jueves, 8 de enero de 2015

Clásicos de rebajas

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Disney ha reencontrado su camino. Lo dicen los números, los críticos, las películas, las calidades. Lo dicen las canciones. Lo dice el que un film como Frozen, que supongo que habría revolucionado mi infancia de haberme pillado inmerso en ella y acaso no hubiera tenido mucha idea de lo que es un buen guión, se haya convertido en el quinto más taquillero de la historia. Finalmente, lo dice el modo en el que se ha lanzado a la producción superheroica abanderándose en su adquisición de Marvel, uno totalmente confiado, seguro, suficiente. Del mismo modo que este verano nos presentaban la película de ciencia ficción de los superhéroes que no conocía ni su padre pero que más nos valía apresurarnos en amar, ahora nos llega la película de animación de los superhéroes que no conoce ni su padre pero que más nos vale apresurarnos en amar. Los niveles de molaridad van a ser, de nuevo, impresionantes, y volveremos a participar tanto en una pingüe recaudación como en un nuevo capítulo de la configuración de la cultura pop.
   Y yo que me alegro de esto, ¿eh? Por nuestra descendencia más que nada. Siempre había sido mucho más cómodo dejar a los críos al amparo de una película con el sello Disney ("Clásicos", los llamaban entonces sin necesidad de consensuarlo con críticos, con dos cojones), que asomarse al proceloso mundo de los estudios rivales, en las que te podían colar tanto gracietas que al año ya no tendrían gracia como chistes de dudoso gusto que igual la chavalería no pillaba y los adultos, cuando sí, pensaban que igual no había sido buena idea llevarles a ver Shrek 4. Vamos, que antes también teníamos a Pixar, pero como parece que ahora andan un tanto jodidillos (yo, por mi parte, es algo que sólo noto en lo de que sigan empeñados en hacer secuelas de Cars, y no les dé vergüenza tampoco amenazar día sí y día también con que habrá Toy Story 4, con la hecatombe que esto supondría); bueno es saber que Disney como estudio vuelve a ser una referencia, una garantía y una marca. Y que lo de Zafarrancho en el rancho fue sólo un día tonto.

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¿No os recuerda a la foto promocional de Las aventuras del Capitán Alatriste?

    Big Hero 6 lleva a la pantalla un cómic de Marvel que, aunque parece mentira, ha leído menos gente aún que Guardianes de la Galaxia. Según leo, Disney ha hecho un poco la adaptación que le ha salido de las pelotas, y poca aventura superheroica con sabor a manga y a interminable serialidad vamos a tener aquí, en efecto, así como tampoco nos vamos a topar con una deconstrucción del género similar a la vista en esa obra maestra absoluta de la vida y la muerte y del género humano y espantajomán que es Los Increíbles. De hecho, Big Hero 6 no es más que el anuncio del juguete navideño definitivo, un anuncio estupendamente manufacturado, con enjundia dramática inclusive, pero que, como anuncio que es, su misión última, y no otra, es vender. ¿Y lo consigue? Lo único que sé es que quiero mi muñeco de Baymax, Y LO QUIERO AHORA, y ya han pasado los Reyes, Y A VER A QUIÉN SE LO PIDO AHORA, debí haber visto Big Hero 6 en cuanto tuve oportunidad y PASAR DE UNBROKEN JODER. Que ya de paso aprovecho y digo que, sí, que Unbroken es un coñazo, y que la soporíferamente académica Angelina Jolie me debe un muñeco de Baymax.
   Éste es el susodicho Baymax:

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"Os traigo amoooooor..."

   Si aún no tenéis ganas de coméroslo a besos es porque no habéis visto ni el trailer ni la película y por tanto no lo habéis visto en movimiento, ni podido apreciar su colosal expresividad, como muestra última, y logro definitivo, de la tendencia última de Disney a conseguir lo más memorable con los recursos más mínimos. Después de Wall·e, Eva, el camaleón de Enredados y Olaf el de Frozen (que personalmente me daban muchas ganas de asesinar, pero es de justos admitir que su diseño era arrebatador), la animación occidental consigue otro hito creando un personaje que trascenderá sobradamente a la película de la que parte y que permanecerá en el recuerdo durante generaciones. Que, de hecho, será lo único que permanezca en el recuerdo.
   Big Hero 6 no es una mala película en absoluto. De hecho, es bastante buena y, por ejemplo, me gusta más que Frozen, pero, al margen del robot de moda, no hay nada en ella que sea memorable, que le haga ir más allá de una hora y pico agradable pasada en buena compañía (yo mismo, para más señas, YA QUE MIS COLEGAS PREFERÍAN VER UNBROKEN). Es una lástima, porque por momentos parece intentarlo con gran empeño, buscando nuevos puntos de partida y revolucionarios armatostes dramáticos en torno al protagonista, Hiro, el chavalín que acompaña al robot y que a lo largo de Big Hero 6 experimentará notables cambios y aprenderá grandes lecciones (esto último parece chacota, pero los guionistas realmente se han esforzado en este aspecto, y el personaje, si bien dista de ser memorable, sí queda muy resultón y agradecido). Sin embargo, a diferencia de Frozen (donde el afán por transgredir y arriesgarse para decir lo mismo de siempre se acababa saliendo de madre e incurría en el ridículo), Big Hero 6 se queda ahí y no va más allá, no arriesga, presentándonos una historia que, si bien impactantemente presentada y contextualizada, nos sabemos de memoria, y que tampoco es que sea precisamente desternillante. En última instancia, sorprende también lo mucho que nos la repampinflan algunos personajes secundarios (me refiero especialmente al Equipo Actimel que acompaña a Hiro y Baymax), y lo trillados que nos parecen otros (como esa tía May a la que le echaba un polvete infográfico o ese villano que está empeñado en ir gritando por ahí que sus motivaciones son complejas y ambiguas, y no), mientras que las escenas de acción, si bien coloristas y planificadas con esmero, no suponen hito alguno y preferimos en cambio recrearnos la vista con las panorámicas de San Fransokyo (la ciudad donde molar es un derecho y un deber) o con ciertas soluciones de indudable pegón estético (ese portal interidimensional que, junto con cierta emotiva utilización de los vídeos familiares, me recordó horrores a Interstellar).

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Nótese el alarmante déficit de achuchabilidad que exhibe el Baymax comiquero. FAIL

    Aún así, si enfocamos el nuevo "Clásico Disney" como lo que es, un anuncio del Toys R Us, y asumimos que todo lo que no es Baymax no es más que adorno, Big Hero 6 sale triunfante, pues además no se permite el lujo de fingir ser otra cosa, y le da minutos al muñequete para rato. Planos eternos de éste chocándose con cosas, caminando, mirando con ese aire arrebatador de candidez y extrañamiento, incluso dando sopapos, si bien nunca con la intención de hacer daño a ningún humano. Planos y escenas todas ellas deliciosas, que valen por sí solas la entrada al cine. Fuera de ellos, la intrascendencia más complaciente y simplona, y algún momento emotivo conseguido.
   En resumen, un nuevo Clásico Disney, y tampoco voy a veniros ahora con lo de que en mis tiempos se hacían mejor, pero sabéis que sí. Les deseo mucha suerte, por lo demás, a las generaciones futuras.

PS: Durante las prolíficas Navidades que nos abandonan también fui a ver Stand By Me Doraemon. En cuanto consiga acordarme de si estaba bien, estaba mal o de si era el único niño con barba entre los asistentes (iba bastante colocado), prometo que tendréis la crítica. Besos.



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