jueves, 15 de marzo de 2012

Qué grande es el cine

 

Hoy voy a ir a contracorriente y voy a hablar de El Padrino, una de esas cosas que hacen que la vida merezca la pena. Por lo visto se cumplen 40 años desde que fuera estrenada, y ésta supone una ocasión como otra cualquiera (pero menos genuina) para hablar de la película. Como tampoco he tenido ninguna experiencia fílmica que merezca reseña (vi Millenium la de Fincher, y bueno, el director lo hace bastante bien, como siempre, pero de donde no hay no se puede sacar), puedo valerme del clásico de clásicos para corresponder a mi impuesta decisión, que no le importa a nadie más que a mí, de escribir un articulillo cada semana. Bien, vayamos a ello. 
   Realmente no tengo nada nuevo que decir, ni siquiera puedo quejarme por cosas estúpidas que sólo le molestan a un servidor. El Padrino es, simple y llanamente, la película perfecta, y con esto ya podría dar por concluido este intrascendente comentario, pues eso es algo que sabe, o debería saber, todo el mundo que la haya visto.
   En efecto no puedo hablar con objetividad (o sí, qué diantre, no hay nada más objetivo que afirmar que es la MEJOR PELÍCULA DE LA HISTORIA, y no es que quiera enfatizarlo ni nada) de esta joya, y sólo puedo decir cosas buenas. De hecho, lo único que quizá me cueste pensar un poco sea saber discernir qué es lo mejor.
   Y yo diría que Al Pacino. Si bien Marlon Brando y su mítico Vito Corleone han sido los que han pasado a la cultura popular como sujeto a jocosa imitación de cualquier andoba que ni siquiera haya visto la película entera, es Al Pacino/Michael Corleone quien supone el mayor acierto. No he visto nunca semejante evolución de un personaje en un film, y una interpretación tan magnética y grandiosa. Al Pacino es lo más parecido a Dios en la Tierra, y lo demuestra en escenas como cuando él solito planea, improvisando, el asesinato de El Turco y McCluskey (con ese acercamiento gradual de la cámara a su rostro); el final de la secuencia en el hospital protegiendo a su padre de los asesinos (impagable, e injustamente olvidado el momento en el que le enciende el cigarro a su aterrorizado aliado sin que le tiemble el pulso ni un poco); o el único diálogo que comparte con el mismo Marlon Brando, en el que ambos están, como de costumbre, sublimes. Aunque, ante todo, he de decir que el tito Al se supera en El Padrino, parte II, aún mejor que ésta pero que, como no es su aniversario, no voy a comentar. En pos de la actualidad, y eso. 
   Aunque Pacino sea el mejor (y nunca me cansaré de repetirlo) sería una gran injusticia no hablar del resto del reparto. Marlon Brando está inconmensurable aunque a veces parezca una caricatura de sí mismo (sí, alguna pega tenía que poner), Robert Duvall magnífico en su contención como el abogado Tom Hagen, James Caan entrañable como el chiflado de Sonny, John Cazale arrebatador como Fredo (maldición, este actor era un tío muy grande, y fue una lástima que muriera tan pronto), Diane Keaton encantadora como Kay Addams (qué bien me cae esta mujer, y qué buena pareja hacía con Woody Allen)... hasta Talia Shire, la chiquilla que llegó a esto por enchufe (por si algún neófito no lo sabe, era la hermana del dire), no lo hace del todo mal. 
   Hablando del dire, pues afirmaré que a Francis Ford Coppola se le podrán reprochar muchas cosas (como su familia, sin ir más lejos y aunque sepa mal decirlo; seguro que él no lleva tampoco muy bien ser el tío de Nicholas Cage y el padre de Sofia Coppola, que menuda adolescencia tuvo que tener la niña), pero desde luego sabe lo que hace. El suspense que logra en la secuencia del hospital y el ritmo del que dota al clímax, con los ya clásicos asesinatos encadenados con bautismo de por medio, son para criar fama y echarse a dormir. Que un poco, después de los Padrinos, Apocalypse Now, y alguna pequeña joyita como Drácula de Bram Stoker, es lo que hizo. La conversación, por mucho que me intenten convencer, es un coñazo. 
   Qué más, que más. La banda sonora. Bueno, pues sólo decir que es mítica. Igual el love theme de Nino Rota (que, por cierto, hizo perder el Oscar a Mejor Banda Sonora por ser reciclado de otra película) se escuche demasiado machaconamente en cierto momento del relato, pero en su mayoría es eso, mítica. Destacaría su empleo, sobre todo, en la famosísima escena de la cabeza del caballo o en la, menos recordada, escena del reencuentro de Michael con Kay. 
   La fotografía es soberbia también, desprendiendo un clasicismo exquisito; Sicilia nunca estuvo tan bonita. Y por último, el guión. Bueno, pues es de lo mejor que ha llegado a escribir el ser humano en toda su mísera historia, así de claro. Un libreto que abarca para tres horas que pasan volando (en serio), y en el que todo está en su sitio, todo funciona. Personajes complejos, diálogos sutiles y elegantes (nunca, sí, voy con la anécdota de siempre, se llega a pronunciar la palabra "mafia"), frases para el recuerdo... Para qué queremos más. 
   En definitiva, no importa que Marlon Brando esté algo pasado de rosca (algo irrelevante puesto que es justo lo que se necesita para crear un icono), o que algunas escenas de acción, por ausencia de medios (la película costó dos duros), puedan llegar a resultar muy cutres. El Padrino es lo mejor que le ha pasado al cine en toda su andadura, y el motivo por el que éste es tan grande. Así que no sólo recomendaría su visión a aquel alma de cántaro que no la haya visto aún, sino también le exhortaría a que la viera una y otra, y otra, y otra vez, hasta que se aprendiese de memoria los diálogos. 
   Oye, y como si no ve ninguna otra película en su puta vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario