jueves, 2 de febrero de 2012

Música básica



Buah, quién lo iba a decir, estoy escribiendo por segunda vez en la cosa ésta del blog... Hay que ver lo maravilloso, sorprendente e insondable que es el aburrimiento humano. Lo mágico, lo embriagador. Lo indescriptible.
   No es que haya hecho nada interesante, o haya visto otra película que merezca la pena reseñar o poner a caldo. Simplemente me apetecía escribir. ¿Sobre qué? Ahora mismo es algo que estoy pensando mientras escribo como por resortes, tecleando y tecleando sin saber adónde me llevará todo esto (como un lector tan avispado como hipotético habrá supuesto por la sobreabundancia de adjetivos de los que ni yo mismo estoy muy seguro del significado desplegada arriba). Paremos a pensar. Música, por qué no. 
   No podría vivir sin música. Sí, suena muy melodramático, exagerado, y extremadamente tópico (yihaaa), pero me parece una buena frase hecha para expresarlo. Mi intención era dejar claro que la música me encanta. Escucho música a todas horas, puedo presumir que de gran variedad (sin acercarme nunca al rap o a la electrónica, empero, ni mucho menos al reggaeton o al bakalao... pero estamos hablando de música, así que tales aclaraciones resultan superfluas en lo que se refiere a las dos últimas... cosas).
   Soy un ferviente defensor de la música de nuestro país. Muchas de las personas que me rodean se obstinan en escuchar sonidos de al otro lado del charco, tendencia respetable cuando aquí, en lo que a mainstream se refiere, sólo se puede recurrir a Los 40 y similares, si uno no se empeña en buscarlos. La música buena, en España, y siempre desde mi no tan humilde opinión, hay que buscarla, y la gente es un poco vaga, como la adorable y pícara tradición hispánica exige.
   Afortunadamente, una de las mejores noticias que escuché el año pasado fue que Extremoduro, con su último y maravilloso disco, Material defectuoso, había superado a Lady Gaga en las listas de ventas. Mmm... sí,  voy a hablar de Extremoduro.
   Con este grupo extremeño ocurre una cosa muy curiosa. Aun no siendo uno de esos que copan las listas de las radios (o más bien de los MP3, Ipods y lo que se tercie) este grupo lo conoce todo dios, tanto los que se molesten en investigar y buscar canciones suyas como los que no. Y a todos (hablemos en términos de mayoría) les gusta, más o menos. Consecuentemente, es un grupo bastante comercial en el sentido de que gusta a mucha gente y gana mucho dinero, y eso es algo que tiene mérito cuando Robe y los suyos siempre han hecho lo que les ha salido del rabo, y de hecho siempre han peleado con furia y enfurruñamiento drogadicto por este sacrosanto derecho. Canciones aflamencadas, tacos por un tubo, diversión a puñaos, incorrección política en niveles de deliciosa y absurda pesadilla...
   Y cosas como el último disco. Contaban con una gran cantidad de seguidores, siendo ésta muy heterogénea y rompedora, y ya acostumbrada a su sonido duro, peculiar y totalmente arrebatador (hablaré al respecto más abajo), con canciones pegadizas y bestias. Y en esto, nos traen, sin gira ni promoción ni nada (ole sus huevos), un conjunto de seis canciones larguísimas y de un sonido, a falta de otra palabra, suave. Sin apenas tacos, con violines y toda la pesca, casi una popada. La gente se cabrea, piensa que les toman el pelo, que Robe se ha amariconado (y una leche), pero compran sus discos. Se empeña en escucharlos, porque algo los llama, algo dentro de estos individuos. Y he aquí que yo, de un tiempo a esta parte, considero Material defectuoso el segundo mejor disco de estos tiparracos. Como les habrá pasado a muchos.
   El secreto de éxito, que es un secreto a voces (hahahaha, sonido de platillos), radica casi enteramente en la persona de Roberto Iniesta, el Rey de Extremadura. No en vano, ha sido el único miembro estable de la formación en toda su historia, y es el creador de casi todas las letras de las canciones. Además, es un guitarrista estupendo, con gran ojo para solos pegadizos y poderosos. Y qué voz, señores, qué voz. No seré yo quien diga que Robe canta bien (no creo que nadie lo haga a no ser que esté de cachondeo), es... otra cosa. Son gritos, sí, berridos de estos que echan patrás a nuestras mamás cuando nos pillan escuchándolos, y dicen con voz compungida "¿Cómo te puede gustar eso, hijo?". Pero también más que eso, son berridos nacidos de la desesperación y la rabia más elemental, de la tragedia humana y del vacío existencial. Y no, ni me he fumado nada ni ostento unas hiperbólicas gafas de pasta. Ojo, y seguro que a los gafapastas también les gusta Extremoduro. ¿Que no?

Os regalo mis canciones, y me apuntan con el dedo
Mira por dónde va el Robe, para mí que ya está pedo

   La voz de Roberto Iniesta conecta con gente de cualquier clase, pues es tan básica, tan "esto se tiene que cantar así, y punto", que rápidamente la asimilamos, nos identificamos con las situaciones descritas por ella, y no advertimos lo desagradable que, en un sentido estricto, es. El Robe no canta, el Robe interpreta.
   No sería nada la voz si no tuviera cosas que decir. Y Robe perdería mucho cantando cosas como... así a bote pronto, se me ocurre "El abuelo fue picaor" (con todo mi respeto a Los Porretas). En lugar de eso, canta cosas como ¿Donde estarán los besos se los habrán quedao las flores?, para referirse a una resaca de nivel estándar (imagino), o Voy a hacer un tambor de mis escrotos (sic). No estoy de coña, es la muestra perfecta de una poesía asimilable, y lo que es más importante, disfrutable para todos. Letras que muchas veces hacen gracia por lo bestias que son (Yo me pongo palote sólo con que me toques), que hacen pensar y que te sumen en un estado de euforia y de energía, conformando un estímulo total que nos hace alcanzar el éxtasis sensorial (dios, como me estoy poniendo) en, digamos al azar, el Segundo movimiento de La ley innata (penúltimo disco), o en la archiconocida La vereda de la puerta de atrás. O, qué leches, hay que mencionar el tema, también en la épica Jesucristo García, una de las canciones más poderosas y contundentes de la historia.
   Las guitarras, batería, bajo y demás, todo correcto. Pero está claro que Extremoduro no sería lo que es sin nuestro querido Robe. Dicen mucho de Iñaki Uoho, y también hay que reconocérselo; los mejores discos son los que parten de su incorporación en el grupo. Agila, Canciones prohibidas (que no me explico porqué está tan mal considerado por muchos), Yo, minoría absoluta (un chute de euforia sobrehumana), La ley innata (sí, el mejor disco de Extremoduro y probablemente de toda la historia musical y humana), y Material defectuoso.
   Poco más que añadir. Si hay alguien que por ventura lea esto, y no ha probado a escucharlos más a fondo, le invito, o más bien le exijo, que lo haga. Nótese la expresión "más a fondo" (¿quién coño no ha escuchado So payaso o Salir?). Y a los que no les guste ni tengan la menor intención de hacerme caso, me limitaré a transcribir el título del álbum en vivo sacado en 1997:
   Iros todos a tomar por culo.

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