jueves, 3 de diciembre de 2015

Sobrevivir para esto


Uno gusta de imaginarse los estudios de Pixar durante el año pasado, o durante los dos que mediaron entre la infravalorada Monstruos University y la maravillosa Del revés: esos dos larguísimos años que Pixar se tiró sin sacar película tras habernos malacostumbrado a su mayor o menor excelencia periódica. Uno se imagina, digo, los estudios de Pixar exactamente como nos los han querido vender desde siempre: un lugar maravilloso lleno de luz y de color y de abejas que nacen bajo el sol y pósters chulis y merchandising de Cars que se compran para ellos mismos porque qué curretes y qué japis y qué perfectos que son. Se arroja confeti y se comen muchos bombones cada vez que algún compañero de trabajo anuncia que va a tener otro churumbel (normalmente el sexto o así), mientras al dibujante ese de los granos y que usa Windows se le mira cada vez con mayor hostilidad. "¿Qué pasa?", le espeta el jefe de su departamento cierta mañana, "¿no vas a sentar nunca la cabeza? ¿No quieres hijos? Pon un poco de orden en tu vida y sé feliz, coño, que trabajas para Pixar". Al día siguiente el dibujante de los granos y el Windows viene a trabajar con miedo, en la ofi creo que no les caigo bien mamá no sé, y el jefe de departamento se adelanta, le encasqueta una sonrisa en la cara agarrándole de los carrillos, y se la pega con celo. Luego se da la vuelta sabiendo que es el mejor jefe del mundo, y que cuando se lo cuente a su hijita durante la merienda ésta se va a atragantar de la risa y va a soltar leche por la nariz y monerías varias. Porque en fin, ¿quién no querría trabajar en los estudios de Pixar?

Aquí nuestro nuevo amigui viendo el tráiler de Batman v Superman

   Y eso, que uno se imagina el ambiente laboral que cundió en las dicharacheras oficinas durante este par de años pasados, siendo desarrolladas dos películas a la vez: Del revés por un lado, que todos estaban seguros de que iba a petar, y El viaje de Arlo por otro, un proyecto al que ya llevaban siglos dando vueltas sin saber muy bien qué hacer con él. ¿Dejamos que hablen los humanos? ¿Metemos más dinosaurios? ¿Vemos Mi villano favorito para despejarnos un poco? Los responsables de El viaje de Arlo cada vez más agobiados; esto no va bien, estos dinosaurios son demasiado realistas, no hay ideas, creo que voy a decirle a mi mujer que si vamos a por la parejita a ver si así puedo volver a sentirme útil... De repente alguien de la sala de al lado les tira en plan de buenrro una imagen enrollada cual avioncito de papel: es el diseño de Tristeza. El adorable, adorable, diseño de Tristeza. El director de El viaje de Arlo, un surcoreano llamado Pete Sohn que trabajó en Up sirviendo de modelo para el niño hostiable (y haciendo alguna otra cosa, según insistió siempre sin nadie que le entendiera muy bien), se muerde las uñas y decide que a lo del intercambio de diseños saben jugar dos, y les envía otro avioncito de su cosecha. Se trata de un fotorrealista paisaje montañoso. Toma ya. Chupaos esa. Nosotros tenemos los mejores informáticos, ¿vosotros qué? Tres semanas después, los que trabajan en Del revés les mandan unos dibujitos que muestran dos islas con parques de atracciones encima. Los de El viaje de Arlo, que siguen teniendo el guión en blanco, les responden con la foto de una nube más real que una de verdad. El chico de los granos y el Windows, que por supuesto trabajaba en los diseños de los personajes de El viaje de Arlo, se plantea mientras tanto dimitir. Los del Departamento de Historia no dejan de chismorrear (en vez de escribir) sobre que en realidad no está casado porque es un poco "así como bujarriqui", e insinúan que un despido está en el aire. Y de repente, pum, 20 años de felicidad en el país de la piruleta. Viva.

"¡¡...Y el señor Fredricksen la tenía ASÍ  de grande!!"

   Pues sí. El viaje de Arlo es una caca. ¿Sorprendidos? Yo la verdad que un poco sí. Antes de documentarme y elucubrar todos los datos arriba expuestos (rigurosamente infundados), pensaba ingenuo de mí que si juntabas Pixar con dinosaurios difícilmente te podía salir una mala peli. Porque, bueno, no sé, eran Pixar. Y dinosaurios. Además veías los tráilers y, aunque el dibujo de los personajes no diera demasiada buena espina, todo apuntaba a una suerte de primera media hora de Wall·e revisited. Me parecía de perlas, no tanto por lo reguleras que es el resto de metraje de la peli del robot con la que dais tanto la barrila, sino porque después de la avalancha conceptual, argumental y revolucionaria de Del revés, parecía oportuno y lógico que Pixar optara, en el primer año en el que saca dos pelis, por una segunda propuesta más sencilla y menos ambiciosa, que nos emocionara directamente el corazón sin tener por qué pasar por el cerebro antes.
    No ha pasado tal cosa, y no porque El viaje de Arlo no haya resultado ser eso, una apuesta "más sencilla" (de hecho si fuera un poco más sencilla perderíamos neuronas viéndola) sino porque has de tener mucho ojo para que en estos tiempos tan cínicos, sobreinformados y condencendientes una sencillez tan buscada no se te acabe transformando en mediocridad. Y es que El viaje de Arlo es mediocre con ganas desde el mismo argumento: por supuesto que todas las pelis de Pixar van de alguien que aprende lecciones mientras transcurre su viaje de vuelta al hogar que ha perdido, pero, joder, al menos intentad disimularlo con algo. Yo qué sé, meted un cameo de Bing Bong, pero no dejéis a esta lagartija asustadiza acaparar frases de diálogo para decir obviedades mientras se hace hombre. Que además no es un hombre, coño, que es un dinosaurio.
   Porque ésa es otra. ¿Qué mierda de dinosaurios son éstos? ¿A qué becario le habéis dejado el lápiz? Y, lo que es peor, ¿por qué salen tan pocos? ¿Los libráis de ser extinguidos por el meteorito para esconderlos y convertirlos en estos muñecos de los veinte duros? No sé quién fue la lumbrera que pensó que un apatosaurio sería un buen prota (supongo que del mismo que pensó en los iguanadones para Dinosaurio, una peli de Disney que no está de más reivindicar ahora por incordiar un poco), pero me preocupan mucho más las perniciosas mentes que decidieron convertir a los pterodáctilos en villanos (villanos absurdos, ridículos y totalmente fuera de lugar) y a los T-Rex en cowboys (vale, igual esto último tiene su gracia, pero ninguno de ellos hace temblar el agua de los vasos y así no hay quien mole). Y ya. Es que apenas salen más animales. Sólo la familia de Arlo, que es fácil de distinguir del mismo porque están muchísimo peor dibujados (atención al padre, firme candidato a ser el peor papá de la ficción del último cuarto de siglo), un triceratops que cuenta con el único buen chiste de toda la función, y un montón de ardillas y gallinas. Porque, si algo queremos ver en una peli de dinosaurios, es a un montón de ardillas y gallinas dando por culo. Claro que sí. Campeones.

Del corto de al principio mejor no hablo porque ya me estoy pasando mucho con la peli y a este paso no me van a traer nada los Reyes... pero agüita, ¿eh? Para que luego digáis de Lava.
   
   Siendo caca el guión, siendo caca los dinos, ¿qué no es caca en El viaje de Arlo? Pues bueno, a decir verdad tampoco es todo tan calamitoso. Que seguimos hablando de Pixar, pardiez. Spot, el niño humano que Arlo coge como mascota, es una pasada en términos de entrañabilidad (característica para la que el estudio organiza concienzudísimas reuniones con gráficos de barras y estudios de mercado, según me cuenta una fuente off the reality) y de animación, así como todo lo no-humano y no-vivo que le rodea. Hablando mal y pronto, El viaje de Arlo supone el techo técnico de Pixar y, después de tal sacada de rabo infográfica, es bastante arduo imaginar cómo van a poder superarse. Qué paisajes, Odín santo. Qué puestas de sol. Qué nubes. Qué agua. Qué tormentas. El mundo que rodea a Arlo es tan hermoso que la peli no se hace cuesta arriba exclusivamente gracias a él y a una música que es un portento de similar calibre. En cuando enfocan a los personajes en primer plano y soltando clichés (porque la peli será casi muda, pero tiene DEMASIADO diálogo), la cosa ya empieza a perder fuelle en proporciones épicas. Diálogos y diálogos sembrados de tópicos rancios provenientes de la más carca escuela de Disney; frases estúpidas, manidas y muy poco convicentes (volvemos con el padre de Arlo, un Mufasa wannabe que no llega ni a abuelo de Piecito); escenas alargadas hasta una saciedad asfixiante e insultantemente previsible (ejemplares en ese sentido los momentos finales, que son en verdad descorazonadores por el sencillo motivo de que... no tienen corazón alguno, vaya).

La película además es un homenaje al western. No sé. Lo digo por si a alguien no se la trae floja

   Si a todo este páramo le plantas además un sello Pixar tan confuso que se hiere a sí mismo (muy propio recurrir a sangre, pesadillas psicotrópicas post-Dumbo y adultas muertes en primer plano en vuestra peli más mongoloide eh, chapeau), pues nos queda una señora basurilla de la que por suerte no va a costar nada olvidarse. Total, el año 2015 ha sido el de Del revés y, por tanto, el año de Pixar de todas maneras, y una irrelevancia como este Arlo no debería hacer que nadie se rasgara las vestiduras: los juguetitos los van a vender igualmente, y nadie tendrá por qué perder el empleo mientras no se lo busque él solito votando a Podemos. Únicamente me preocupa, en este punto, que ésta sea la última peli de Pixar antes de la multitud de secuelas y spin-offs que se vislumbran en el horizonte, por lo que cabrá preguntarse en un futuro si les vale seguir viviendo de las rentas de Del revés para mantener su intocable prestigio (yo no dudo de que les valga, pero como se pongan muy tontos con Toy Story 4 lo mismo tengo que recurrir a cagarme en todo lo que se menea, avisoanuncio).
   Entretanto, DOS SEMANAS PARA STAR WARS BITCHES. ¿Veis? Ya me he olvidado de Arlo. Pixar nunca falla consiguiendo que nos centremos en lo verdaderamente importante. 

Y, en efecto, sólo esta imagen merece mucho más la pena que El viaje de Arlo. En su totalidad

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