miércoles, 23 de mayo de 2012

Desmontando a Almodóvar


Rectificar es de sabios, qué duda puede caber, pero también es aburrido. E irritante. Heme aquí, que a lo largo de mi andadura bloggera he demostrado un par de veces un desprecio sano, cuando no jocoso, hacia la figura de nuestro Pedro Almodóvar; teniendo que contradecirme y admitir que este tío, si se toma tan en serio a sí mismo, y si se cree un genio, pues no anda tan desencaminado. Y, de hecho, no hay que ser un genio para saber que él debió llevarse la mayoría de los galardones en la pasada edición de los Goya, en lugar de No habrá paz para los malvados, que... creo que al final llegué a ver... ¿verdad? ¿Algo de unos yogures? 
   Prosigo con las preguntas retóricas. ¿Qué mal puede haber en que un artista se crea el ombligo del mundo, y que su ego necesite de una plaza extra en los viajes de gala en gala, de tostón en tostón, y de declaración estúpida en declaración estúpida? Estamos ahora con lo del Festival de Cannes, y yo no dejo de echar de menos en éste la chispeante presencia de Lars Von Trier, quien se hallará muy ocupado ahora con su película porno de tres horas de duración titulada, muy elocuentemente, Nymphomaniac. Como si no hubiéramos visto ya a Charlotte Gainsbourg hacer suficientes guarradas... pero el caso, el danés es el mejor director del mundo, él lo sabe, yo lo sé, y tú deberías saberlo. ¿Para qué vamos a negarlo y a criticar su exceso de petulancia? Un afectuoso saludo, ya que estoy, para Arturo Pérez-Reverte, quien seguro me está leyendo, porque cojones como los suyos ningún pobre españolito puede alcanzar a soñar con poseer.
   Creo recordar que estaba hablando de Almodóvar. Comenté hace tiempo su último trabajo, La piel que habito, y desde entonces he visto dos películas suyas más, con las que progresivamente me lo he ido pasando mejor. ¿Cuáles? Un aborigen curioso que se pregunta qué diantre pueden ver de interés los americanos en una película española, cuando ni siquiera él alcanza a vislumbrarlo, siempre va a empezar por la que ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera. Así, inevitablemente, porque todos somos de un mainstream que da asco.
   Todo sobre mi madre. Pues el argumento de ésta es aún más disparatado que el de La piel que habito, y con eso ya digo un poco todo. Lo que pasa que aquí, quizá por ser a juicio internacional el mejor trabajo de Pedrete, todos nos lo tomamos como más en serio, como con más empatía, y sufrimos más por unos personajes que, nuevamente, no hay por dónde cogerlos. Por aquí danza un transexual que deja preñado a todo hijo de vecino, por allá se acerca una monjita ligera de cascos interpretada por Pé, acullá nos chocamos de bruces con una prostituta andaluza con más silicona que cerebro... y yo que me quejaba del tigriño, colegas. Pero oye, que da igual, que toda esta flora y fauna va a conseguir emocionarnos, nos va a hacer llorar, nos va a hacer disfrutar con sus diálogos. Habrá como veinte surrealistas personajes repartidos a lo largo de la película, y el manchego hace que simpaticemos con todos y cada uno de ellos. Yo, por mi parte, me quedo con el interpretado por Fernando Fernán Gómez, quien logra, junto con Cecilia Roth (grandísima actriz), los mejores momentos, de ésos de ojos húmedos, y todo.
   Como digo, la película me agradó bastante, me sedujo todo este delirante juego de idear las tramas más enrevesadas y los personajes más pasados de rosca, y no tardé en volver a caer en las redes de este hombre. Y así llegué a Mujeres al borde de un ataque de nervios, a mi juicio la mejor película de las comentadas. Una comedia negra que, sencillamente, es una delicia, con unos diálogos impecables y unas situaciones esperpénticas que van aumentando el absurdo hasta niveles estratosféricos; como La piel que habito, pero consciente de que es cómica. En el reparto tenemos a Carmen Maura, muy solvente y creíble en los susodichos ataques de nervios, y a Antonio Banderas, con un personaje que en un principio creí alleniano pero que luego me di cuenta de que era simplemente subnormal. También salen Rossy De Palma (pero no mucho, tranquilos), y María Barranco, que hace de una chiquilla andaluza más tonta que las piedras. Que por cierto, yo no sé qué tendrá Pedro Almodóvar en contra de los andaluces, pero parece que quiere exportar este lamentable estereotipo a las universidades de sus amigos los gringos.
   Pues eso, que nos guste o no, aquí tenemos a Pedro Almodóvar, el mejor director español de la historia (ni Amenábar ni hostias), haciendo creer al mundo civilizado que aquí en España no hay más que monjas con tendencias luminarias, prostitutas transexuales, meretrices de acento divertido, y putas a secas. Con dos cojones. Mientras todo esto lo haga bien, ¿qué importa? 
   Porque que una película en la que una de las actrices diga en tono solemne "Joder, el tiempo que hace que no me como una buena polla" gane un Oscar, sencillamente, no tiene precio. 

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