lunes, 20 de febrero de 2012

Orgullo ibérico, bochorno nacional


La verdad por delante, la única película española estrenada esta temporada que he visto ha sido Torrente 4, seguramente como muchos otros compatriotas, qué le vamos a hacer. Sentado este preámbulo, quizá no tenga nada relevante que comentar sobre los Goya del pasado domingo, ni derecho a quejarme por las nominaciones y/o galardones. Pero, qué demonios, ¿Torrente 4 sin ninguna opción a premio? Es ciertamente un hecho indigno, y más habida la cuenta de que el porcentaje de taquilla patria este año lo copa esta obra maestra incomprendida, bastión del último humor inteligente y reflejo puro y duro de la sociedad española del momento... y no sé exactamente qué partes de lo último he dicho irónicamente y qué partes no. 
   Como no tengo nada relevante que poder comentar, me limitaré a la impresión que me causó la gala de los Goya.Y fue bastante aburrida y de ocasional vergüenza ajena (¿veis como no tengo nada genuino que decir?). Se hizo larguísima, fue bochornosa y supo ilustrar con mucho acierto la decadencia en la que se halla sumido nuestro amado cine.
   Todo comenzó con un momento musical, por calificarlo de algún modo, en el que Eva Hache (presentadora que me causa bastante indiferencia) manifestó su inseguridad por recoger el testigo de Andreu Buenafuente (visto lo visto, inseguridad completamente justificada). Primeros momentos de ejemplar y dolorosa ridiculez. 
   No recuerdo exactamente el orden, pero, o antes o después, Lluis Homar ganó el premio a Mejor Actor de Reparto (me agradó, le había visto en esa pequeña maravilla titulada Pájaros de papel y deseé interiormente que ganara pese a no haber estudiado su tan alabada interpretación robótica). Lo malo es que, al ganar, el tipo se emocionó demasiado y se embarcó en un soporífero y largo discurso de agradecimiento; vamos, la cantinela de siempre. Pues eso, y antes o después, atención, se nos obsequió con uno de los momentos más lamentables de la historia reciente, cuando El Langui saltó al escenario a rapear acompañado de Antonio Resines y unos cuantos actores más, entre los que destaca por mérito propio el gran Juan Diego, y no porque lo hiciera bien, sino porque... es Juan Diego rapeando. Cojones.
   Tras quedarme durante unos momentos en estado de shock, la gala siguió su curso, siendo entregados los inevitables premios que no le interesan a nadie (y me refiero mayormente a los referidos a categorías técnicas, mal pensados). De vez en cuando se insertaban vídeos supuestamente humorísticos conducidos por Eva Hache, que se "metía" dentro de las películas nominadas con singular gracia (se quedaba solísima), y por Cayetana Guillén Cuervo, que comentaba ciertos aspectos recurrentes de los Goya tales como la denostada duración de los discursos de agradecimiento.
   Creo que más o menos entonces vino el discurso del nuevo presidente de la Academia, González Macho. Sin entrar a comparar el carisma de este señor con el de Álex de la Iglesia (el mejor director que tenemos en España, y ya está), más que nada por no ser crueles, sí que me resultó muy curioso el contraste entre el discurso de este año y el del 2011; uno abogando por el uso de Internet, y por su arraigado vínculo con el cine, y el otro (el de este año) negándolo del todo. Lo realista de esto último no impide que resulte bastante deprimente, porque, si no se ven película españolas por Internet, mucho menos se verán en los cines, por pura y simple lógica ibérica, esto es, la del bolsillo. Así son las cosas, amigos.
   Luego Anonymous se coló en la gala (o al menos eso he leído), y ese ser de otra dimensión llamado Isabel Coixet ganó un premio por no sé qué documental hizo sobre el juez Garzón. El premio a Mejor Actor Revelación no se lo llevó José Mota y, porque a pesar de todo nos damos mucha importancia a nosotros mismos, se otorgó el premio de Mejor Película Extranjera a The Artist. Que esto no les importe siquiera a los propios responsables de dicha película no implica que no podamos tirar de otro premio absurdo para rellenar minutaje.
   La gala, curiosamente, terminó bien. Santiago Segura saltó al escenario y recitó un monólogo muy característico suyo donde se quejaba amargamente de lo mismo que yo, de que Torrente 4 no tuviera nominaciones, amén de disertar con mucha gracia sobre otras cosillas. Y así es cómo salvó la noche del cine español. Porque es el más grande. 
   No habrá paz para los malvados, la cual habrá que ver, arrasó con todo, pero eso es algo que ya sabréis bien porque lo hayáis leído por allí o porque vierais la gala (espero que por lo primero). Nada más al respecto. Acabando ya, sólo me gustaría mencionar jocosamente a Almodóvar, que se fue de vacío y seguramente desarrollando el nuevo berrinche que le impedirá asistir el año que viene a la gala. Una gran lástima para todos. 
   PD: El título de la entrada inspiradísimo, si ya lo sé yo.

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