miércoles, 27 de agosto de 2014

Cuando el cine era esto

Hubo un tiempo en el que alguien no tenía por qué reparar en el coste de una entrada de cine o en las críticas que el estreno por el que se interesaba había recibido para decidirse a franquear el umbral, pillarse un cartón ridículamente grande de palomitas (aunque yo nunca fui de ésos, prefiriendo la más lucrativa alternativa de choriceárselas al incauto que se sentara a mi lado), sentarse rodeado de colegas y disfrutar de una peli simplemente "cachonda", esto es, una que no tuviera más ambición que la de hacer que nos riéramos a carcajadas, gritáramos mucho y acabáramos arrojando las palomitas a los ceñudos y grisáceos universitarios de delante (porque cualquier cosa antes que el listillo este se cebe gratis). Cuando incluso tenía que venir el acomodador a regañarnos, cegándonos con la linterna y provocando que nos perdiéramos en esto la enésima cuchufleta con la que tipos como Eddie Murphy, Jim Carrey, Ben Stiller, Will Smith o Adam SandESO NUNCA FURCIA tenían a bien obsequiarnos. Al cine, en resumidas cuentas, podías ir a reírte. Sin más. No tenías por qué maravillarte de la realización, de valores cinematográficos tan ajenos a nosotros en aquellos años como las interpretaciones (porque sólo sabíamos que Eddie Murphy era muy bueno porque el tío hacía hasta cinco papeles distintos), la banda sonora (jugando a reconocer el I Feel Good de James Brown en cada producción noventera con la que nos topásemos) o el mensaje social (nuestro ecologismo comenzaba y concluía en medio de los extremistas alegatos de Ace Ventura, detective de mascotas). Ni siquiera tenías por qué escribir el correspondiente artículo en el chufiblog, luego de llegar a casa. Ni siquiera sabíamos lo que era un blog. Mucho menos un chufiblog.

http://www.shalomlife.com/img/2012/03/16799/21_Jump_Street_03_.jpg
Yo era como Jonah Hill de chico. Pero sin las mechas. Las mechas son lo peor. Y tampoco tenía aparato ni ese rollo como de raperillo. En fin, igual lo estoy magnificando todo demasiado
   
   Ahora, no sé si porque nos hemos hecho mayores paralelamente al celuloide (que a lo mejor ya ni siquiera se llama así) y tanto él como nosotros hemos perdido el sentido del humor, o porque simplemente es caro de cojones, resulta impensable acudir al cine con la única y sana intención de echar unas risas. A mí al menos, que una vez en el kiosko leí una página de Cahiers du Cinéma, me resulta impensable. Hay mucho que ver, muy poco tiempo para ello, y muy pocas ganas de arriesgarse a pagar una pasta por una única carcajada, en el mejor de los casos. Es mejor descubrir las comedias por Internet, luego de copiosísimas recomendaciones por parte de colegas con menos criterio que tú (y aún menos prejuicios a la hora de comprarse sus propias palomitas), y disfrutar así de los bombazos de los últimos años, que al menos de cara a la cultura popular parecen haber sido cosas como Zoolander, Hermanos por pelotas o Superfumados/Supersalidos. Fiel a mi caricaturesca condición de cinéfilo con poco tiempo que perder, sólo he podido llegar a ver las dos primeras, y no me han parecido que sean ninguna locura. Y así, mientras Jim Carrey sigue haciendo películas, Will Smith pesas y Eddie Murphy pues... ni idea, francamente, mi renuencia a pagar por ver una comedia sencillita en la pantalla grande se consolida.
   Hasta que hace unos tres días cierto venazo motivado por una ocurrente recomendación y cierto sábado sin plan nocturno convergieron y me permitieron descargarme Infiltrados en clase, cuyo título original, 21 Jump Street, tampoco es que me dijera nada. No me andaré con sesudas críticas al respecto, y a cambio os diré únicamente que la peli merece mucho la pena. Casi tanto como su secuela, la cual pude ver algo menos de veinticuatro horas después nueva serie de afortunadas circunstancias mediante. 

http://sp2.cinedor.es/811/cartel-banner-infiltrados-en-la-universidad-141.jpg
Que el cartel dé tan mala espina lo hace todo aún más awesome. Sí, he dicho awesome. B-2 ya eres mío.

   No os diré que me hagáis el favor de pagar la millonada que sea y acudáis en las condiciones que buenamente se puedan al cine a ver Infiltrados en la universidad, porque bien es verdad que la comedia sin pretensiones no es el género que mejor se disfruta dentro del patio de butacas y porque sería lamentablemente absurdo que fuerais en vuestra única compañía. La película protagonizada por Jonah Hill y Channing Tatum es una obra hecha por y para colegas, colegas que se han comido bien el tarro para entregar chistes de altura y colegas que desean reírse con algo no diré de alta calidad, pero sí medianamente ocurrente. No estoy seguro de que si fueras solo a verla te reirías igual, pero sí de que Infiltrados en la universidad (22 Jump Street, una nueva muestra de lo elegantemente que los americanos secuelizan, al menos en lo que a la cuestión nominal se refiere) es la película más divertida que he visto en mucho tiempo. Muchísimo. Tanto que, sí, igual debería volver a pecar de esta añoranza deficientemente impostada de la que parece adolecer toda mi generación y retrotraerme a los gloriosos años noventa para encontrar una comedia tan jodidamente espectacular como es la que hoy nos ocupa.
   Y sí, esta magna obra es una secuela, un producto perpetrado al amparo de un material original más o menos exitoso que por principio debería adolecer de la frescura y originalidad de éste. Y en esta peliaguda disyuntiva radica uno de los aspectos más conseguidos de Infiltrados en la universidad, que no son pocos: los chistes que su status de secuela al uso pueden llegar a generar. Los ingeniosísimos guionistas, uno de los cuales es el propio Jonah Hill, son perfectamente conscientes de que en el campo de las secuelas las única manera que tienes de transgredir es o bien siendo Francis Ford Coppola o bien mofándote del asunto, ejerciendo la autorreferencia como filón hilarante de primera calidad y al mismo tiempo como defensa ante juicios críticos más o menos serios. Sí, esto es una secuela. Somos conscientes. Vamos a reírnos de ello. Y así, ya de paso, obtenemos el gag final más cómico de me atrevería a decir toda la Historia del Cine, en dura competencia con, cómo no, la última escena de Con faldas a lo loco. Sí, estoy comparando la movida de estos colegas con Billy Wilder. Qué mal me sientan los sábados sin salir. 

http://www.elmulticine.com/imagenes/noticias/11/channing-infiltrados-universidad33.jpg
¿Verdad que son la viva imagen de Jack Lemmon y Tony Curtis?

   Al margen de lo bien empleada que está la baza de la secuela autorreferencial (que se extiende a situaciones ya vistas en la primera parte aún más pasadas de rosca y siempre con la coletilla de "estamos haciendo la misma mierda" como condimento), tenemos en Infiltrados en la universidad unos chistes, salvo pocas excepciones, bastante más inspirados que en su predecesora. O a lo mejor es que simplemente hay más. No sé. La película, desde luego, dura la friolera de dos horas completas, de las cuales no sobra un solo minuto, como no sobra un solo gag (si acaso se llegan a hacer reiterativos los chistes homoeróticos en relación a la amistad de los protas, pero no merece la pena extenderse al respecto, porque, yo qué sé, ni Jonah Hill es Woody Allen ni falta que le hace, aunque se le ocurra hacerle un homenaje a Annie Hall en cierto chiste que sólo entendí yo :). Y además, aunque repita con jocosa alegría y paso por paso el esquema de la primera entrega, se ha sabido enfatizar para la ocasión a los personajes secundarios, permitiéndosenos disfrutar, además de la extraordinariamente carismática pareja principal, de un Ice Cube pletórico (y que protagoniza el mejor momento de la película, títulos de crédito aparte), de un Peter Stormare encantador (y que, dios mío, no tiene acento ruso, pero supongo que habrá sido cosa del doblaje), y de un villano estupendo, de aquéllos que de tanto gusto como da odiarles te acabas poniendo un poco cachondo y todo, y ante esta confesión tus abochornados amigos amenazan con darte de lado y... bueno, y eso. ¿He dicho ya que Infiltrados en la universidad es una pasada?

http://es.web.img2.acsta.net/r_640_600/b_1_d6d6d6/pictures/14/07/10/10/50/475061.jpg
"Otra que me quiere follar, jeje. Y todo gracias a mi vis cómica"

   A la dirección están, casi me olvido, unos señores llamados Philip Lord y Chris Miller, que como principal mérito tienen el orquestar un clímax portentoso en el que caben hasta heroísmo y épica (de coña, sí, pero igualmente emocionantes). Por si fuera poco, sin embargo, son también los responsables de la primera parte, de La Lego Película (crítica aquí), de la deliciosa Lluvia de albóndigas, y de parte del guión de Brooklyn Nine Nine, la serie que todo el mundo debería estar viendo AHORA MISMO. No queda sino amarles, y de agradecerles, al menos por mi parte, que me hayan salvado un verano aquejado por las matizadas y prácticamente seguidas decepciones que me han deparado los distintos y a priori infalibles animales con metralleta (ver más aquí y aquí). Entre dragones y clásicos instantáneos de la comedia popular, en efecto, el verano no se ha acabado dando mal del todo. Y es que, por si no lo sabéis, la "mierda de puta madre" es el nuevo "barcos y putas". Está en las calles. Comprobadlo.
   Y eso es todo. Id a ver Infiltrados en la universidad. Llamad a los colegas. Comprad palomitas. Tocadle las pelotas al acomodador. Reíos de los universitarios. Decid "Apagad la cámara" en el momento en que aparezca ese mensaje en pantalla. Y, sobre todo, no leáis Cahiers du Cinéma. Nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario