lunes, 28 de julio de 2014

Doctor Zaius, Doctor Zaius. Doctor Zaius, Doctor Zaius. Doctor Zaius, Doctor Zaius, ooooh, Doctor Zaius (Doctor Zaius, Doctor Zaius)

Parece mentira, pero dentro del caótico e indiscriminado catálogo de mis aficiones apasionadamente cinéfilas (me negaré a denominarlas frikadas, puesto que esta palabra y su correspondiente campo semántico están siendo los más maltratados del siglo XX), no figura la suscrita a El planeta de los simios y su larga retahíla de secuelas, desvíos y descalabros. Lo cual no quita que viera la original repetidas veces durante una entrañable e impresionable niñez (cuánto admiraba a Charlton Heston, ahora que recuerdo, ese tío era Ben-Hur, Moisés, El Cid, El Señor de la Guerra... jo, es que estaba metido en todos los fregaos, como Pablo Iglesias), y que ese final, ESE FINAL, quedara marcado en mis persistencia retiniana para siempre. Y tampoco quita, en este caso de un modo menos entrañable, que viera e incluso disfrutara del polémico remake que hizo Tim Burton, el cual, y que quede claro que no soy el mayor defensor del dire este (al que hasta los eructos, supuestamente, le salen con atmósfera), no era, creo yo, tan basurilla como dice todo el mundo. Cierto que el final era una absoluta calamidad, pero el metraje anterior era bastante distraído de ver. Creo. Divago. Venía a hablaros de la última peli de los monos to pinzaos. 

Cara de César al leer la posible sinopsis de Star Wars. Episodio VII


  Vaya por delante que El Origen del Planeta de los Simios estaba bien, pero no tanto (debido a un personaje femenino horroroso interpretado por Freida Pinto, quien ya habrá vuelto a la indigencia, o al menos eso espero; a unos giros de guión tan predecibles como facilones; a James Franco...), tenía unas expectativas razonablemente buenas depositadas en su secuela, unas que incluso la proclamaban como el gran hit veraniego junto con Guardianes de la Galaxia. No podía menos que hacerlo, en vista de las críticas. He llegado a leer por ahí hasta que es la mejor película en lo que llevamos de año. Pues bueno.
   El Amanecer del Planeta de los Simios es un blockbuster al uso, y no me refiero a blockbuster al uso tipo El Truño de Acero, donde la mayor preocupación intelectual que sufre el guionista es la relativa a cómo meter el mayor número de palos y explosiones posible sin que aquello parezca un sindiós, sino al tipo que inauguró Steven Spielberg: espectáculos sin complicaciones argumentales ni ambiciones metafísicas, espectáculos con un par de momentos emotivos y un buen sabor de boca al final, espectáculos, en fin, como Dios manda. Claro que, de ahí a comparar a El Amanecer del Planeta de los Simios con El Caballero Oscuro hay un trecho muy largo e ingrato. Vayamos por partes.
   Para empezar, sí, en ésta no sale James Franco, y ahí tenemos la primera gran ventaja. En su lugar, como protagonistas humanos, tenemos a Gary Oldman, haciendo de un personaje que llora muy bien (normal, lo interpreta Gary Oldman) pero que es más plano que Lupita Nyongo (si ya he hecho ese símil alguna que otra vez me disculpo, es que este asunto me tiene despechado); al tal Jason Clarke, que tiene la curiosísima habilidad de parecer siempre a punto de echarse a llorar sin que pensemos nunca que es un blandengue; y a los demás miembros de su familia, compuesta por un niño que cada vez que habla es para soltar tópicos (como llamar "colega" a un bebé de chimpancé que juega con él, vaya chaval más rebelde), una mujer que es un rollo, un negro bonachón que no es Morgan Freeman, y un tío con el gatillo flojo que le tiene mucha rabia a los monos y al virus y a todo en general y que sólo está ahí para liarla.

Todos y cada uno de ellos merecen la muerte

   Como se habrá podido observar, el componente humano de El Amanecer del Planeta de los Simios no es precisamente un dechado de virtudes (así las cosas es normal que todos acaben esclavizados... y esto no cuenta como spoiler), pero menos mal que la gente no va al cine para ver a esos fracasados. Efectivamente, van por Andy Serkis, aunque muchos, probablemente, no sepan aún  ni quién es este tío.
   El británico logró que, valiéndose únicamente de su voz y de muchos cables, el personaje de Gollum fuera el más psicológica y dramáticamente complejo de toda la saga de los anillos y sucedáneos (no apareció en El Hobbit: La desolación de Smaug, y por eso acabó siendo todo tan jodidamente desolador). También lo consiguió en El Origen del Planeta de los Simios, y lo consigue aquí. Su caracterización de César es, de nuevo, lo mejor de la función, otorgándole un componente tan poderosamente fascinante y emotivo que provoca que no podamos apartar la vista de él en ningún momento, y que, en contrapartida, no podamos evitar mirar al reloj nerviosamente cada vez que no está en pantalla. Ver si no el momento en el que le explica el plan a su hijo, Ojos Azules (un mono que es mucho más guapo que yo, o que tú, o que incluso Pablo Iglesias), o cuando una cámara de vídeo le hace recordar un feliz momento del pasado. Con sólo este par de escenas me vuelve a asaltar el temor de que el cine protagonizado por actores de carne y hueso, efectivamente, tiene los días contados.

¿Verdad que es una monada? 

   El aspecto visual de El Amanecer... es simple y llanamente acojonante, no sólo en cuanto a la recreación de los simios de marras sino por las escenas de acción que protagonizan (como el momento del tanque o el impresionante duelo final, sin que el hecho de ver a un montón de bichos lanzándose puñetazos e intercambiando frases épicas acabe por parecer estúpido). También lo es la banda sonora de Michael Giacchino, que brilla especialmente en los primeros compases de la historia, cuando aún a los humanos no les ha dado por incordiar y todo es perfectamente civilizado.
   Por lo demás, tenemos una historia vista mil veces, que encima tiene la desfachatez de hacerse pesada en el tramo intermedio, y cuyos giros los vemos venir a la legua (si alguien no se esperaba lo que el mono cabrón iba a acabar haciendo es que está muy verde en esto de los blockbusters... osea, ¿cómo va a ser bueno, con esa jeta?). Además de lo predecible que es todo, hay diálogos que parecen haber sido escritos por un Damon Lindelof disléxico. Para muestra, la transcripción de uno entre el hijo del prota humano y la novieta del prota humano:

   "-¿Es verdad eso de que perdiste a tu hija?"
      (Ocho segundos de silencio)
    "-Sí"
      (Nueve segundos de silencio. El chiquillo tuerce el gesto)
     "-¿En serio?"
     (Diez segundos de silencio. Aprovecho para ir a mear)
     "-Sí"
     (Nueve segundos de silencio. Vuelvo del baño y veo a toda la sala a punto de llorar de la emoción)
     "-Lo siento"
     (Ocho segundos de silencio. Sí, meo la hostia de rápido)
     "-Gracias"

    En serio, por menos de esto masacraron las pelis de Crepúsculo.
   Total, que el guión no es ninguna maravilla, e incluso me atrevería a decir que es bastante caca. Pero poco importa al fin y al cabo, ya que los simios están tan bien hechos y el director se cree tan fuertemente que está manufacturando una gran reflexión filosófica sobre la condición humana que nos lo acabamos creyendo nosotros también. Porque, ah, sí, El Amanecer del Planeta de los Simios constituye un gran alegato en contra de las armas, un alegato que, por cierto, pierde toda efectividad en el mismo momento en el que nos damos cuenta de lo mucho que lo peta ver a todos esos monos piraos pegando tiros con sus recién adquiridos fusiles. Un quiero y no puedo, vaya.
   Habrá que seguir esperando a Guardianes de la Galaxia, a ver si ésta sí que es tan buena como dicen que es. Por lo demás, una peli veraniega al uso. Con monos con caballos y pegando tiros, eso sí, que siempre es un aliciente. Aunque ni siquiera salga el Doctor Zaius.

"Sí, lo sé, nuestro gag valía más la pena que las dos horas y pico que dura esta peli"

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