miércoles, 12 de junio de 2013

¿Cuándo decíais que estrenaban la tercera temporada?

Como estoy de vacaciones, el tiempo libre y su inútil provecho abundan, y hasta la semana que viene no iré al cine (según mis cálculos), esta aburrida noche me dedicaré a criticar la tercera temporada de Juego de Tronos. En este mismo blog, que cumplió un año hace meses pero se me olvidó mencionarlo (y no sé por qué lo menciono ahora, la verdad), la primera temporada de esta extraordinaria serie mereció su artículo correspondiente, en el cual critiqué sin demasiada fortuna, y excediéndome bastante, la oronda figura de George R. R. Martin, no sólo en cuanto a eso, a que es un gordo mórbido cabrón que igual muere antes de acabar la saga, sino a la dudosa calidad de su prosa. 
   Toca rectificar, pues, y decir que, si bien lo pergeñado por George R. R. Martin no supone una excelente literatura (mucho mejor, cierto es, que la mayoría de las cacas que encabezan las listas de ventas), sí nos ofrece un gran ejemplo de cómo estructurar admirablemente una saga épica en la que casi hay más personajes que páginas. Cuando escribí la crítica de la primera temporada mencioné lo malo que era el segundo libro, Choque de Reyes, pero ahora mismo no puedo más que rendirme ante la mangificencia de Tormenta de Espadas, y no porque Martin se haya convertido en Dostoievski así de repente, sino porque la colosal historia que su cabeza ideó aquí llega a su punto álgido. Luego la peña dice que los siguientes libros son malos con avaricia y que no pasa casi nada, y entonces tiemblo un poco al pensar cómo adaptarán los capítulos correspondientes. Porque, por si no quedó claro en ese artículo al que ya me estoy refiriendo con demasiada insistencia, lo mejor de los libros de Martin radica en que han sido adaptados al formato audiovisual, y de un modo excelente. Al menos, durante las dos primeras temporadas (particularmente la segunda, en cuanto a adaptación que intenta suplir las flaquezas del material original, me parece prodigiosa). Deteniéndonos en la tercera, que finalizó esta semana, la cosa ha variado un poco, pero con matices. Aviso que se avecina una Tormenta de Spoilers. Jiji.

"Sí, soy George R. R. Martin y todos estaréis esperando a que haga una simpática referencia a lo lento que escribo o a lo que me gusta matar personajes. Os jodéis"

   La principal fuente de los problemas que esta tercera temporada (digámoslo desde ya, la peor de todas), ha tenido, vino de la rompedora idea que tuvieron los responsables de no adaptar con ella la totalidad de Tormenta de Espadas. Y bueno, el libro tiene como mil y pico páginas, así que no, no era una penosa excusa para exprimir la gallina, como en los casos de Harry Potter, Crepúsculo o, el más vergonzante de todos, la mágica trilogía de El Hobbit (el tráiler de su segunda entrega, ya que pasamos por aquí, me ha hecho temblar por lo espantosa que puede llegar a ser, aunque quizá sólo sea debido a que el capullo de Legolas y su novia inventada acaparan más planos que el propio Bilbo). A lo que iba. La idea, a priori, no parecería mala. Estamos hablando de la HBO y no de la mente calenturienta de Peter Jackson, así que la excusa típica que se dio en su momento ("Así podremos desarrollar mejor a los personajes") no pareció penosa en absoluto. Que hasta te lo creías, vamos.
   Por todo esto, supongo que era inevitable, la temporada se ha hecho lenta, extremadamente lenta. Han pasado cuatro cosas así más o menos importantes, y el resto han sido diálogos (en su mayoría excepcionalmente escritos) que se han limitado a definir mejor a cada personaje, con unos resultados, en su mayoría, bastante redundantes. Porque sí, creo que ya ha quedado bastante claro que Cersei, por muy zorra que sea, ama a sus hijos por encima de todo; que Joffrey está como un cencerro; que Sansa es una imbécil superficial; o que Catelyn no ve con buenos ojos la relación de su hijo Robb con Talisa (un beso para todos los que pensaban que el cambio de nombre con respecto al libro tendría un propósito definido). Ésas eran cosas que ya se sabían gracias a la segunda temporada, no hacía falta añadir más escenas de Joffrey matando putas, por ejemplo (aunque, para qué nos vamos a engañar, ver a Joffrey matando putas es extrañamente placentero, ¿verdad? ¿No? Bueno, olvidadlo y seguid leyendo).
   A lo que voy es que los guionistas han aprovechado bastante malamente la posibilidad que tenían de mejorar las tramas y las motivaciones de cada uno de los personajes. No niego que hayan tenido aciertos, ya que,  por ejemplo, conseguir que la trama de Jon Nieve sea por fin interesante implica una habilidad sobrehumana (mejorando lo narrado en el libro, en el que su relación con Ygritte era una bazofia que no le importaba ni a Hodor), pero por lo general han sido bastante pródigos en las meadas fuera del tiesto.


   Después de que hayáis recuperado el aliento, continuaré con que que no sé cómo diantre han fijado las mitades en las que dividirían Tormenta de Espadas, porque han montado un pifostio de la leche. Unas tramas no han avanzado nada, otras demasiado, y otras han sido directamente imprevisibles y no has sabido en ningún momento a qué venían (el arco argumental de Theon Greyjoy, que fue de lo mejor de la temporada pasada, aquí ha sido un constante WTF, por mucho que haya estado ahí Iwan Rheon con su cara de psicópata adorable para darle la réplica). Claro está, puede que todo pertenezca a un plan maestro que han fraguado los guionistas con el beneplácito de Martin (el cual, como se aburre y no tiene libros que acabar ni nada, se divierte supervisando el rodaje y guionizando algún que otro capítulo), pero de momento el plan parece devenir en una monumental pifia, y yo no sé cómo van a salir del jardín en el que ellos mismos se han metido. No me extenderé más al respecto, porque total, a lo mejor las cosas acaban saliendo bien, pero eso, que se están columpiando.
   Estas quejas, no obstante, son las inevitables que ofrecen los fans petardos de la obra escrita (conjunto al que, por pereza, no pertenezco), y lo más útil para la sociedad sería analizar la serie como ente totalmente aparte al libro. Pero aunque lo haga, o lo intente, da igual, la temporada ha sido lenta de cojones, y no creo que haya servido para descubrir nuevos matices de unos personajes ya clásicos. Aunque admito que por fin Jaime Lannister se ha revelado como el prodigio de construcción psicológica que siempre fue, y hemos descubierto la faceta más marica de su hermanito Tyrion (sí, se han empeñado tanto en humanizarle que ha habido momentos en los que daban ganas de pegarle una colleja para que dejara de lloriquear, con tanto "oh, no, no es más que una niña", "lo paso tan mal con esta prostituta histérica a la que amo tanto", "todos se ríen de mí"... al menos en el capítulo de su boda recuperamos su vena más canalla y encantadora, pero...). Además de esto, le han dado más protagonismo a la abuelita Tyrell, que es la leche, y han profundizado en la vena manipuladora de su súper buenorra nieta Margaery (totalmente inventada con respecto a la obra escrita).
   Vamos, que no todo ha sido tan malo. Además, al igual que ha hecho esta temporada, he dejado lo mejor para el final. No podía ser de otra manera, me refiero al penúltimo episodio, que no sólo pasa por ser el mejor (de lejos, muy, muy, de lejos) de la temporada, sino también de toda la serie en conjunto. La Boda Roja puede haber sido lo más impactante que he visto nunca en televisión, y eso que yo sabía lo que iba a pasar, no puedo ni imaginarme la reacción de los que no. Un golpe de efecto sublime, una muestra de hijoputismo exacerbado (aún más con respecto al libro, porque en él la churri de Robb no muere, ni mucho menos está embarazada, y además en el papel impreso no podemos disfrutar de la desgarradora interpretación de Michelle Fairley), y un prodigio de dirección, montaje y ambientación. A quién no se le heló la sangre cuando cerraron las puertas y sonaron los primeros acordes de Las lluvias de Castamere; quién no se tiró de los pelos cuando Arya Stark (cómo amo a esa niña, o adolescente, o mujer en cualquier caso follable) estuvo tan cerca de reunirse con su familia, y no; quién no apretó los dientes con rabia cuando el hipnótico Ross Bolton dijo esa frase ya legendaria: "Los Lannister te envían recuerdos"; o quién no lloró sin complejos cuando Catelyn Tully se deshizo en un grito agónico ante el incrédulo y obituario "Madre" de su hijo. Una obra maestra, en resumidas cuentas, que casi compensaría todas las cagadas de la temporada restante.

"Hola, soy Legolas y estoy haciendo lo mismo que hago en El Hobbit: estorbar"

   Pero no lo consigue, y tras finalizar sólo nos podemos quedar con un más o menos buen sabor de boca, aunque para muchos el último capítulo haya sido una chusta. Pché. A mí me gustó la última escena de Daenerys y los esclavos enajenados esos, aunque sepa que es esencialmente ridícula (lo épico y lo ridículo muchas veces se dan la mano), y además Davos ha chupado mucho plano, que eso siempre mola, y la trama de Bran por fin se ha puesto interesante (porque ésa es otra, la trama de Bran, también conocida como el picnic eterno). No pinta mal la cuarta temporada, en resumen, y como en mi opinión, salvo por la Boda Roja, han dejado lo mejor para ésta, me atrevo a asegurar que va a ser bastante épica, incluso aunque no consigan encauzar todas las idas de olla que los guionistas han ido sembrando.
   Queda esta temporada como una "de transición" ante la gran traca final que, supongo, será la cuarta. Y por eso mismo, por haber sido de transición, cabrea mucho más tener que esperar hasta el año que viene para verla. A joderse tocan, amiguitos. Podéis iros viendo por cuarta vez el capítulo de Aguasnegras o asistiendo como ochenta veces más a la Boda Roja, no sé. Cualquier cosa menos ver series españolas.
   Sí, igual sobraba este último hachazo a nuestras producciones patrias, pero qué le vamos a hacer. Reconozco que este artículo en general ha quedado flojo, y algo tenía que ponerle de guinda para animarlo. Aunque seguramente esta última disertación no contribuirá a mejorar la general impresión de mediocridad que pueda haber causado. No sé. Qué cagada ha sido esto último. Como la tercera temporada de Juego de Tronos. Ja, ja. No, en realidad no ha sido tan mala. Joder. Estamos apañaos. Puta crisis.

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