domingo, 8 de noviembre de 2015

Ponme lo de siempre


Remontémonos a cuándo se estrenó Skyfall. Hará unos tres años de eso. Adele cantaba, la gente flipaba, Bardem se ponía un peinado horrible (nada nuevo), y estaba de moda decir que la mejor película de James Bond no era otra que la que teníamos ante los ojos. Las circunstancias te empujaban a ello. Era el 50 aniversario de la marca, había varios homenajes cariñosos a filmes anteriores, y por si fuera poco la película en sí no estaba demasiado mal: se imponía seguir con la fórmula para las entregas siguientes, fuera cual fuera ésta. Dado que el 007 de Daniel Craig se reinventaba prácticamente a cada nueva aventura, tampoco había que fiarse mucho. 
   Y sin embargo, Spectre es el paso lógico. Los responsables de la saga, ésos que siguen ahí al pie del cañón diciendo que son inmunes a las modas (sin que se les caiga la cara de vergüenza), y que saben muy bien cómo tratar al personaje (cuando es evidente que no), nos han sorprendido a todos haciendo, por una vez, lo menos inesperado, y lo más facilón. Skyfall era una película valiente por llevar a Bond a sitios donde nunca antes le habíamos visto, pero su valentía tenía un límite: el mismo que se erguía musculoso y burlón al desenlace de la historia, cuando sólo faltaba que Daniel Craig llevara un sombrerete que lanzara con mucha puntería al perchero colocado allí para la ocasión. Javier Bardem con menos dientes que una rana, una Moneypenny negra, una "M" con vagina, Bond bebiendo Heineken (aún no he superado eso): sí, lo que tú quieras, Mendes, eres todo un innovador, pero al final acabas en esa misma oficinica sesentera, y "M" es un hombre, y todo vuelve a la normalidad. ¿No es así?

Aquí el nuevo jefazo viendo Quantum of Solace

   Es exactamente así. Como vivimos unos tiempos megatristes, megacutres y megavagos, tanta tontuna con hacer a Bond semejante a Jason Bourne, a Batman, o a la madre que lo parió, no ha servido absolutamente para nada. O bueno. Desde luego ha servido. Hemos tenido tiempo en estos años de pensar qué era lo que hacía a Bond ser Bond (para al instante desear que volviera a serlo), de replantearnos nuestra admiración cinéfila por un personaje que no deja de ser una filfa, y de estar hasta los huevos de la sombra de Christopher Nolan más que de Christopher Nolan en sí. Tras pensar tanto, ya iba siendo hora de que las cosas volvieran a ser como antes, y acaso disfrutáramos con mayor profundidad y experiencia de las aventuras de siempre. Spectre no es más que eso. Lo de siempre. Démosle la bienvenida.
   Ahora, enfrentémonos a un James Bond clásico con todas las de la ley, sin ninguna interferencia posmoderna que nos agüe el martini. Resultado: Spectre como gilipollez de película. Una inmensa, total, deliciosa, hilarante, rematada gilipollez. Como James Bond contra Goldfinger, Diamantes para la eternidad, Vive y deja morir, La espía que me amó, Moonraker, Goldeneye, El mañana nunca muere, Muere otro día... ¿sigo? ¿Veis por dónde voy? Ninguna de las películas mencionadas son una obra maestra, ninguno de sus guionistas va un día a escribir Memento, pero, ¿y lo divertidas que son? ¿Lo entretenidas, lo locas? Si los 2000's se revelan tan incapaces de dar con enfoques realmente innovadores en un quiero y no puedo constante y agotador, ¿por qué no rendirse y seguir empleando una fórmula de la que ya conocemos a ciencia cierta su funcionalidad? Jurassic World, la película que va a definir este siglo de mierda, es de las películas más taquilleras. De toda la historia. Y vista con frialdad (lo cual no es nada recomendable) es una vergüenza. Justo como Spectre.

Fotograma REAL de Octopussy, película nº 13 de James Bond. Pues claro que podía ser peor

   Y eso que empieza de manera algo inquietante, como aún denotando ambición, como diciendo que en esta ocasión tampoco nos vamos a librar del riesgo y la relectura. "Los muertos están vivos", reza una pantalla en negro al principio, dándonos ya la clave: Si los muertos están vivos, es que nunca han estado muertos. Si acaso, de parranda. Por obra y gracia de, concretamente, el mismo Día de los Muertos mexicano que Bond se recorre en falso plano secuencia porque puede. Sea este prólogo, intenso, modélico, poderosísimo (desde ya el mejor de toda la saga), testamento de esta grisácea era que nos deja. Sorprenda por su agresividad, sea saboreada su contundencia, se deleite uno con su hieratismo (quince minutacos prácticamente mudos). Soslayemos unos créditos iniciales tan pasados de rosca como se suele que, esta vez, no cuentan con un colchón musical a la altura (muérete, Sam Smith, y si no te hace al menos cómprate unos testículos), y, ahora sí, que comience el auténtico carnaval. De nuevo, con zombies, calaveras, y moribundos de asombrosa energía.
   Poco se puede decir sobre Spectre que no se pueda decir de las pelis de Bond clásicas (sí, Casino Royale ya es por méritos propios una de ellas, pero muy a su bola). Bond dice chistes malos. "M" se enfada con él para luego reconciliarse porque sabe que es su mejor agente. "Q" le da los cacharritos y se mosquea pero en plan de buenrro con lo de en cada misión se los descuajeringue. Una chica Bond sale en dos escenas, en una de las cuales Bond le inserta la Beretta, para luego perderse en el olvido (lástima que le haya tocado a Monica Bellucci ser esta chica Bond). Otra le dura un poquillo más y parece que le cae simpática y todo (Léa Seydoux definiendo la follabilidad a cada cosa que hace). Aparece también un secuaz fuertote y callado (Dave Bautista) que tiene más química en pantalla con Bond que la chica de antes. Localizaciones variadas, idílicas y multitudinarias a lo largo del mundo, a escena de acción intrascendente por localización. Un villano, por último, caricaturesco y sobreactuado; nadie mejor que Christoph Waltz acabando por confirmar que únicamente tiene un registro (supongo que le darán otro Oscar) para la labor. 

No hay tipo con más jeta que éste. Y, aún así, vamos a seguir amándole hasta que muramos

   Éstos son algunos de los ingredientes, y la película sería la perfección si no tuviera más. Por desgracia, durante el rodaje Daniel Craig se ponía muy melancólico en los descansos recordando los días en que era un actor relevante, y vieron que el tipo no daba más de sí, y decidieron que Spectre sería su último Bond. Por tanto, los guionistas se pusieron a jugar a cerrar tramas que ni sabíamos que estaban abiertas (¿os acordáis del señor White?, yo tampoco), y a empeñarse en que Casino Royale había sido la base de un arco narrativo que con este último filme alcanzaría su final. Y no, no cuela demasiado la verdad. Hay multitud de diálogos infumables que nos lo intentan explicar, Christoph Waltz se viene muy arriba insistiendo en que "yo estaba detrás de todo", e incluso aparece un colás muy majo con fotos recicladas del Tuenti en cierto momento de la proyección. Nadie, absolutamente nadie, se cree nada. Pero bueno.
   Este esfuerzo fútil, que podría pasar por agridulce, se compensa con eso que tan dura nos la pone a los cursis vástagos del nuevo siglo. ¡NOSTALGIA! ¡Kilos y kilos de NOSTALGIA! ¡Homenajes, guiños, barriles llenos de NOSTALGIA! Y no sólo de la evidente, de la genérica que hay que incluir sí o sí porque todos hemos de tener claro que no ha habido ni habrá nunca un Bond tan guachi como Sean Connery; es que Spectre homenajea hasta al Bond de Brosnan, sobre el que los puristas se cagan tanto. Al Bond de Brosnan. ¿Os dais cuenta de la genialidad que es eso? A Spectre se la sopla todo. 
   En su argumento también encontramos una visión comprometida frente a la sociedad hipervigilada en la que vivimos, con la paranoia Snowden y tal, y aunque se plantee de manera correcta tampoco nos lo tragamos. ¿Qué es eso, Spectre? ¿Estás tratando de ser una peli seria? Anda, tonti, relájate y muéstranos la base secreta esa tan guapa donde viven los malosos. ¿Ves qué bien? Qué pocas bases secretas de malosos hay en el cine actual y qué necesarias son, diantre.
   Total, que una peli cojonuda. Desde la genial Casino Royale se nos ha venido prometiendo que James Bond volvería. Ha tardado tres entregas, pero, finalmente, lo ha hecho.

"¡Os veré en el infierno, hijos de puta!"

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