lunes, 6 de octubre de 2014

Lo que no dormí en San Sebastián, Parte III. The Drop (La Entrega)

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Si alguien me pidiera que, en vistas a hacer alarde de una concisión siempre difícil para el que esto suscribe (aplausos y abrazos y felatios para aquellos dichosos que consiguen acabar mis artículos), definiera todo el cine visto en el Festival de San Sebastián valiéndome de un solo par de palabras, éste sería el conformado por, y me ha costado menos de lo que parece, "mucha mierda". El nivel de podredumbre alcanzado por las producciones que a lo largo de la semana y pico que ha durado la cosa han ido exhibiéndose con suficiencia y sin sonrojo ante mis ojos ha sido inacabarcable, inesperado, infumable. Obviamente, no he visto todas las obras del festival, el giratiempo me lo dejé olvidado en la última peli buena de Harry Potter, y la mayoría de esta bazofia se suele limitar, con honrosas excepciones, al marco de dos categorías que para siempre serán recordadas con una mezcla de furia y modorra: Horizontes Latinos y Nuevos Directores. Siendo miembro del Jurado Joven tenías que verte obligatoriamente la mayoría de las películas presentadas en estos espacios, con la finalidad de luego calificarlas con un número del 1 al 10 atendiendo a lo que te había parecido o al tiempo que habías estado sobando (en este último caso, mucho más habitual del que yo jamás creí posible, el intrépido miembro de turno se sentía culpable y les encasquetaba indiscriminadamente un 5, y ése es uno de los tristes motivos por lo que, supongo, la mierda nunca dejará de fluir). El caso que, entre chufipelículas de arte y ensayo, siestas ominosas, y debús de impresentables de muy diversa raigambre, un miembro del Jurado Joven de perfil medio y modesta capacidad de asimilación artística acababa deseando, en un impulso consciente y documentado, una de hostias.
   Lamentablemente, y mediando una insólita falta de empatía y sensibilidad, las autoridades festivaleras dictaminaron que The Equalizer, dirigida por Antoine Fuqua, y protagonizada por Denzel Washington (a la postre galardonado con el Premio Donostia), fuera la película que abriera el festival, cuando los neófitos aún no teníamos idea de lo que se nos venía encima. La falta de empatía y sensibilidad se agravó aún más cuando el citado trabajo resultó un bodrio del quince, un film tan estúpido y chapucero que ni siquiera tenía la decencia de no tomarse en serio a sí mismo. Ignoro cuándo se estrenará en pantallas no festivaleras, pero por si acaso me gustaría eximiros desde ya de cualquier intención de verla. Y sí, sale Chloë Grace Moretz. Aún así.

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Cara de Denzel cuando le dijeron que el bocata volvía a ser de queso

   Esto ocurría, claro está, no bien inaugurado el certamen, y es legítimo preguntarse si conservaría tan furibundo veredicto de haberla visto poco después de, por ejemplo, Winter Sleep (ganadora de la Palma de Oro de Cannes, y de la que aún me estoy planteando si dedicarle unas líneas o no, en vista de la pereza que todo lo relacionado con ella me produce). Marginando dicha cuestión en el terreno de las hipótesis, y tocando ya, supongo, el verdero tema del artículo, lo cierto es que no ocurrió lo mismo con The Drop, estrenada nacionalmente la semana pasada. Ésta supo llegar en el momento idóneo. Entre barrabasada vanguardista y vanguardia barrabasadista, supuso un oasis en el que refugiarse y desentumecerse los músculos, y una inyección de buen cine de gángsteres del de toda la vida. Y todo ello pese a tratarse de un thriller, adelanto desde ya, en el que la acción ni es trepidante ni sorprendente ni, prácticamente, existe.
   Publicitada no tanto por figurar en la Sección Oficial de San Sebastián (en la que algún año fijo que, perdóneseme por lo evidente del recurso, acabará figurando mi pene), sino por ser la última película de James Gandolfini (ya sabéis, el actor que salió en aquella serie tan famosa y luego no hizo absolutamente nada hasta su último año de vida), The Drop es la enésima adaptación de una historia de Dennis Lehane (autor de Mystic River, Adiós, pequeña, adiós y Shutter Island), con la particularidad de que esta vez es el propio Lehane quien adapta su obra, un relato corto que a buen seguro, y hablando desde una sucinta ignorancia, no figura entre sus mejores creaciones. Así, el guión tan ilustremente firmado no es nada del otro mundo, contentándose en abrazar la correción con ansia desesperada y preocupándose por que todo quede tan redondo y rematado que se le acaben viendo, aunque ésta no creo que fuera la intención, las costuras. Sólo así se entiende el personaje del policía, un pobre diablo que no se entera de un carajo y que al final se empeña en atar unos cabos que hasta el más obtuso de los espectadores ató hará unos veinte minutos.

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Acojonante la cara de Tony Soprano que se gasta este señor

    El caso, The Drop dura como una hora y media y poco más y ya de por sí son muchas horas para lo que cuenta, que es una historieta de mafiosillos de poca monta y héroes urbanos más simple que el cagar. No es una mala historieta, añado, pues basta para que dentro de su hinchazón se haga muy distraída y agradable de ver y al respetable le importe algo qué caray pasa con sus grisáceos personajes. También añado que no es una mala historieta porque al final no supone más que un remedo noir de La ley del silencio, el sacrosanto clásico protagonizado por Marlon Brando, y así cualquiera. Pero en fin. El Jurado Oficial del Festival, que supongo que aunque de Joven tenga poco no habrá visto la de Elia Kazan, ha visto en ella el mejor guión de toda la Sección Oficial, y lo ha premiado con la Concha de Plata. Podría ser peor, claro. Podrían habérselo dado a La Isla Mínima.

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Sí, el cartel de la peli es uno de esos carteles. La originalidad desborda desde el principio

   Por querer verle alguna virtud que otra, el libreto de Lehane nos define con mucho tino a los personajes principales basándose en diálogos costumbristas, ajustadísimos y ocasionalmente brillantes (como siempre, resulta una gozada ver a James Gandolfini deshacerse en tacos), y hace gala de una muy reseñable valentía (o de una muy cerril negativa a salirse de las convenciones del relato corto del que proviene), al darle a la trama un único giro que sucede al final y que, justo es decirlo, deja un muy buen sabor de boca. Hasta que llega ese giro, como quien dice, no sucede nada. Pero, dentro de esa nada, como digo, uno se entretiene bastante.
   Ayuda a esta liberadora distracción (liberadora tras cuatro pelis en sesión continua de Horizontes Latinos feat. Nuevos Directores), una pareja protagonista extremadamente carismática. De uno de sus componentes, James Gandolfini, poco se puede decir que no se haya dicho ya, el cabrón se puso tan gordo a base de comerse todas esas pantallas, y del otro, Tom Hardy, sólo decir que es, con mucho, lo mejor de The Drop. Oiréis y leeréis bastantes cosas sobre el hecho de que, de repente, este tío sea el mejor actor del momento, y con The Drop podréis despejar de sobra todas vuestras dudas y comprobar los hechos que avalan esta afirmación tan ocurrente como oportunista. Así, podréis maravillaros de la composición que hace de un hombrecillo no demasiado listo, cuando no ligeramente estúpido, que lo único que quiere es salvar a su perrito de las garras de hombres malos y desconsiderados y ya, de paso y sólo si se tercia, beneficiarse a Noomi Rapace (en la que supone la actuación más sosa de un reparto por lo demás impecable).

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Si es verdad que (afortunadamente) Tom Hardy no salía en Prometheus, ¿quién demonios es este tío?

   Marlon Branestooo... Tom Hardy aparte, la película hace gala en todos sus aspectos de una corrección a prueba de balas (tanta que apenas hay tiros), y funciona estrictamente como un entretenimiento ligero que se disfruta tan rápido como se olvida. Si me preguntara qué fue lo que movió a las autoridades festivales a pensar que merecía formar parte de la Sección Oficial volvería a indisponerme con ellas, las mismas que tantos bocadillos me han facilitado, y volvería también a dármelas de listillo, por lo que de momento paso del asunto. Vedla si queréis. Y si no, tranquilos, que siempre os podréis volver a despedir de James Gandolfini a lo grande y para siempre con su próxima última película.

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