jueves, 9 de enero de 2014

No hay un genio tan genial. Parte I

Era inevitable, al fin y al cabo. Demasiadas razones para hacerlo, demasiado pocas para no hacerlo. La admiración, el ansia de diversión, el postureo (¿ya ha pasado de moda no?, bien), el morbo, la canción de Rammstein. Al final fui a ver Nymphomaniac.  Volumen 1, el último y tan polémico trabajo del que puede resultar fácilmente el mejor y más genial cineasta vivo. Y no porque lo diga yo, también lo dice él, sencillo y franco como suele, diciendo verdades como hostias Dogma. Soy un genio. Soy Lars von Trier. 
   Tras horrorizar a toda persona medianamente decente con Anticristo y divagar vagamente sobre el apocalipsis, el matrimonio y un montón de cosas más, creo, con Melancholia, el genio danés (es posible que aparezca numerosas veces la palabra "genio" o derivados a lo largo de esta crítica, no tanto que lo haga "danés") pone fin, o empieza a hacerlo, a su autodenominada trilogía de la depresión con una película llamada Nymphomaniac. Sí. Saboread ese nombre. Imaginadme a mí refiriéndoselo a mi madre por teléfono. No es muy agradable. Tuve que traducírselo y pronunciar la palabra "ninfómana". En fin. Que el bueno de Lars viene provocando ya de primeras. Cinco horas de porno duro y explícito, de panorámicas de penes y vaginas, de felaciones, cunilingus, sesentaynueves, sodomizaciones, eyaculaciones y sensuales etcéteras. Al menos eso es lo que su promoción, o escasez de ella (si es que es un puto genio) parecía presagiar.


"Mmmppf"

   En el trailer de la película se escucha, junto a los primeros compases del Réquiem de Mozart, una canción de Rammstein, esa memorable banda de metal industrial cuya juvenil escucha provocó que ya tu madre empezara a sospechar que algo no andaba bien, llamada Führe mich. Claro que el título lo descubres después, ya que es de suponer que no sabes alemán, y la única palabra que se te queda es, claro, algo así como "nimfomaniac". Pura sugestión. Von Trier juega contigo desde el mismo trailer. Pues bien, en la escena de apertura de la primera parte de Nymphomaniac, esta canción suena en todo su esplendor y, acompañada de subtítulos, descubrimos que su letra habla de amor, de tragedia, de desamparo y que, cuando entendimos "ninfomaniac", en realidad escuchábamos algo así como "no me abandones" en germánico. ¿No es hermoso? En esta chorrada está la clave de la maravilla de película que acabo de ver.
   Nymphomaniac. Volumen 1 habla del sexo, claro está. Es su tema central, y todo gira en torno a él. Pero, por encima de éste, la película de Von Trier habla de muchísimas más cosas, directamente relacionadas o no, y siempre con un acierto, una sutileza y un buen gusto fuera de toda duda. El escandaloso envoltorio nos sorprende de primeras al descubrir un contenido angustiosamente existencial, acompañado de unos personajes memorables, incluso entrañables, y unos diálogos exquisitos, bañado todo en un humor negrísimo y, en una palabra, genial. Las mayores bazas del portentoso guión del genio no se basan pues en escenas de sexo progresivamente más extremas, ni tampoco en la simple búsqueda de la excitación por el erotismo (de hecho, la película es escasamente erótica, y resulta bastante difícil que alguien pueda llegar a ponerse cachondo barra cachonda en algún momento), sino en una sucesión de ideas maravillosas que engarzan un argumento simple (en apariencia) y eficaz. Una ninfómana declarada con sentimiento de culpa le cuenta su vida a un señor que se la acaba de encontrar tirada en la calle hecha un Cristo. Y ya. A falta de alguna vuelta de tuerca en la segunda parte, no encontraremos más que eso. Y, en este simple marco, llega a caber mucha, muchísima genialidad, creedme. 
   Estará quedando claro que la película, o mitad de ella, me ha encantado, y puede que alguien ya se haya aburrido, o que busque algo más concreto. Se siente. Como creo que ya he alabado el guión lo suficiente, alabaré otras cosas. La dirección del danés hace gala de los mismos movimientos de cámara al hombro de siempre, que a mí normalmente no me hacen demasiada gracia, pero que aquí, como en cada una de sus películas, resultan sublimes. La selección musical es espectacular, no sólo por cómo acompaña las imágenes sino por la gran importancia que acaba acogiendo en la historia (dicho esto, y perdonad la gafapastada, probablemente esta película exhiba el mejor montaje audiovisual jamás realizado con música de Bach), mereciendo la pena destacar la ya citada en demasía canción de Rammstein y, caray, Von Trier se nos vuelve mainstream, el clásico Born to be wild. 


Este señor es antisionista. ¿No es fantástico?

   Los actores están todos sublimes. Stellan Skarsgard nos entrega el personaje más positivo y majete de toda la filmografía del genio, quien tan pronto habla de Fibonacci como de Edgar Allan Poe como se pone extremadamente pesado con el asunto de la pesca, y ni aún así nos resulta pedante. Charlotte Gainsbourg no dispone de demasiada cancha para lucirse (es obvio que sus escenas más hardcore se han dejado para la segunda parte) pero se las apaña notablemente bien, componiendo un personaje entre enigmático, desdichado e inocente. Shia LaBeouf, un tipo que siempre he considerado poco menos que un gilipollín, y más últimamente (con lo del plagio, el plagio de la disculpa por plagio, y el orgullo con que admite que Von Trier no lo eligió para el papel por sus dotes artísticas, precisamente), está también resultón con un personaje a su medida (esto es, un soplagaitas encantador) y, demonios, hasta Christian Slater se las apaña muy bien, protagonizando el pasaje más trágico de la película y todo. Merecen una mención especial, sin embargo, Stacy Martin (Charlotte Gainsbourg de joven... sí, tan parecidas entre sí como un huevo y una castaña o, lo que viene a ser lo mismo, Joseph Gordon-Levitt y Bruce Willis), por cargar sobre sus espaldas todo el peso dramático y sexual de la propuesta saliendo viva del empeño, y, sobre todo, Uma Thurman, que aparece algo menos de diez minutos protagonizando una de las escenas más delirantemente divertidas de la filmografía del genio. 
   Y bueno. Apenas se me ocurre nada malo que decir, pero lo intentaré, sin que esto vaya en perjuicio con la obra maestra que estoy convencido que supone. Von Trier se cree muy listo, y lo es, pero al igual que sucede con Tarantino, llega un punto que el quererse tanto a sí mismo pasa factura, y nos presenta unas cuantas chorradas y salidas de tono que, al menos, son siempre divertidas y sorprendentes (no como pasaba con Ego desencadenado). No quita que ciertas escenas, como la visión de un largo catálogo de pollas, los desvaríos matemáticos de Skarsgard o las asociaciones visuales que en ocasiones se dan en el montaje ("se parecía a un gato", ¡pues toma primer plano de un gatete!), junto con el contraste entre lo intelectual del guión y lo morboso de las imágenes (buscado jocosamente en todo momento, y a veces saliéndose de madre) acaben por resultar ridículos cuanto menos, pero esto no deja de suponer, en mi opinión, otra de las grandes virtudes de la película. El abierto desprecio a la contención, la exaltación de todo lo que a mi estimado Von Trier le resulta interesante y divertido. Si nosotros no podemos empatizar con todo este berenjenal es nuestro problema, no el suyo. Osea, quiero decir. Él es un genio, nosotros no.

La verdad es que no me apetece nada ver a Charlotte Gainsbourg en bolas otra vez, pero no sé, la peli seguro que también es bestial, y saldrá Shia LaBeouf de nuevo :D

   Quizá lo peor de todo, y casi lo único realmente malo, sea que nos encontremos ante una película inacabada, y que hasta que no vea Nymphomaniac. Volumen II no sepa si me encuentro ante una total obra maestra o qué. De momento, la cosa no podía pintar mejor, dejándonos además con un cliffhanger tan potente e hilarante que nos hace agradecerle de todo corazón al genio que estrene la segunda parte del díptico en unas dos semanas. Dios lo bendiga.
   En resumen, se la recomiendo absolutamente a todo el mundo, menos a mi madre. A ella que se lo recomiende algún otro, porfa.

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