lunes, 14 de mayo de 2012

Cuando el cinismo no vale de nada


Estrenan en cines Dark Shadows, lo nuevo de ese director tan intocable, tan imaginativo y tan personal, o eso dicen, que es Tim Burton. En mi humilde opinión, que, ya sabéis, no lo es tanto, y sin desmerecer en nada la obra audiovisual del tipo, muy imaginativo no será si últimamente no para de dirigir remakes y adaptaciones. A las pruebas me remito: El planeta de los simios, que, salvo por el final, no creo que fuera lo peor de lo peor; Charlie y la fábrica de chocolate, que es una delicia en el sentido más amplio del término; Alicia en el país de las maravillas, que no he visto y por tanto no sé si es una cosa tan infumable como la gente dice... y la misma Dark Shadows, que está causando cierta indiferencia según mis noticias, por lo visto es una adaptación de un serial súper famoso de finales de los 60. Pues bueno, muchas ganas de verla no es que tenga. Ni siquiera porque salga la adorable Chloë Moretz (tampoco fue óbice para que no acabara de ver La invención de Hugo).
   Habida la cuenta de mi desinterés por el nuevo trabajo de Tim Burton y Johnny Depp, pareja artística que vendría a suponer la versión emo de Martin Scorsese y Robert De Niro, volveré la vista a la primera vez que trabajaron juntos, esto es, a Eduardo Manostijeras. Y así, de una manera tan justificada y cómoda, ya tengo artículo para esta semana. 
   Tim Burton se muestra aquí en plena forma, saboreando la época en la que cada cosa que hacía, o en la que metía las narices (ey, ¿sabíais que Pesadilla antes de Navidad no es suya?), era contemplada con fervor religioso por una legión de fans poco a poco consolidada. En esto, recuerdo, dirigió Bitelchús (que para mí sería su mejor película de no haber dirigido posteriormente Mars attacks! o Big fish) y las dos primeras películas de Batman, que no es que sean especialmente buenas pero que si las comparas con las que luego dirigió Joel Schumacher salen muy bien paradas. Aunque sólo sea porque, en las de Burton, Batman no tiene pezones en el traje.
   Centrándonos en Eduardo Manostijeras, destacan, por un lado, la labor de su director (desplegando su imaginería gótica, rara, malrollera o como se le quiera llamar, en todo su esplendor), y por otro, y especialmente, la de Johnny Depp. El actor (quien, como le sucede a cualquier individuo sobre la faz de la tierra, me cae muy bien) compone aquí un personaje tan sumamente friki y entrañable que sólo con ver su cara cosida a cicatrices a uno le dan ganas de achucharlo bien fuerte, con sangriento resultado y todo. A su lado están Winona Ryder, muy mona, y Dianne Wiest, muy actriz, amén de un tío súper antipático que siempre está molestando al pobre Edward, y de Vincent Price, que protagoniza el ataque al corazón menos creíble de la Historia del Cine.
   Pero, aparte del cariño que le coges al personaje, la película tendría, en principio, muy pocas opciones para llegar a convertirse en un trabajo tan memorable, y, ni siquiera, en un remedo icónico de Pesadilla antes de Navidad (que, ya va siendo hora de que alguien lo diga, tampoco era para tanto, y ya que estoy, la mayoría de sus canciones eran horribles). Sin embargo, componiendo uno de esos extraños milagros cinéfilos, la película tiene algo. Y ese algo impide que puedas mirar a su endeble historia con dañina objetividad (vamos a ver, se trata de un robot cutre al que su creador, que es un cachondo, le ha puesto tijeras en vez de manos porque le daba la gana), y que apenas nada te resulte ridículo (aunque, cuando todas las vecinas lucen esos cortes de pelo made in Edward y una de ellas, incluso, se atreve a intentar seducirle, quede bastante cerca). Ese algo, lo llamaremos encanto, consigue que el invento te entretenga , te emocione, y te haga amar al bueno de Tim.
   En conclusión, supongo que ése es el sino de los clásicos, ser entretenidos y disfrutados generación tras generación, sin que ningún desalmado se atreva a cuestionar su originalidad ni a dejar al descubierto su estupidez. Ni siquiera yo voy a negar su condición de película excelente, pero tampoco añadiré que lo es.  

2 comentarios:

  1. Pues a mi parece un peliculon, el carisma natural de Deep hace sus peliculas divertidisimas.

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  2. De hecho, es lo que más destaco de la película; sin la presencia de Depp perdería muchísimo

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