miércoles, 1 de febrero de 2012

Sólo recordaré la voz de Clooney



Bueno, pues escribamos algo antes de irnos a dormir con una sonrisa en la boca pensando "Hoy he aprovechado el día, he hecho un blog, jijijijijiji". Echaré mano de la última película que he visto, y que viene a ser Los descendientes, de Alexander Payne, un director seguramente muy competente del cual sólo he visto la obra que nos ocupa.
   El hecho de ser, y de que tú sepas que lo es, una favorita a los Oscar de este año determina consecuentemente la experiencia fílmica, no a lo mejor porque será más fácil que te decepcione, sino porque te esperarás unas cuantas cosas; entre ellas, no salir de la sala decepcionado y lamentando haber perdido el dinero que se tercie (en cualquier caso, algo inexcusable).
   Ahora bien, decepcionado no he salido, pero tampoco es que haya visto una de las mejores películas de la historia. He disfrutado viéndola. Y en una semana la habré olvidado completamente. "Los descendientes" es una película tan correctísima y funcional que no destaca absolutamente en nada, pero que tampoco tiene nada particularmente malo. El director sabe bien cómo hacer las cosas, le sabe dar una justa tensión a las escenas dramáticas, dónde colocar la cámara... vamos, que conoce su oficio. Siendo como es una película sustentada en su guión más que nada, se necesitaba de un buen pulso para filmar todas las escenas de diálogo sin aburrir al personal. Y el tal Payne sale bien parado. 
   Es obvio que una película sustentada en el guión fracasaría irremediablemente si no tuviera a unos actores competentes que lo recitaran, y no es el caso. Todos los intérpretes están correctos, desde la hija pequeña (¿qué hija pequeña? ¿contexto?, paso de poner sinopsis en la cosa ésta del blog, es aburridísimo y casi tan innecesario como la escritura de críticas que nadie va a leer), hasta el primo del protagonista, el padre de Earl Hickey en esa maravilla de la pequeña pantalla que es Me llamo Earl. El actor que hace del novio de la hija mayor sí que peca un poco de inexpresivo, o igual es intencionado... lo mismo da, gracias a este personaje te ríes unas cuantas veces, las cuales son las únicas de la función, así que no nos pongamos exquisitos. Si no tuviéramos al tontolava con cara fumeta acá metido en la trama con calzador ni siquiera podríamos catalogar a la película como comedia (y yo lo hago un poco por automatismo).
   Bueno, sí, y George Clooney está espléndido. Mira que a mí este actor nunca me había transmitido nada; le veía como alguien competente, pero que siempre parecía hacer el mismo papel, no sé. A lo mejor con esto de verla en versión original le he conocido verdaderamente, en su mejor faceta. Porque Clooney, ante todo, resulta creíble en su papel de padre desastroso y marido descuidado, y tiene una voz muy bonita y carismática, qué diantre. Destacaría la escena que comparte con su hija mayor (cuya intérprete también lo hace muy bien) en la piscina, realmente conmovedora y creíble.
   Por lo demás, el tan vital guión no es ninguna maravilla. Es bueno a secas, todo diálogo, alguna voz en off por ahí... pero nada que marque época. La fotografía también muy bonita... Todo condenadamente correcto.
   Rayos, pero tengo que poner a parir alguna cosilla. Hay algo que, por lo menos a mí, me ha irritado bastante. Después de cada maldito diálogo, al director le da por insertar planos transitivos de playas, nubes y pijotadas de éstas acompañadas por música acústica hawaiana (en un principio muy agradable, pero progresivamente más cansina). DESPUÉS DE CADA MALDITO DIÁLOGO. Así, normal, la película llega casi a las dos horas (que sólo se hacen largas cuando oyes cantar al hombre ése en el idioma... hawaiano, yo qué sé), y para lo que se cuenta, con una horita y veinte minutos hubiera bastado. En serio. Típico intento de sumarle trascendencia a algo consiguiendo que el conjunto chirríe. El bueno de Alexander Payne se encoge de hombros. Tiene que parecer oscarizable.
   Tocando el tema, yo diría que tiene demasiadas nominaciones. La de George Clooney es perfectamente comprensible. Pero mejor director, mejor película, mejor guión... psché. Entre ésta y El árbol de la vida, prefiero El árbol de la vida. Ya fuera por amarla u odiarla, al menos despertaba alguna reacción (en cuanto a mí, me divertí bastante con su visionado, algún día hablaré de ello).
   En resumen, insustancial. Como tantas películas, como tantas cosas. Como este blog. 

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