miércoles, 30 de abril de 2014

Apocalípticos e integrados

Lo cierto es que parecía destinado a odiar Ocho apellidos vascos, constituyendo una suerte de hype a la inversa que hace un par de días no tenía pensado acabar de desentrañar hasta que no encontrara la copia a mínima calidad de turno en Internet, pasara el tiempo que pasara, y descubriera así a qué venía tanto alboroto y alborozo. Como hice con 3 bodas de más, e hice tan bien (pagar por ver esa chufa hubiera sido demasiado perjudicial para mi economía doméstica), y como no hice con ¿Quién mató a Bambi?, e hice tan mal. Pero la gente se ha puesto muy pesada con la nueva película de Emilio Martínez-Lázaro (un señor al que siempre he guardado cierto rencor por haberle metido a Willy Toledo la idea de que podía hacer como que cantaba sin consecuencias legales), ésa es la verdad. Extremadamente pesada. 

"¡Pues La Internacional la canto de puta madre, cerdo fascista!"

   Raro será el día en que no me levante, me meta al Twitter y me informe de un nuevo récord en taquilla que ha batido la peliculita de marras. Que nadie recuerde que la gente hace cola para verla, que la aplaude al acabar y que pocas veces se ha reído más. Que es la película española más taquillera de la Historia. Que van a a hacer una secuela llamada Nueve apellidos catalanes (en principio solo una, pero preveo un agotamiento autonómico de importancia). Que qué genio que es Dani Rovira. Y así. No hablamos de un boca a oreja, sino más bien de un llevarte agarrado de la oreja al cine o te parten la boca, desgraciao. Acabáramos, que cuando mis padres fueron a verla y al volver exhibieron una ruidosa pasión por el séptimo arte nunca antes presenciada (que ni llegaron a esbozar durante aquella ocasión en que les obligué a ver Ciudadano Kane y me pusieron cara de póker los cabrones, y luego el raro soy yo, ¿sabes?), pensé que esto ya había llegado demasiado lejos. Pues vayamos al cine y odiémosla con motivo, ¿no? 
   Pero últimamente las cosas no me van bien, hasta el punto en que ni siquiera puedo odiar las cosas que me gustaría odiar, ni puedo abanderar mi rabiosa independencia de criterio sin sentirme un hipócrita. Que sí, que me gustaría que me gustara Ingmar Bergman, que me hubiera gustado entender Enemy, que ojalá me gustara Wes Anderson lo suficiente como para que no quiera, no sé, pegarle o algo. No puede ser, sin embargo, y estoy condenado a ver una película como Ocho apellidos vascos, una comedia fundamentada con buscada exclusividad en los estereotipos patrios, y a que me distraiga y me haga reír puntual y prudentemente. Mi vida es una mierda. 

Aquí el señor Bergman portando su característica chapela. Él era muy  de eso

   Voy a dejar en esto la aflicción de intelectual wannabe para centrarme en la crítica propiamente dicha, que no será ni la mitad de mala de lo que me hubiese gustado, como os habréis estado imaginando. Ocho apellidos vascos es una comedia romántica tan agradable como insustancial, tan divertida como anecdótica, y tan correcta como perezosamente bien hecha. No hay nada grandioso en ella (nada que la haga merecedora de un Goya, o ni tan siquiera un Premio Feroz), pero tampoco hay nada particularmente malo. Algunas situaciones son hilarantes, otras extremadamente tópicas. Algunos chistes funcionan y me río, otros no lo hacen, no me río, pero la sala entera sí lo hace, y de modo ensordecedor, y noto algunas miradas asesinas que me identifican como un bicho raro, y yo me siento superior en un plano intelectual y cinéfilo, y todos contentos, y aquí paz y después gloria. Vamos, que entre unas cosas y otras no me lo he pasado nada mal durante el visionado.
   Más allá del hecho de que Ocho apellidos vascos tenga gracia o no (en mi opinión no es para tanto y sólo logra bordear la ocurrencia cada cierto tiempo), que no deja de ser algo subjetivo y supeditado a que, sí, igual estoy un poco amargado y tengo sobrevalorada Ciudadano Kane, no puedo eludir la cuestión de si es una buena película o no, porque, sinceramente, creo que lo es. No será la mejor película, ni la más memorable (insisto, para el que esto suscribe, apodado Lord Aguafiestington por sus amigos imaginarios), pero no es mala. Hay intención de contar una historia amable, sencilla, sin ambiciones transgresoras o vanguardistas, y por hacerlo del modo, también, más sencillo posible, pero eficaz. Si para ello tienes que recurrir a los tópicos más rancios de la iconografía española, pues olé. 


   Así, la originalidad no brilla por su ausencia, porque ni está ni se la espera. Con plantarte una típica y entretenida historia en tres actos de chico conoce a chica culminada en un final feliz de manual a sus responsables les es suficiente, y no necesitan más para petarlo. Que sí, que igual el personaje de Carmen Machi no viene a cuento de nada y queda descolgadísimo, que igual Karra Elejalde sobrepasa los límites de la caricatura, que igual los amigos de Dani Rovira son pesadísimos y no aportan absolutamente nada, que igual todo se va volviendo más delirentamente casposo a medida que pasan los minutos... pero oye, ¿qué más da? Aquí hay suficientes diálogos chorra, chistes fáciles e interpretaciones carismáticas (toda una sorpresa lo de Dani Rovira, verdaderamente) como para que a todo el mundo le den un poco igual estas cosillas. Hasta a mí.
   Igualmente, da igual que la dirección de Emilio Martínez-Lázaro sea más plana que Lupita Nyongo (la mujer más bella según los HOMOSEXUALES de la revista People) o que el guión de Borja Cobeaga y Diego San José sea un dechado de nociones previsibles y facilonas. Si esto le da igual a 6,5 millones de espectadores, es una chorrada que desde mi chufiblog me enfrente a todos ellos y diga que Ocho apellidos vascos es una mierda. Porque, además, no lo es.

Si salen hasta Los del Río, ¿cómo no le va a gustar a alguien?

   Así que no voy a ponerme reivindicativo, ni a lamentar por último que todos hayan preferido ver esta película antes que, qué sé yo, Frances Ha. Ocho apellidos vascos tiene tanto éxito, en resumen, porque gusta, porque vas y pasas un rato agradable, y no tiene más misterio. Quienes quieran ver conspiraciones sospechosas en todo esto, o piensen que simplemente lo que pasa es que la mayoría de los españoles de buen cine no tiene ni puta idea, es muy probable que sean los mismos que entendieron el final de Enemy
   Recomendada para todos los que no la hayan visto aún, de existir dicho colectivo. Y que viva España, ahivalahostia.

1 comentario:

  1. Tanta vuelta para nada. Con decir 'no vale ni para limpiarse el culo, pero te echas unas risas' habría bastado.

    Besis pelirroja


    Lady Tena was here

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