiz. Con la honrosa excepción de Toretto, no serán personajes shakesperianos, pero yo que sé, al menos en el grupo hay dos negros y a ambos los sabes distinguir. En Mad Max está el susodicho Max Rockatansky, supuesto antihéroe torturado por las visiones traumáticas de su familia (las cuales no tienen más justificación que ¡JODER, NOMINAD EL MONTAJE AL OSCAR!), cuya parla se asemeja, tanto en calidad como cantidad, a la de Hulk. No da el perfil para un buen protagonista ni aunque tenga los rasgos de Tom Hardy, pero no hay problema, ya que Max no es el protagonista de Mad Max. En su lugar es Imperator Furiosa, interpretada por Charlize Theron, heroína total y carismática, supongo que porque pone una cara muy intensa al cambiar de marcha (no busquéis sentido sexual a esto, por favor, no seáis inmaduros que el siglo XXI ya está aquí). Eh, y por ahí viene el villano, Inmortan Joe, que sí está al mismo nivel de los de Fast and Furious; ya que nadie se acuerda de él. En cuanto al grupo de apoyo, mazo chicas de personalidades muy marcadas: la preñada, la del pelo corto, la pelirroja que se deja someter por el yugo masculino, la vieja... Por favor, id a verla, que si os parecían ocurrentes los personajes de Fast and Furious no tenéis ni idea de lo que bueno que es ver tanto chocho loco en acción.

MAD MAX FURY ROAD sci-fi futuristic action thriller apocalyptic wallpaper background
¿No os recuerda a un juego para Play2 cojonudo? ¿El Jak 3? A mí me recuerda al Jak 3

- TEMAS: Huy, mal rollo, aquí lo mismo Fast and Furious pincha (HAHAHAHAHAHAH). Es una saga de coches, culos y testorena. Lo tiene crudo frente a la ciencia ficción distópica de George Miller, ¿no? Pues va a ser que tampoco. En torno a la concepción de Fast and Furious revolotean conceptos como la lealtad, la familia, la amistad, el honor... hasta se permite tener personajes como O`Conner, que es una veleta a ambos lados de la ley muy jugosa en términos dramáticos, al menos hasta que resuelve el entuerto siguiendo lo que le dice su corazón (ergo, su pene varonil y poco concienciado con la paridad sexual). En el otro lado, Mad Max. Y esto... Pues no me enteré de mucho, para qué os voy a engañar. No me dio tiempo. Hay como una civilización arrasada en la que unos pocos tienen oprimidos a unos muchos, a los que chantajean con agua, y mucha gente deforme que necesita transfusiones de sangre de gente un poco más agraciada. Ah sí, y unos kamikazes que se pintan los morros cada vez que van a hacer alguna heroicidad mientras gritan "¡Sed testigos!". Ya, vale. Mad Max va de héroes, ¿no? Eso está bien joder. Los héroes son guays. Sobre todo ahora que de repente tienen vagina.

- BADASSERÍA: En Fast and Furious hay cosas muy guapas, muy épicas, agüesomes en definitiva. Los personajes practican el amor y la guerra a golpe de tuit mientras desafían numerosas leyes de la física y vuelven a casa por la barbacoa, que es algo que siempre ha sido muy badass para nosotros los hombres porque implica despojarse de la camiseta. Y eso es muy badass, ¿no? En lo que me informo de lo que carallo significa badass depositemos la mirada sobre Mad Max, al que muchos califican de "SALVAJE". En la peli de George Miller hay un tío que viaja en la caravana de los malos con una guitarra de doble mástil que escupe fuego y que no deja de tocar aunque a su alrededor se haya montado la de Dios es Cristo. ¿Por qué su presencia? Pues porque así se le ha ocurrido a George Miller. Cuando vosotros dirijáis una película tan estupenda (y esto no es ninguna coña) como Babe, el cerdito en la ciudad tendréis derecho a hacer ese tipo de cosas. Hasta entonces, SED TESTIGOS y sabed que mmm no, que realmente no hay nada más. Tom Hardy poniendo caras de galán, si acaso. A ese hombre tienen que lloverle los coños.

George Miller explicando cómo creó los robots de Babe

- DIRECCIÓN: Éste es un tema por el que siempre se ha pasado un poco de puntillas, en el caso de Fast and Furious. Han desfilado numerosos directores distintos por ella y no caigo en el nombre de ninguno, pero, eso sí, recuerdo el asalto al camión de A todo gas 1, la caja fuerte de Fast Five o lo increíblemente mierder que era, en todos los sentidos, Tokyo Drift. Menos da una piedra. Pero en el otro lado volvemos a George Miller, aquél que si no es nominado a Mejor Director el año que viene correrá la sangre. Sí, ya sabéis, aquél que ha revolucionado el cine de acción, que tiene más de setenta tacos y que ha pasado muy fuertemente de los efectos digitales. Y sí. Esta vez sí. Mad Max está estupendamente dirigida, con planos prodigiosos y set pièces que, de no constituir una única y extenuante persecución la película entera, serían memorables. A este respecto, más que detenerme en los puntos álgidos de ésta, me gustaría destacar el prólogo anterior a toda la morralla. ¿Cómo han hecho para que los personajes se fostien a tanta velocidad? Con esto sí se te hace el chichi aguas.

   En caso de que no haya quedado suficientemente claro, sí, Mad Max es un truño. Y lo peor es que no lo es únicamente por méritos propios, sino por la hipocresía que ha generado junto con el debate resultante, tan abocado a la vergüenza, en torno al cine de acción. De no haber tanto yonki iluminado ni siquiera habría ido a ver la peli y todos habríamos sido más felices, pero leí por ahí que si no te gustaba el coso éste no te gustaba el cine y hasta aquí podíamos llegar. Al menos de vuelta a casa me tiré un rato muy entretenido y onanista pensando en los porqués de este enamoramiento absoluto por el renacer de una saga de la que, hasta el momento, yo pensaba que no se acordaba nadie. Se me ocurrió la teoría (rancia, pero respetable) del clasicismo; en tiempos tan cibernéticos y cuadriculados como éstos se agradece que alguien quiera hacer las cosas a la vieja usanza, que encima se lo pase bien (porque otra cosa no, pero cómo tiene que haber disfrutado George Miller), y que, sobre todo, el trabajo luzca tan real y espectacular. Chapó por eso, pero, no sé, al menos el señor este podría haberse preocupado por redactar algo parecido a un guión. O, al menos, una excusa. Por muy bien rodada que esté Jungla de Cristal 3, de no andar por ahí Bruce Willis y Samuel L. Jackson, ¿quién rábanos se acordaría de ella?

Jejejej... tetas
   También está, claro, y creo que es lo principal, todo el rollo del feminismo, que encima se ha topado con el boikot de cuatro subnormales de Texas (o por ahí) que no ven bien que una piba lleve pantalones. Y claro, con esto ya ganaba puntos de antes, pues todo se transformaba automática y repentinamente en que "si no te mola esta peli eres un retrógrado despreciable que menta mucho los coños pero que hace siglos que no se come uno". Y oye, no es así del todo. ¿Es que Mad Max, por ser feminista, tiene que ser automáticamente buena? Me parece una realidad perversa, pero tal parece según la proliferación de ensayos sobre el tema, a menudo más largos que el guión de la propia peli. En caso de haber tal. Que creo que no.
   No cabe duda de que el feminismo mola. Yo soy fan de él. Pero, ¿es Mad Max. Fury Road una buena película? Mucho me temo que y una polla.

lunes, 18 de mayo de 2015

El final de Mad Men según un meinstrim


Escribo estas líneas a pocas horas de que haya finalizado Mad Men, y las escribo ahora, más que nada, porque como deje reposar la experiencia de visionado, y me dé tiempo a pensar y sintetizar literaturas, el artículo resultante no tendría el más mínimo interés, en caso de que lo tenga ese otro que acabará resultando. Mad Men no es la serie de la actualidad sobre la que se ha escrito más (ahora hasta El País le dedica artículos semanales a Juego de Tronos), pero sí aquélla sobre la que se ha escrito mejor, y no en el sentido más puramente beneficioso, sino en lo relativo al esfuerzo depositado, a la clarividencia, a la interpretación artística que ahora ya no se reduce a disfrutar entretenimientos espectaculares, dramas estremecedores o personajes poliédricos. No. Ahora todo lo ha fagocitado el subtexto. Ahora esos entretenimientos, dramas y personajes nos los tenemos que construir nosotros en la cabeza. Y ésta, dicen, es la Edad de Oro de las series. 
   Yo nunca he sido un gran fan del subtexto. Quizá me sobrealimenté durante la infancia de películas ingenuas y ochenteras (que viene a ser lo mismo), y de tanto verlas y disfrutarlas hasta niveles obscenos me acabé encontrando con nula predisposición hacia lo sobreelaborado, hacia cosas más complejas que, qué sé yo, el arquetípico viaje del héroe, que es como decir el de James Bond, Indiana Jones, Marty McFly o John McClane. Quizá lo retorcido y lo equívoco siempre tuvo, para mí, algo de maligno, de amenazador, y por eso siempre fui de esos groseros herejes que, ante un lienzo manchado, siempre soltaba lo de "esto lo hago yo en mi casa en dos minutos". Con el correspondiente e indoloro descrédito. Qué le iba a hacer. Para mí, no había cosa tan grande como unas letras doradas en regular descenso sobre un fondo estrellado y una fanfarria tan excesiva como ingenua sonando de fondo. La clave era la ingenuidad.
   Sin embargo, esa misma ingenuidad no ha de evitar que, cuando algo es bueno, y lo es a voces, se perciba como tal. De manera directa, impactante, extenuante. De una que, según haya reposado la experiencia del visionado, el sentido de lo visto se enriquezca, no sea construido desde cero. Y ése es el problema de Mad Men: sólo tiene sentido cuando se accede a la literatura dedicada a ella por tipos mucho más iluminados e inteligentes que tú, los mismos tíos, por cierto, que luego te mandan callar cuando se te escapa una catártica pedorreta en el Reina Sofía. Vamos, que la seriecita de los cojones se cree muy lista.
   No ha sido así siempre, y es lo más doloroso. Hubo un tiempo en que un servidor le decía a todo aquel que quisiera escucharle (o que le escuchara accidentalmente) que Mad Men era la mejor serie de la actualidad con bastante diferencia, una obra maestra, modélica, que disponía de la mejor producción, los mejores actores, la mejor dirección y, claro está, el mejor guión posibles. Dentro de este último apartado, acaso el único que importaba de veras, la grandeza sin parangón ni paliativo se alcanzaba con una historia inmejorablemente escrita cuyos conflictos, tan culebroneros como poderosamente humanos, te atrapaban al instante. El show de Matthew Weiner conseguía que según el capítulo amaras a un personaje o lo odiaras sin remisión, y lo conseguía simplemente porque ese personaje era real, humano, y lo conocías tan bien como a cualquiera de tu más cercano entorno (de la vida real, se entiende). En éstas, las temporadas desfilaban, orgullosas e indiscutibles, y tú sólo te sentías como un vouyeur, un testigo mudo e intruso en las vivencias forzosamente reales de aquellos hombres y mujeres. Porque sí, Don Draper es lo más lejos a lo que ha llegado nunca guionista alguno, eso lo sé y, por una vez, no gracias a que lo haya leído en algún lado. Don Draper es la cumbre, pero, ¿qué hay de Peggy Olson, de Pete Campbell, Roger, Betty, Joan, Sally, Lane, Ted, Stan? ¿Acaso podríamos dejar de mencionar a algunos de ellos por ser "personajes secundarios"? La mayoría de los personajes secundarios de Mad Men, en realidad, no lo han sido nunca. ¿Cómo serlo, si a algunos de ellos los conoces mejor y sabes que son más complejos dramáticamente que alguno de tus primos carnales? Sí, Mad Men era la mejor serie de la actualidad. Lo era pero, como suele pasar, acabó enferma de éxito. 


   No del éxito comercial (conozco a muy poca gente que la vea o sepa de qué carajo va, y ésta es la máxima y más sincera justificación de estas líneas), sino del artístico. Tanta gente alabó lo exquisito de su subtexto, dio tanto la barrila con el sempiterno "es más importante lo que no se dice que lo que se dice", con lo "ruidoso de sus silencios", con la "dictadura de sus miradas", y demás mierdas del estilo, que a Matthew Weiner (sensible como humano que es a las lamidas de ojete) se le subió a la cabeza; creyó que si llevaba el tan alabado tono críptico a un primer plano, ya sería la apoteosis. Y para algunos, qué duda cabe, lo ha sido. Yo, por mi parte, he acabado hasta las narices. 
   A partir de la sexta temporada, aproximadamente, dejó de existir la genialidad directa, pura, inmediata, para ser relegada al eterno segundo plano que tan dura se la ponía a los hipsters, y todo se convirtió en un tostón pretencioso e insufrible que sólo seguía viendo porque, en fin, se trataba de Don y los demás, que igual pasaban tan sólo, me empeñaba en pensar, por el enésimo bache. La sexta temporada ingresó directamente en las filas del olvido, con algún capítulo excelso que otro, y algo parecido ocurrió con la primera parte de la séptima. De cara a la segunda parte yo me esperaba algo tipo Breaking Bad (la serie que sí ha acabado siendo, por eliminatoria, la mejor) pasado por el filtro del mejor Weiner: un culebrón existencialista con la tragedia y el humor negro desatados, la obra maestra que Mad Men había conseguido ser, de hecho, entre la cuarta y la quinta temporada. No ha sido así. Los capítulos han desfilado confusos, fríos e inmisericordes para cualquiera que no tenga la suficiente amplitud de miras, hasta llegar a un final que, encima, no ha sido ni la mitad de ambiguo que me esperaba. De hecho, ha sido hasta un poco estúpido.
   Los últimos 56 minutos de Mad Men, que no debieran ser los que sirvieran para juzgar los 91 capítulos anteriores (aunque puede que lo sean), han contado con una impecable factura técnica, unas interpretaciones escalofriantes y, como también ha sido costumbre, mucho encanto. ¿Algo más? Sí. Además han sido, en su mayoría, escandalosamente maniqueos y facilones. Básicamente, Person to Person, que así se llama el asunto, es una sucesión de escenas en las que los personajes que durante tanto tiempo nos han acompañado se presentan frente a la cámara y dicen, o son golpeados con, una frase cojonuda que los define. ¿En serio, Matt? ¿Tanta pollada con el subtexto y nos vienes con esta especie de "Mad Men para dummies"? Jo, es que incluso en los últimos minutos nos endosan un montaje paralelo mostrando los destinos finales de los "personajes secundarios", que son EXACTAMENTE los mismos que nos habíamos imaginado gracias a secuencias precedentes. Que no aportan, vaya, absolutamente nada.


   ¿Y qué hay de Don Draper? Pues sí, han hecho algo resultón, que tampoco me apetece explicar por aquí ya que podréis leerlo descrito de manera mucho mejor en ochenta mil sitios más. Resultón, coherente, nada más y nada menos. Un buen final, sí. ¿Pero a qué precio? La cuestión es si compensa todos los giros de guión estrafalarios (mira que yo odio a Betty Draper, pero mi odio no es nada comparado con el de Weiner), los diálogos dadaístas, lo forzado de algunas resoluciones o, y ya concluyo, la colosal pedantería que nos ha traído hasta aquí. Y no, la verdad. Creo que no. Creo que si alguien me dice que ésta ha sido una serie de diez, a menos que se refiera a las cinco primeras temporadas, se puede ir yendo mucho a hacer puñetas.
   Según mi experiencia, que no aspira a ser global pero sí sincera y humilde (en serio), lo que hay que hacer ahora mismo para disfrutar de esta supuesta Edad de Oro de la televisión es amar Breaking Bad y Boardwalk Empire, amar/odiar Juego de Tronos, y creer en Better Call Saul. Mad Men, en conclusión, sólo ha sido un sueño, y su final, en definitiva, sí me ha acabado entristeciendo. Aunque fuera tan sólo por cómo ha dejado en efímeros e inútiles todos mis años esperando hallarme ante la mejor serie de la Historia. Y no.

lunes, 4 de mayo de 2015

"Chewie, hemos vuelto"

Aunque parezca mentira, he seguido viendo películas después de Birdman o (lo que me jodió perder la quiniela de los Oscars pensando que al final ganaría Boyhood), y, más grave aún, las he visto muy buenas, bastante mejores que la que finalmente ha sido elegida para abanderar mi vuelta a las andadas tras esos meses que se os habrán hecho tan largos, queridísimos y anónimos lectores. En esto podría hablaros de Whiplash, que es tan genial que ni yo mismo me la creo aún, de Kingsman, que es la caña despojada de cualquier atisbo de trascendencia, o de, por ejemplo, Selma, que ni siquiera recuerdo si llegué a ver entera. Pero no. Hoy he venido a hablaros de Los Vengadores. La era de Ultrón, que se ha tenido que conformar con ser el segundo mejor estreno de la historia cinematográfica justo después de, sí, Los Vengadores. Parte I. Lo cual es, cuanto menos, hilarante.

Encuentra a Wally y sácalo de aquí, por el amor de Dios

   Hace ya sus añitos que en estas mismas páginas, o lo que sean, descargué todo mi fervor frikinfantil al hilo de la primera ocasión que tuvo Marvel de epatarnos con el mayor número de espantajomanes vistos nunca en pantalla. Observo ahora esas mismas páginas, o lo que sean, con nostalgia envenenada, con una tibia impaciencia por lo ingenuo de mi yo de tres años menos, que decía lo de que las palomitas nunca habían sabido tan bien como entonces (lo que se dice un cínico de los símiles; las palomitas como mejor saben es choriceándoselas al de al lado, y eso lo sé ahora y lo sabía entonces), que elucubraba sobre aparatosas regresiones a la infancia, y que se metía con mucho estilo con Ojo de Halcón por ser tan francamente irrelevante. Ahora todo ha cambiado. Sigo atiborrándome a palomitas sin gastar un duro y perdiendo amistades por el camino, sí, pero ya no es lo mismo; no ha habido más regresiones a la infancia, sólo mucho ceño fruncido y varios comentarios impertinentes sobre lo fútil de todo; y, por si fuera poco, de repente Ojo de Halcón no está tan mal. ¿Qué carallo ha pasado?
   Pues, en resumidas cuentas, que Marvel se ha pasado de lista. Ya el verano pasado nos la coló con Guardianes de la Galaxia, ese juguete que, pese a ser un entretenimiento tan al uso como cualquier de los otros (sub)productos lanzados, contó con un inaudito beneplácito crítico y pop, como si en la trayectoria del cine de entretenimiento nunca se hubieran dado cosas como La Guerra de las Galaxias, Harrison Ford, Quentin Tarantino o animales parlantes. Pues no eh. Guardianes de la Galaxia no podía molar más, y yo no tenía más remedio que sentirme un amargado por no sintonizar con ese argumento que hablaba de... de... unas gemas de no sé qué... del tío ese del trono que asoma la jeta en todas y nunca hace nada... de... mira, en serio, ¿alguien se acuerda? Porque según los señores de Marvel deberíamos; porque la compañía se ha montado tal embolao que como nos perdamos una sola de las obras protagonizada por los héroes que los vacíos legales les permiten utilizar (sólo la Patrulla X y los Cuatro Fantásticos resisten actualmente al invasor), no nos vamos a enterar de una mierda, en ninguna. Así que sí, amigos, vais a tener que veros las pelis del Capitán América. ¿Son unos desalmados o no son unos desalmados?

-"¡Pues El primer vengador la va a ver tu puta madre!"
-"¡Yo soy Grooooooot!"

   Durante los primeros minutos de La era de Ultrón un servidor estaba totalmente perdido, lo cual no dejaba de tener su gracia, hasta cierto punto. Los Vengadores repartían estopa desde el principio en uno de esos pueblos de Europa del Este que a lo mejor gana Eurovisión este año, buscando a un tal Barón Stroker que comandaba una cosa llamada H.Y.D.R.A. (por lo cual cuidado eh, que comanda H.Y.D.R.A.) y que pretendía dominar el mundo/universo/variantes utilizando el bastón de Loki (que no, no aparece, qué le vamos a hacer). Contaba entre sus secuaces con la Bruja Escarlata (escandalosamente follable) y con Mercurio, el mismo runner pijo de X-Men. Días del Futuro Pasado que ahora no era un mutante por cierto, sino un "mejorado", y tampoco decían en ningún momento que se llamara Mercurio. En fin. Mucha acción, Iron Man burlándose del Capitán América, Scarlett Johansson continuando con prácticamente lo único que ha hecho en toda su carrera (esto es, lucir palmito), Hulk hulkeando, Thor poniendo miradas valerosas intentando que alguien lo adopte, Ojo de Halcón resignándose a ser un segundón... Todo muy distraído de ver, como en la entrega anterior. En éstas, qué más da que no sepamos que, un momento, ¿S.H.I.E.L.D. ya no existe? ¿No habían hecho una jodida serie llamada así que seguía los sucesos de Los Vengadores? Ahora va a resultar que las tramas de Marvel son más difíciles de entender que, qué sé yo, el final de Interstellar.
   Insisto en que de momento eso no importa, ya que hay sopapos suficientes como para mantenernos con la guardia baja. Lo malo es que La era de Ultrón va a seguir así durante las dos horas y pico que tiene por delante, y eso son muchas horas y muchos agujeros de guión, que no podremos justificar simplemente con lo de que no somos lo suficientemente frikis. No. Digámoslo de una vez. La era de Ultrón es un desastre narrativo de primer orden, incapaz de funcionar nunca a nivel global, sólo a chispazos, y que está tan obcecada en aglutinar tramas y sentar bases para secuelas, spin-offs y demás movidas que incluso por momentos se olvida de lo más, y acaso lo único, imprescindible; divertir. Esto ocurre por, aparte de lo reseñado, empeñarse en ser más seria y compleja que su glorioso precedente, y en, supuestamente, profundizar más en las psiques de sus protagonistas. Hay veces que le sale bien, forzoso es admitirlo: Ojo de Halcón, como ya comentábamos, tiene una subtrama más que digna; llegamos a encariñarnos de la Viuda Negra; e Iron Man sigue interpretado por Robert Downey Jr. Pero, en el otro lado, tenemos a un Hulk insultantemente blando e incoherente, a un Thor y a un Capitán América en su línea (de donde no hay no se puede sacar, me diréis, pero... me remito a Ojo de Halcón), y, sobre todo, a un villano catastrófico en todos los sentidos, el tal Ultrón. Un supuesto Tony Stark robótico y con malas pulgas que nadie entiende cómo hace lo que hace, por qué lo hace, o por qué a alguien habría de importarle. Y al que, para colmo, a mitad de la peli le sale un gemelo bonachón llamado La Visión (aunque nunca se pronuncie dicho nombre, total, los frikis ya saben perfectamente quién es, y los no iniciados con ver muchos colorines siempre se dan por satisfechos), que mola todo lo que podía molar siendo Paul Bettany y hablando con mucha serenidad. Ni más ni menos.

Hemos pasado de este galán a un chavalín que habla ruso y lo interpreta Kick-Ass. Ése es el nivel

  En pos de apoyar ésta mi tesis de que La era de Ultrón es un sindiós añadiríamos personajes que aparecen y desaparecen sin más de la historia (como ese Andy Serkis posGollum y posCésar al que le han endosado músculos y la voz de Bruce Willis en una idea que me mosquea ser el único que considera lamentable), tramas que no van a ningún lado (en apariencia, luego supongo que en la siguiente peli de MarveBASTA YA DE ESA MIERDA), soluciones anticlimáticas ("oye, que esto no es El Truño de Acero, tardemos cinco horas en desalojar una ciudad antes de lanzarnos al turrón"), una cantidad formidable de porquesíes (Thor separándose muy digno del grupo para darse un bañito y ver cosas que luego cuenta y nos quedamos igual; o ese desenlace tan espectacularmente falto de interés), carestía de ideas (hemos pasado de los Chiquirriquitines de la entrega anterior que sólo están para que los fostien a los hijitos de Ultrón, que están para lo mismo), o, finalmente, muertes que nos la traen floja (SPOILER: No os encariñéis con ninguno de los héroes con los que, bueno, en la puta vida os encariñaríais). No sólo es que La era de Ultrón sea manifiestamente inferior a la primera de Los Vengadores, sino que encima se queda a las puertas de ser una peli bastante mala, y es algo que llega a resultar bastante doloroso cuando te encuentras con una escena tan espléndida como la ineludible trifulca entre Iron Man y Hulk. Por esos diez minutos, inocentes, chabacanos, espectaculares, vale realmente la pena pagar la entrada, e incluso soportar la insufrible acumulación de despropósitos que la circundan.

Éste sí que es el Combate del Siglo, y no la chufa del Pacquiao vs Merryweather
(NOTA: Esta referencia ya no podrá ser pillada por nadie en el transcurso de exactamente dos semanas)

   Al fin y al cabo, La era de Ultrón tiene encanto de sobra para no aburrir en ningún momento, y siempre resultar atractiva y estimulante. No deja de ser desde su concepción una party hard de diálogos chulescos, explosiones, chistacos, CGI, tías buenas, diálogos de científicos escritos juntando palabras guachis al azar, y cosas agüesomes en general; y mentiría si dijera que no me lo pasé moderadamente bien viéndola. Sin embargo, cuando ni las escenas de acción están bien montadas (es raro que en cada una de ellas no te preguntes durante un tiempo prolongado dónde está algún Vengador, si se supone que habían venido todos en comandita), ya es indudable que algo marcha muy mal.
   Imprescindible, por lo demás, verla en el cine. No por nada, sino porque entre los trailers previos a la proyección es muy probable que figure el segundo de Star Wars. El despertar de la Fuerza. Según éste llegó a su término, según la fanfarria de John Williams fue apagando ecos en mi cabeza, algo me dijo que ya podía darme el piro.