martes, 3 de abril de 2012

Las 5 cosas que más me han cabreado a lo largo de la Historia del Cine

No he conseguido terminar de ver La invención de Hugo, confieso con irritación y, sobre todo, decepcionada sorpresa. Es que es la primera vez que me pasa esto con una película de su director (lo más cerca que estuve fue con Alicia ya no vive aquí, pero le eché huevos y la conseguí terminar). Igual ha sido por intentar visionar la obra en formato doméstico y sin llevar puestas las gafitas de marras, pero lo más probable es que las películas con niñitos, muñecotes y personajes caricaturescos (sí, al final Sacha Baron Coen acabó con mi paciencia) no se le den bien al amigo Scorsese, cineasta que podría ser considerado sin empacho como el mejor de su generación, con tantas obras maestras en su haber que se puede permitir un patinazo como éste sin que merme mi estima por él. Aún así, a raíz de esta ligera decepción, y como ya que no la he visto entera no puedo criticar honestamente Hugo (pero es aburrida de cojones), se me ha ocurrido diseñar, muy a lo Rolling Stone y en un arrebato monumental de petulancia, una lista sobre las cosas que más me han cabreado a lo largo de mi experiencia con el cine, por si a alguien le importa. Allá vamos, grumetillos.

1: Ingmar Bergman (pero no cuando Woody Allen imita a Ingmar Bergman). Sí, queda muy mal decirlo para alguien que se considere cinéfilo, pero no puedo con el alabado director sueco. Mira que lo he intentado, ya sea por ínfulas gafapastiles (las cuales a todos acaban por asaltarnos en algún momento de la vida) o por comprobar si El séptimo sello es para tanto. Y es aburrida hasta decir basta, como Persona, Sonata de otoño, Fanny y Alexander y su puta madre. Siempre con la honestidad en ristre, diré que lo que más me cabreó de esto fue mi propia cerrazón en sufrir, en el pensamiento "eh, que tiene que ser buena, me tiene que gustar porque soy muy culto, esforcémonos". Pero no hay esfuerzos que valgan. Sólo destacaría de su filmografía Fresas salvajes, y creo que únicamente me gustó porque me entretuve en su visionado sacándole parecidos con Desmontando a Harry, de las mejores películas de Woody Allen, que es un confeso admirador de este director, qué le vamos a hacer, e inspirándose en él ha conseguido unos trabajos muy buenos, como la película ya mencionada o la también divertidísima La última noche de Boris Grushenko.

¿A que se parece a Robert De Niro?

2: Que Stalker, de Andrei Tarkosvki, no fuera una película de acción. Nos encontramos frente a otro genio intocable de la Historia del Cine con mayúsculas, un señor ruso que se tomaba muy en serio a sí mismo y que, eh, agárrate, hacía poesía con las imágenes. Como Malick pero sin mariposas. El argumento de la película en cuestión es que mola mazo: tres hombres se internan en un misterioso lugar conocido como la Zona, donde se dan cita mazmorras, vegetación salvaje, cascadas y ruinas. ¿Aventura en estado puro? Pues no. Sólo es una excusa como otra cualquiera, pero más irritante, para que los personajes, de una verborrea insufrible, se suman en diálogos abiertamente filosóficos y profundos sobre la condición moral de lo que les rodea. Y así todo el rato. Me cabreó bastante, ya digo, por las posibilidades que ofrecía la trama en sí (insuperablemente ambientada), aunque tuvieran su gracia los asomos de suspense; todos acojonaos en la Zona, con el cachondo del guía en plan "Cuidadín, hay trampas en todos lados", y NUNCA pasa nada. Un truño muy curioso, pero que no se lo recomendarías ni a tu peor enemigo.

Imagen del laureado final de esta obra de arte (a mí me recordó horrores a X-Men 3)

3: Blow-Up... Y aquí tenemos otra de esas películas tan chulas, tan impactantes y tan sofisticadas que tienes que ver, amigo cinéfilo, sí o sí. Pues no. El trasfondo vendría a ser algo así como la adaptación de un cuento de Julio Cortázar, el cual le sirve de excusa al Antonioni ese para encauzar sus paranoias y sus sucesivas caladas al porro, dando como resultado un largometraje hinchado y lento que ni él mismo sabe de lo que va. Que igual tiene que hacer otra película para explicarlo con claridad, admite el capullo, y todo. No importa que intente sobre el final aplacar un poco el cabreo del personal con la, bastante ingeniosa, escena de los mimos: la película, poesía visual, experimento metacinematográfico o lo que sea, es todo un suplicio. Y paso de gastar más palabras criticando esta mierda, que el artículo me va a quedar muy largo.

Cartel que, por muy horrible que pueda resultar, no le hace justicia a la película

4: El Dogma 95. Lars Von Trier, como director y guionista, es increíble, y como personaje aún más. Probablemente sea en la actualidad uno de los pocos genios que quedan vivos (cosa que él sabe de sobra), y gran parte de sus películas (Bailar en la oscuridad, Dogville, Anticristo o Melancolía) conformen el último gran paradigma de un estilo reconocible y genuino... Pero el experimento que le dio por hacer en 1995 junto a sus amigos los modernillos supone uno de los movimientos más autocomplacientes, cutres y chorras de los que se han dado en la historia del cine reciente. Mira que la nouvelle vague tenía tela, pero es que esto no hay por dónde cogerlo. He aquí que se plantan Thomas Vinterberg con Celebration, que es un pestiño, y el propio Von Trier con Idioterne, que es un pestiño todavía mayor si cabe, y todos tenemos que tragar con que se centran únicamente en el guión, que no importan lo descuidado de las imágenes o que se cuele alguna cámara que otra en el plano (sic). Y oye, que no nos lo tragamos. Menos mal que Von Trier se cansó de hacer el tonto y pasó enseguida del Dogma como de comer mierda... y qué desafortunada expresión para los pobres espectadores, en verdad.

"Si mi madre me pregunta por las gafas, le diré que me he peleado con unos directores comerciales"

5: La cuarta parte de Indiana Jones (¿Por qué, Dios, por qué?) Dejo para el final lo que sin duda más me ha cabreado en toda mi experiencia cinéfila, y esto es, que a Steven Spielberg le diera por hacer caso a los siempre hambrientos bolsillos y, en especial, a George Lucas, y metiera marcianitos en la película, anulando así de manera tajante los pequeños logros que ésta pudiera llegar a atesorar (como son un arranque estupendo y un Harrison Ford por el que los años pasan, sí, pero qué más da). Por qué, maldición. Lo bonita que habría quedado una trilogía así, con TRES, repito, TRES obras maestras atemporales que ver y disfrutar una y otra vez. Pero Spielberg y Lucas tuvieron que mancillar nuestro recuerdo con una película innecesaria, infumable e insultante. Y aún puede ser peor, con rumores que nos conducen a una quinta parte con el protagonismo prolongado de Shia LaBeouf (que le den por culo a él, a su tupé y a los monos hechos con CGI). En fin. De lo peor que le ha pasado al cine. Menos mal que es Spielberg y se le puede perdonar... más o menos.

Siguen entrándome ganas de llorar cada vez que veo este maldito cartel

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