lunes, 18 de junio de 2012

El Chuck Norris del surrealismo

La señora conejo se decidió a entrar finalmente en aquel restaurante de strip-tease, sumiéndose en un ataúd abisal que no lo era tanto, y vislumbrando una pequeña luz de color azul palo allí, al final del cinturón de asteroides enmohecidos. Acabaré por descubrirlo, pronunció despacio, en su esperanto patrio, y algo tembló dentro de los erectos pilotes de aquella playa de Albacete capital. Frente a él, un hombre de peinado mastodóntico y emotivo hacía la declaración de la renta sobre una mesa de nata batida, y en sus manos nervudas esgrimía un lápiz con un borrador en el extremo derecho, un borrador con forma de falo brasileño. El caos reina, bramó entonces el zorro silvestre para entonces, sólo entonces, caer en la cuenta de que ésa no era su película, no era su director, no era su alcachofa. Y acto seguido, justo antes de que el fascista The End de Bollywood se precipitara sobre sus cabezas cual lluvia de perdices glaseadas, apareció la nibelunga Laura Dern en pelotas, pero en unas pelotas límpidas y elegantes, milenaristas, espigadas, Nivea. Y todo fue paz, al mismo tiempo que la señora conejo se decidiera a entrar finalmente en aquel restaurante de strip-tease y pronunciara en su esperanto patrio: Acabaré por descubrirlo.

La verdad es que esto de la escritura automática tiene su punto. Y una vez vomitado todo este torrente pseudo-pseudo-literario que algún pobre incauto habrá tenido que ingerir crudo y sin posibilidad de consultar la traducción por Internet, porque ni tengo fans ni soy canadiense, tendré que admitir que comprendo a David Lynch. Y, como nos han enseñado los Rolling Stones y la LOGSE, de la empatía a la simpatía sólo hay un paso. 
   Hay mucha gente que odia a nuestro homenajeado de hoy (en principio éste iba a ser Bruce Springsteen, pero, bah, demasiado mainstream), y eso también es perfectamente comprensible. Yo mismo, aunque sólo me quede ser capaz de engullir un alfil de color rojo aderezado con sal y serrín para poder pertenecer al club de fans oficial, también le he odiado un par de veces a lo largo de mi relación con él. Es un amante rebelde, testarudo, y que casi nunca te pone las cosas fáciles. Y menos mal, porque cuando te las pone, dirige algo como Una historia verdadera, y entonces deseas hacerle tragar ese alfil a él.


   David Lynch empezó fuerte en esto que todo el mundo llama cine pero que él denomina, según su página web, como shaUDHQDH. Su debut fue Eraserhead, una pequeña película tan cutre y tan horrible que llega a ser maravillosa, en la que podemos percibir de entrada la semilla del mal, dentro de una historia inexistente (algo así como un hombre que deja preñada a su novia y que, como resultado, se ha de hacer cargo del bebé más feo que jamás parió madre u ornitorrinco) y envuelta en un ambiente pesadillesco. Y qué queréis que os diga, tiene su mérito lograr tanta inquietud con los cuatro duros que ese año se ahorró en porros. Un notable.
   Y en esto dirigió El hombre elefante, para muchos lo mejor de toda su carrera. Yo disentiré con cautela, admitiendo que está impecablemente rodada y actuada, destacando a Anthony Hopkins simplemente porque es Anthony Hopkins, y a John Hurt en un personaje entrañable y mítico donde los haya. Llega a emocionar en su sentido más clásico y hollywoodiense, y quizás por eso yo la considere con cierta indiferencia. Es que fue de las últimas que vi, y ya no veía tanta coherencia ni tanta normalidad con buenos ojos. Como le pasa a los polacos.
   Sigamos con la filmografía seleccionada (también conocida como las cosas que he visto suyas), y parémonos en Terciopelo azul, considerada por Woody Allen como la mejor película del año de su estreno, 1986. El director judío cuenta con todo mi respeto y admiración pero hay veces, sobre todo cuando hay chicas menores de edad pertenecientes a su familia de por medio, que se columpia. De acuerdo con que tiene uno de los mejores inicios de la Historia del Cine (con los simpáticos bomberos, la manguera y las cucarachas) y que la atmósfera como siempre es todo un prodigio de habilidad y desequilibrio mental, pero los protagonistas (Laura Dern, que también aparece en Inland Empire, y un tío flacucho cuyo nombre no me apetece buscar en FilmAffinity) son unos sosos de cuidado, la trama me resulta menos inquietante de lo que debería, y Dennis Hopper no da ni miedo, ni la hora, ni nada. Bastante decepcionante, pero, claro, se trata de una apreciación totalmente subjetiva y sin documentar. Porque tú no te puedes documentar con David Lynch. David Lynch te documenta a ti.

Sólo ella podía ser su musa

   Y en esto que veo Carretera perdida y me parece una obra maestra. Bill Pullman gana a Keanu Reeves en lo que a parálisis facial se refiere, y Patricia Arquette sólo se sabe aprovechar del suspense previo al momento en que enseñe las tetas, pero qué gozada todo lo demás (incluyendo las tetas de Patricia Arquette). Tenemos aquí el precedente más claro a Mullholland Drive, el culmen de su carrera, con un argumento típico de cine negro que evoluciona, o involuciona, o sufre una metempsicosis que te cagas, hacia unos caminos insospechados. Inquietante, malsana, Marilyn Manson en la banda sonora, terrorífica por momentos y, por supuesto, inexplicable. Lo mejor, sin duda, es el final, de un efectismo hueco que te llega a hacer pensar que has entendido algo, para luego descubrir que no.
   Consultando FilmAffinity descubro que la siguiente película de la lista es Una historia verdadera, más apropiadamente conocida en inglés como A straight story (¿nunca me he metido con los traductores españoles?, pues lo cierto es que apestan). Sorprendentemente, es de las mejor valoradas de este inefable personaje, y eso que no podría ser más aburrida. El argumento, infiero que basado en una historia real, se centra en un abuelete que un buen día decide atravesar EEUU montado en una máquina cortacésped para ir a visitar a su hermano, con el que no se habla desde hace diez años. Y ésa es toda la historia, por lo que supongo que os he hecho un spoiler de cojones. Mejor que no la veáis y apañados. 
   Ajajá, y llegamos a Mullholland Drive. En mi opinión, su mejor película, sin importar que, por supuesto, no entienda nada. Vemos aquí todo el universo lynchiano en su momento de máximo esplendor y suficiencia, consiguiendo, realmente, que nos sintamos inmersos en un sueño largo, maravilloso e impredecible (y creo que eso no es otra cosa que la mayor ambición del amiguete). Cada escena es una pequeña joya invitándonos al disfrute individual o deshilvanado (como la aparición del monstruo en el callejón, las tarantinianas cagadas del asesino a sueldo o toda la ida de olla final), y cada diálogo un delicioso WTF. Por todo ello se trata de una película que ha de ser vista sin ambición de entendimiento, que, simplemente, ha de ser vista y disfrutada, y punto. Luego, si ya quieres disertar sobre ella y ponerte a escribir ensayos y libros, pues el arte es así, puedes hacerlo.


   Por último, y autorreverenciando la hondura de mis redaños y la incipiente necesidad de que alguien me pegue una colleja, proclamaré a los cuatro vientos que he visto Inland Empire. La única, la inigualable. Y os juro que hablaría de ella si fuera capaz, si lograra poner en orden mis pensamientos y discernir si me ha gustado o no. Pero no puedo. Aún no. Me ha aburrido y me ha fascinado, y a veces me he cagado. De miedo. Pero no soy capaz de decir nada más sobre ella. Si os vale, podéis releer el extracto en cursiva al comienzo de este artículo que a mí me gusta llamar reportaje; en él hallaréis una crítica tan buena como cualquier otra de Inland Empire. 
   Como párrafo de conclusión, no voy a tener más remedio que afirmar que David Lynch es uno de los mejores directores de la historia. Objetivamente. Y eso sin hacer referencia ni a guiones, ni a actores, ni a versatilidad (aunque creo que, entre elefantes y soporíferas road-movies, tampoco va mal surtido de ésta). Hay que tener una gran cantidad de talento y de poca vergüenza para hacer lo que hace este tío, para despertar tal fascinación y para encauzar con tanta habilidad todos sus traumas, paranoias y perversiones. Quien diga que todo esto es una imbecilidad, no obstante, tiene más razón que un santo. Y quien diga que soy un imbécil, también.
   Pero no lo puedo evitar. Aunque no me drogue, me gusta David Lynch. Y me gusta también que los toros se pongan la minifalda, pero sólo en octubre. 

2 comentarios:

  1. Probablemente, este artículo sea tu mejor forma de decir 'tengo un blog'. Pero eso no es óbice ni cortapisa para darte y quitarte la razón con la misma facilidad con la que un lémur se hace un lémur más grande. Allá que vamos:

    1.- No sé si te has equivocado, si te consideras el dueño de la silla 'Ch' de la RAE o algo parecido pero has escrito en el primer párrafo 'abisal' en vez de abismal. Vamos, que te has columpiado de listo, ¿eh, diablillo? ¿Creías que no nos daríamos cuenta? Pues toma San Pancracio in all the face! (Por cierto, muy grande las bromas sobre el columpio de la hija de un señor asiático que tuvo a bien mandarla como hija de un tal Woody Allen para luego casarla con éste y ser el heredero de la Casa de Francia, que estoy seguro resurgirá).

    2.-No soy un experto en el señor del pelazo, pero 'El hombre elefante', aunque sea muy hollywoodiense y pastelosa, es un peliculazo como American Pie (esta es fina).

    3.- Coincido y subscribo everything sobre Terciopelo azul, más he de añadir que el prota es el mismo que hace de 'El Capitán' en la sexta temporada de CCAVM o HIMYM, como prefieras. Ya no sé nada más de él.

    4.- Vi Mullholand Drive, y aun así la tengo puesta de nuevo en mi lista de pelis a ver porque me enteré de lo mismo que si voy a Polonia en avestruz.

    5.-Decir que WTF es algo bonito.

    6.- Has de ver el tráiler promocional que hizo el notas este para el festival de Berlín. Que me aspen si este tráiler promocionaba algo o daba más bien repelús.

    PS: Casi dirige 'Star Wars: El retorno del Jedi'. Ahí lo dejo. Un beso a todos menos a uno y ese uno sabe quién es.

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    1. Abisal (definición de la RAE): "Se dice de las zonas del mar profundo que se extienden más allá del talud continental, y corresponden a profundidades mayores de 2000 m"
      Y eso era EXACTAMENTE a lo que me refería.
      Por cierto, no me acordaba de lo de "El Capitán". Muy buena aportación.

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